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Foto del escritorIván Skariote

¿Qué es una Ciudad y quiénes la habitamos?

“Vieja ciudad de hierro De cemento y de gente sin descanso Si algún día tu historia tiene algún remanso Dejarías de ser ciudad.

Con tu cuerpo maltrecho Por los años y culturas que han pasado Por la gente que sin ver has albergado El otoño para ti llegó forzado

[…]”

Vieja Ciudad de Hierro, Rodrigo González.


¿Qué es una ciudad?

Hablando en términos académicos, una ciudad es un aglutinante de las fuerzas productivas para un momento dado en el tiempo. Definición que funciona para tiempos remotos y modernos, ya que es una constante. El ambiente urbano, en otras palabras, concentra dentro de sí la fuerza de trabajo y los centros de producción, es el lugar donde se genera y reparte la riqueza de una sociedad. Eso pasaba en las grandes urbes prehispánicas, eso pasa ahora en la ciudad actual.

Asimismo, podría señalar aquí la importancia que estos centros tienen en la transformación constante del espacio en el que se sitúan, ya que la ciudad es la huella más grande del ser humano en la tierra. Pero no creo que sea el momento más apropiado de discusión para ello.

Sobre la importancia de la producción y la transformación del espacio, quisiera hablar de la ciudad en términos de otro tipo. Comenzaré de nuevo: ¿qué es una ciudad?

Para contestar como quiero, es inevitable no pensar en la experiencia que nos muestra Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra. En este libro se puede leer el análisis de la desdicha y crueldad en la que vivían los obreros ingleses tras la Revolución Industrial (¿seguiremos viviendo así los desposeídos?). Me es fundamental señalar el primer capítulo, en el cual se nos presenta una introducción histórica al proceso que comienza tras la invención de la máquina de vapor y su introducción al mundo de la producción de telas. Y más importante, por qué los padres de los padres de los obreros que Engels conoce hicieron la migración del campo a una ciudad recién gestada.

El modo de vida era sencillo. Campesinos apegados a su tierra que alternaban la producción agrícola con la producción de telas manufacturadas, para completar gastos. Un cambio sencillo pero impactante destrozo para todo aquello, la creación y perfeccionamiento de la máquina de vapor. La producción manual dejó mucho que desear. Los inversionistas vieron mayor potencial en tener pocas personas capacitadas en un mismo lugar que en encargar telas a muchos campesinos, es así que para poder sostener a sus familias, por culpa de una mala cosecha o lo que fuera, comenzó la migración. Comenzó el nacimiento de los proletarios y con ellos el de la ciudad.[1]

Invito a la lectora y al lector a hacer una lectura entre líneas que, aunque peligrosa, ayuda mucho a estimular la imaginación. La urbe no nace por los intereses de pocos, nace por las necesidades de las mayorías. La ciudad nace por la búsqueda de esperanzas, de realizar sueños, de continuar con la vida.

Entonces, en los términos más literarios que me permito, una ciudad es la acumulación de deseos. Un montón de gente que sale de sus lugares de origen porque ya no encuentran forma de sostenerse, buscando otros espacios en los cuales poder asentarse y conseguir trabajo. Las ciudades se construyen por desplazados, desposeídos y olvidados, ¿no será este el caso de la Ciudad de México?

No hay que ir tan atrás en el tiempo para responder esta pregunta. Sólo habría que mirar a nuestro alrededor. ¿Quién de ustedes que lee no conoce o vive en una colonia de paracaidistas? La Ciudad está tapizada por ellas. Yo crecí en una, la cual estaba cerca de otras dos. Por poner otro ejemplo, cerca de Ciudad universitaria está Santo Domingo y la Colonia Ajusco. También cerca del Estadio Azteca está Santa Úrsula Coapa (Cristina Pacheco tiene unas entrevistas realizadas durante la construcción de la Colonia).

Tenemos también los casos de la gente que llego a Ciudad Nezahualcóyotl y Chimalhuacán, en el Estado de México, buscando mejores condiciones de vida. Ahí mismo donde estaba el lago de Texcoco, cuyos pobladores originarios (cuidado con esta palabra) tuvieron que adaptarse a una vida tan distinta, lejana y extraña a la producción lagunera. ¡Adiós a los patos, a los huevos de mosca y al salitre! ¡Bienvenidas las gentes de otros estados, que se van a enfrentar a la sequía, a la polvareda, lo inundado y al olvido!

Nada lejano a la realidad que nos muestra Engels en su libro, proletarios condenados a las peripecias del mundo moderno nacido con el capitalismo.

La Ciudad de México, con el transcurso imparable de los años, se fue ensanchando, cada día traspasando el límite anterior. Todos los días acuden a ella gentes de lugares más lejanos, hacen de esta Ciudad un punto de encuentro. Por eso no nos es raro conocer personas de Sinaloa o de Chiapas.

Retomando entonces, una ciudad es un punto de encuentro de personas con sueños, ilusiones de poder sobrellevar la vida a través de conseguir los medios para hacer todo eso que sueñan realidad. Como consecuencia de ellos se transforma un espacio, se interviene a través de infraestructura, se delimita en razón de fronteras y se dice que ahí existe una ciudad, como puede ser esta de la que hablo: la Ciudad de México.

No olvidemos eso, esta Ciudad la construyeron nuestrxs abuelxs o sus abuelxs de ellxs, nosotrxs somos herederxs de este lugar, fenómeno en el tiempo y en el espacio, tan nuestro como fue de ellxs porque nos une el lazo irrompible de vivir aquí, de tener el deseo de cambiarlo todo y enfrentarnos a la cotidiana búsqueda de plasmar todo eso en la realidad.





Bibliografía

Engels Federico, La situación de la clase obrera en Inglaterra (México, Cultura Popular, 1977), p. 341.


Notas [1] Engels Federico, La situación de la clase obrera en Inglaterra (México, Cultura Popular, 1977), p. 341.

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