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Mínima historia de las celebraciones por la Independencia durante el porfiriato

Desde el principio del México independiente se le ha dado gran importancia a la remembranza del inicio de uno de los eventos que formaron a la patria tal y como la conocemos: la Independencia, y darle a sus incitadores los honores apropiados; por ello, no se tardó mucho para la primera celebración oficial, la cual fue en 1825 por decreto del Congreso, donde se declaró el 16 como fiesta nacional, hubo bailes, un gran carnaval organizado por la Junta Patriótica, rememoraron el Grito ante una multitud reunida frente a Palacio Nacional. Desde entonces se celebró sin interrupción con patrocinio del Ayuntamiento de la capital, aunque no de la misma manera por ser tiempos caóticos, cosa distinta cuando llegó Porfirio Díaz al poder, pues comenzó un orden y transformación que también se traspasó a estas festividades.

Los festejos cívicos porfirianos de septiembre se dividieron en tres etapas, las cuales reflejaron rasgos de un estilo de poder; una de las características de la modernidad mexicana es la celebración cívica oficial centrada en la figura presidencial, además de subrayar el transito del espectáculo elitista al gran público por ello los inflados presupuestos destinados.

La primera de 1877 a 1882 en donde lo más notable es que la celebración no se alejó de la tradición iniciada por la Junta y fundada por los liberales, para 1872 la Junta era la que las organizaba, teniendo un programa que veía al 16 como la fecha más solemne; a finales de 1870 los festejos se reducían a la ceremonia de el Grito en el Teatro Nacional el 15 en la noche y el 16 en la Tribuna Oficial, sobriedad que contrasta con el gran festejo de la ultima parte del régimen. El programa de festejos no dejaba espacio a lo civil, a la vez que no se introdujeron distintas formas de conmemorar.

En 1877 se disolvió la Junta, a la par se abogaba para que las celebraciones fueran menos oficiales para el goce del pueblo. Al final de esta etapa comenzó el tránsito al espectáculo moderno. Al mismo tiempo aún no se fusionaba el cumpleaños de Díaz con este aniversario y los festejos no eran pensados para espectáculos llamativos, posteriormente se añadió a estas lecciones de civismo el testimonio de México entrando en las naciones civilizadas.

La segunda corresponde de 1883 a 1899 donde ya iniciaban los espectáculos modernos con la masiva participación de los ciudadanos, pues desde el 2 de septiembre se anunció la integración de obreros, estudiantes, varios clubes, sociedades, gremios, entre otros personajes y agrupaciones como el gobierno de la capital y el arzobispado de México. Se festejaría con 2 días de iluminación general, las casas de comercio se adornarían, habría procesiones, paseos cívicos, gallos, bailes, banquetes, además de que por primera vez se daría lectura al Acta de Independencia, además de comenzar la institucionalización del onomástico de Díaz que se puso el 18 para que el 15 solo fuera patriótico, también se minimizó a Iturbide y se puso un puente entre 1810 y la Reforma.

Como tradición el 15 y 16 se organizaron las ceremonias de rigor, pero para el 16 se anunció una procesión patriótica que Díaz contemplaría desde Palacio, con varios carros alegóricos. El paisaje cívico se llenó con la procesión cívica, arcos triunfales, fachadas iluminadas de edificios públicos y civiles, la bandera tricolor estaba por todos lados, el desfile recorrió la Alameda y la Plaza de la Constitución. A finales se integró Chapultepec como recinto oficial para la tribuna monumental del 16. Se alagaba que cada vez se volvía más una celebración del pueblo, aunque se sintió que el 75 aniversario (1885) no fue con el ánimo necesario. No variaron los programas oficiales, solo se añadió que los sobrevivientes de la Independencia llevarían los estandartes del ejercito Insurgente del Palacio Municipal al Teatro Nacional la noche del 15, al día siguiente los veteranos acompañaron al presidente a la ceremonia oficial en la Alameda.

Mediante los discursos oficiales se puso a Díaz en el panteón de héroes para que compartiera honores con los héroes de la Independencia. Su cumpleaños pasó a ser parte del ritual cívico nacional, de principio el evento fue privado, pero pasó a ser un espectáculo público para 1892 donde se celebraría el 14 y las celebraciones se extenderían al 15 para 1899, volviéndose la misma celebración. Para 1896 Díaz ordenó que el esquilón de San José o la campana de Dolores que usó Hidalgo fuera trasladada a la capital y colocada en el balcón central de Palacio Nacional, desde entonces es tradición que el presidente toque la campana en la celebración. Al pasar a lo conmemorativo el espectáculo se hizo mas atractivo para las clases medias, sistemáticamente integrándolas al conjunto social en las fiestas.

