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Las noches blancas de Dostoievski: el dolor de la soledad, el peligro de la fantasía

La historia que nos presenta Dostoievski tiene por protagonista a un hombre cuyo nombre nunca se nos revela, pero al que conocemos con detalle. El protagonista es un hombre que se desenvuelve en el mundo desde su soledad e introversión, su timidez, y su gran pasión. En esa profunda soledad conoce a una chica, Nastenka, mujer igual de solitaria que él. Así sucede el encuentro de dos mundos, de dos almas solitarias, se forja una amistad que termina en un intenso enamoramiento, aunque, para desgracia de nuestro protagonista, sólo ocurre de su parte.


El protagonista no solo es un hombre solitario, su pasión desbordada es una característica elemental en él, la esperanza y anhelos que construye en lo profundo de su corazón parecen ser el motor de su vida; y su vida no es más que el pasar de los días sumido en la fantasía, lejana de la realidad azotadora que le recuerda que está solo en el mundo. Cuando lo leemos podemos preguntarnos, ¿qué tan común es vivir desde la fantasía si la vida real parece un lugar del cual huir? Esta idea, a su modo, recuerda al fugis mundi, este huir del mundo a través de la lectura, pero, en el caso de este protagonista, escapar a través de la fantasía, huir de la realidad.


Afrontar el mundo con la lectura puede ser de ayuda para resignificar experiencias: los amores, la rabia, el miedo, la soledad, la forma en que se perciben estas situaciones en la vida. Por ello, la forma de escribir de Dostoievski siempre me ha parecido atractiva. En sus textos el autor te introduce en el personaje, un personaje profundo que normalmente es muy introspectivo, alguien que tiene diálogos constantes consigo mismo. Para él la vida no pasa en silencio, no vive sin reflexión, pero ¿por ello viven mejor? No necesariamente, muchas veces la infelicidad es la fiel acompañante de sus vidas.


Este cuento en particular nos sumerge en una historia triste, tanto para el protagonista, el personaje rechazado, como para Nastenka, la amiga, de quienes conocemos las motivaciones y deseos. El desenlace de los personajes conduce a dos caminos distintos, contrapuestos: la felicidad en compañía y la infelicidad en soledad. Recordando la historia, nuestro joven protagonista vive en Petersburgo, sin un solo amigo al que acudir, ninguna persona que sea cercana a él. Pasa su día a día recorriendo la ciudad, habitando en ella desde la introspección, desde su propio mundo que, a su modo, convive con el mundo real.


En este ir y venir de mundos, conoce a Nastenka, una mujer aún más joven que él, igual de solitaria, igual de deprimida. Al conocerse, estas dos personas entablan una amistad profunda, se dan cuenta de que sus vivencias son similares, y confían con rapidez el uno en el otro para hablar de sus vidas, quienes son, qué piensan, cómo viven, qué esperan.


La historia transcurre en cuatro noches. En la primera de ellas, el protagonista nos habla de la tristeza que llega a él cuando siente que la ciudad le abandona, todo Petersburgo le es conocido, pero ahora parece que se disuelve. Al volver a casa, describe el primer encuentro con Nastenka, a quien ayudó cuando un hombre extraño la acosaba. Desde el primer encuentro parece haber familiaridad entre los dos, se entienden y charlan con naturalidad pese a lo repentino del encuentro y el poco tiempo que tienen conociéndose.


Acuerdan volver a verse, y ella pone una condición elemental en la historia: “no se enamore de mí”, le dice. “Estoy dispuesta a ser amiga suya”, continuó, a lo que él juró que así sería. La segunda noche se encuentran, y en ella ambos se descubren, él un soñador, ella una soñadora; personas ensimismadas, y en este descubrimiento, se sienten como si tuvieran toda una vida de conocerse. “Hace mucho que la conozco, Nastenka, porque hace mucho tiempo que busco a alguien”. Su fantasía parecía volverse realidad.


Él le platica acerca de cómo ha sido su vida, el ir y venir en el tiempo donde no ha conocido más que la soledad y las constantes fantasías que con fuerza se han forjado. Ella le platica su historia, la forma en que estar atada -casi literalmente- a su abuela la encierra en un mundo diminuto. Nastenka también vive en la fantasía al no querer afrontar esa triste vida, recurre a ella como esperanza de que esa soledad desaparezca pronto. Como le cuenta al protagonista, hace un año conoció a un hombre del cual se enamoró, un hombre que vivía con su abuela y con ella, un inquilino. Poco antes de su partida, Nastenka habló con él, confesó sus sentimientos y, ya que todo indicaba que era mutuo, él prometió volver al cabo de un año para casarse con ella.


Cuando los dos amigos charlaban, ella le comentó que recién se cumplía el año de que el hombre del que se enamoró había partido, y todo indicaba que ahora estaba de nuevo en Petersburgo. Nuestro protagonista, con un profundo cariño acompañado de resignación, se propone ayudarla a ponerse en contacto con este hombre. Durante la tercera noche, Nastenka parece contenta, repitiendo cuánto quiere al protagonista por no enamorarse de ella. Ella, al estar nerviosa por el posible encuentro con su hombre, es cariñosa con el protagonista, y él, en su profunda tristeza, hace lo posible por animarla, por darle esperanzas.


La última noche juntos es la noche definitiva para el protagonista, el rompimiento. En esa noche, debido a la pasión y tristeza desbordadas por Nastenka, él termina por confesar su enamoramiento. Nastenka, al haber perdido toda esperanza de que su prometido llegase, se quiere convencer a sí misma de amarlo a él. Un breve instante de dicha para nuestro protagonista, donde parece que llegará al culmen de felicidad, ¿qué podría aniquilar tal dicha? La realidad. El prometido de Nastenka ha llegado, efectivamente, y al encontrarse con él, ella no duda en arrojarse en sus brazos, disolviendo toda promesa y esperanza que había puesto en el protagonista. Así termina la triste historia, y el protagonista, cuya soledad permaneció intacta con el paso de los años, vive ahora del recuerdo y la fantasía de lo que vivió en algún momento.


La fantasía, como motor en la vida del protagonista, es tan peligrosa como creativa. En el cuento, Dostoievski describe la vida del soñador, un hombre sumido en esas fantasías, y en esa descripción hace un planteamiento de voluntad que recuerda mucho a Nietzsche, Este último sugiere que la esencia de la vida es la creación: el hombre se vuelve artista, creador, y de ese modo dota de sentido a la vida. Por su parte, Dostoievski dice “(...) nuestro héroe no desea nada, porque está por encima del deseo, porque está saciado, porque es artista de su propia vida y se forja cada hora según su propia voluntad.”


Aun así, la intriga está en una diferencia elemental entre ambos autores, y es que, al menos en el relato de Noches Blancas, el protagonista se vuelve artista de su propia vida desde sus fantasías, no realiza la creación en el plano de la realidad, construye y construye, pero todo son quimeras, castillos en el aire. Después de la profunda tristeza que significó la pérdida de su amor, amor que no fue correspondido, parece resignado al paso del tiempo, a envejecer sin haber escapado de esa soledad dolorosa, viviendo solo de un recuerdo, un solo recuerdo para toda una vida: “¡Dios mío! ¡Sólo un momento de bienaventuranza! Pero ¿acaso eso es poco para toda una vida humana?”


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