La tercera de 1900 a 1910 donde el periodo de 1891 a 1894 fue marcado por pérdidas económicas, hubo una recuperación y prosperidad hasta 1907 después de lo cual empieza una crisis que llegó a la cumbre en 1910, a pesar de ello no se opacaron las celebraciones del Centenario, el protocolo no escatimo recursos. Para 1900 se sintieron las fiestas más animadas y populares, se llevaron a cabo en la Plaza de la Constitución, el 16 hubo maniobras militares, imposición de condecoraciones y discursos; no hubo grandes diferencias con la etapa anterior, solo fueron superadas por las de 1910, a la par la celebración del cumpleaños del presidente también fue a lo grande en un Palacio en gala. En 1907 el gobierno se preparaba para el Centenario, Díaz el 1 de abril mediante el secretario de Gobernación, Ramón Corral, ordenó crear la Comisión Nacional del Centenario de la Independencia para los festejos que debía seguir su idea de mostrar el adelanto del país.

La mañana del 14 de septiembre de 1910 comenzó el desfile con 20 mil participantes con el propósito de depositar ofrendas florales en las urnas funerarias en el Altar de los Reyes de la Catedral, donde entraron políticos, personas influyentes, invitados especiales, obreros, ciudadanos, comerciantes, personas de clase media que querían rendir homenaje a los iniciadores de la Independencia. El 15 fue el más festivo y comentado a la vez que Díaz cumplía 80 años, primero recibió felicitaciones de delegaciones de distintos países, el embajador estadounidense, Henry Lane Wilson, pronunció un discurso en donde reconocía internacionalmente al presidente y a su gobierno a nombre de el Cuerpo Diplomático.

Fueron tres los eventos que concentraron la atención internacional: el masivo desfile que inició a las 9:30 del 15 y partió de Paseo de la Reforma hasta el Zócalo para pasar frente de Palacio Nacional que dio una síntesis de la historia nacional desde la fundación de Tenochtitlan hasta las consecuencias de la independencia, cuya indumentaria tardó más de un año en confeccionarse y algunas armas eran reales; la ceremonia de el Grito en el Zócalo y el gran baile del centenario. Tras el desfile se diseminó la gente en los alrededores para las diversiones como funciones del cine o bailes; en la noche la multitud fue a la plaza principal y apreciaron los focos que engalanaban el lugar, luego Díaz rememoró el Grito y tocó la campana.

De lo mas esperado del 16 fue la parada militar, comenzó cuando Díaz se presentó al Paseo de la Reforma a inaugurar un monumento que se volvió la Columna de la Independencia; a medio día presencio el desfile del ejercito, días antes hubo contingentes militares que otros países habían mandado para rendir honores a la patria en las calles de la capital. El 17 se apreció la entrega de España del uniforme de Morelos y estándares insurgentes que fueron entregados en Palacio Nacional, un día después se realizó el paseo de las antorchas. El 22 de septiembre fue abierta la Universidad Nacional de México con la presencia de Díaz, el ministro de Instrucción, Justo Sierra, y veinte delegados extranjeros. El evento culminante fue el baile que el presidente y su esposa ofrecieron a delegaciones especiales y cuerpo diplomático, realizado el 23 donde el banquete reunió a mas de 5 mil comensales distribuidos en salones de Palacio Nacional. La clausura fue el 6 de octubre en Palacio Nacional con el acto llamado “Apoteosis de los Héroes de la Independencia” donde se les rindió honores.

Mientras estaban las fiestas del Centenario en aparente calma, dentro había resentimiento contra el régimen que para la sociedad parecía enorme con un longevo dictador, además del gran descontento social que en poco tiempo estallaría en la Revolución Mexicana.


Referencias

Salmerón, Luis, (2016) “Noticias de la celebración del grito de Independencia de 1810”, (versión electrónica). Relatos e historias en México, no. 97. Consultado en https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/noticias-de-la-celebracion-del-grito-de-independencia-de-1810

Moya Gutiérrez, Arnaldo, (2001) “Los festejos cívicos septembrinos durante el porfiriato. 1877 – 1910”, (versión electrónica). Serie de historia moderna y contemporánea – Instituto de Investigaciones Históricas. UNAM, no. 37, Consultado en https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&url=https://historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/modernidad/05moder004.pdf&ved=2ahUKEwjRh6iM_Z76AhWRLkQIHU5-AmA4ChAWegQIIBAB&usg=AOvVaw29VDjdYVugblj2tQmMtqUX

Tovar de Teresa, Isabel y Mas, Magdalena, “Recuerdos del Zócalo: ‘Las inolvidables fiestas del Centenario de la Independencia en 1910’.”, (versión electrónica). Relatos e historia en México, Consultado en https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/recuerdos-del-zocalo-las-inolvidables-fiestas-del-centenario-de-la-independencia


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