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Foto del escritorJaqueline González

Libros llenos de magia: el poder de un primer libro

La niñez, una época transcendental que influye en la construcción de todo ser humano. Durante esa etapa vamos descubriendo el mundo a través de nuestros ojos, cada vez con mayor conciencia; y es por ello que lo que experimentamos durante aquellos años es tan importante. Tan solo recordar momentos significativos de la niñez resulta toda una experiencia llena de nostalgia, goce, y si el tema sale a colación, la conversación de anécdotas de todo tipo puede durar horas.


Fue durante mi niñez que llegó a mí un objeto que influiría en mi vida los siguientes años, desde mi percepción respecto a la literatura y mis preferencias, pero, sobre todo, me abrió una puerta a un mundo extraordinario lleno de imaginación y fantasía; un objeto que me enseñó el placer de encontrar en las palabras escritas todo un universo por explorar. Creo que para este punto puedes intuir de lo que hablo, un libro, para ser más específica fue “Harry Potter y la piedra filosofal”.


Había finalizado el tercer grado de primaria y comenzaban las vacaciones de verano, los días calurosos trascurrían y yo buscaba formas de pasar el tiempo. Y aunque debo decir que las primeras películas de la saga ya existían, aún no las había visto, pero tenía una idea de lo que el universo de Harry Potter era. Encontré el libro durante una visita a casa de mi abuela, al parecer mi tía ya lo había leído y lo colocó en su buró. Al ver la portada sentí curiosidad y quise ver de qué iba la historia; yo aún no sabía lo que esas primeras páginas provocarían en mí, comencé a leer y fue como ver el mundo que allí se describía en primera persona a través de mi imaginación, sentir cada emoción de los personajes, desde la sorpresa, el miedo o la furia. Era poder identificarme con el protagonista que no sabía nada de la existencia de un mundo mágico e irlo descubriendo junto con él a través de sus ojos. La historia me atrapó de inmediato y leí sin parar algunas páginas para después pedirle a mi tía que me lo prestara para poder llevarlo a casa. Creo que pudo notar mi emoción porque me regaló el libro y al regreso de la visita, no pude hacer otra cosa que no fuera continuar leyéndolo.


Fue entonces el primer libro que terminé en mi vida y debo decir que no era especialmente afín a la lectura antes de eso; supongo que no había encontrado el libro indicado, la historia ideal, pues aunque disfrutaba de las lecturas que se trabajaban en la escuela, nunca antes había pensado en leer como actividad de recreación, pero a partir de ese momento mi percepción de la lectura y los libros cambió totalmente, ya no veía en ellos una obligación escolar, o algo que solo le interesaba a la gente adulta, de hecho, cuando nos pedían realizar el reporte de algún libro de la biblioteca escolar, yo elegía mi lectura con entusiasmo.


Comencé con clásicos como Frankenstein, El diario de Ana Frank, Alicia en el país de las maravillas, El retrato de Dorian Gray o Drácula, además de uno que otro libro no tan reconocido, que me brindaron buenos momentos. Más adelante durante la secundaria, mi interés por la lectura se diversificó y hubo un momento en que optaba por libros referentes a la mitología griega, me parecía tan fantástico leer sobre los mitos y conocer sobre figuras tan emblemáticas como Medusa, Atenea o Hades. Me interesé también por las recopilaciones de leyendas de terror de países como Japón, pues su folclor incluye un universo de entidades y espíritus que buscan aleccionar a la población. No era del tipo de lectora que llevaba sus libros a todos lados, prefería leer en mi casa sin que nadie interrumpiera, pero fue durante este etapa que me di cuenta que no todo el mundo disfrutaba de los libros, al contrario, muchos compañeros consideraban la lectura como algo tedioso. Y las campañas nacionales que buscaban incentivar el gusto por los libros no ayudaron mucho a que cambiaran de opinión. Tal vez uno de los errores residía en que los libros que se pedían leer eran títulos que no conectaban con las preferencias de los niños o los adolescentes, a mí tampoco me agradaban los títulos que prácticamente nos obligaban a leer durante 10 minutos en cada clase.


En mi caso prefería buscar temas que me gustaran y así no abandonar la lectura, pero muchos otros chicos nunca estuvieron interesados en hacerlo. Fue una constante, tanto en la preparatoria como en la actualidad, es bien sabido que mucha gente en nuestro país no es adepta a la lectura, según cifras del INEGI, 3,4% es el promedio de libros leídos en México al año.


Durante mucho tiempo no fui consciente de cómo comenzó mi gusto por la lectura, lo que marcó la diferencia fue encontrar el libro ideal para mí, uno que disfruté leer por incentiva propia, y que despertó en mí la curiosidad por conocer otros géneros literarios. Incluso alguna vez escuché en un reportaje televisivo que la saga literaria de Harry Potter hizo que toda una generación de niños fueran lectores, me pareció una afirmación muy acertada porque me di cuenta de que muchas personas que gustábamos del universo de Harry Potter, habíamos leído por lo menos uno de sus libros y después de estos, otros títulos ajenos a la saga. Descubrimos, sin saberlo, el poder de los libros. La manera en cómo te guían a través de sus páginas evocando un sinfín de emociones; y es que encontrar un buen libro y terminar la historia es una sensación de emociones encontradas, desde satisfacción por descubrir el fin de la historia, hasta lo que pueda provocar su desenlace, ¿fue un final feliz, doloroso, tal vez confuso o abierto a la interpretación?


Sobra decir que las historias contenidas en las páginas de los libros y salidas de la mente de un sinfín de escritores son de todo tipo. No olvidemos aquellos libros que permiten que seas tú quien vaya definiendo la dirección de la historia y, por lo tanto, cada persona tendrá una experiencia diferente al realizar la lectura, como es el caso de “Rayuela” de Julio Cortázar. También están los que aportan conocimiento milenario, que han visto ir y venir generaciones enteras, son libros que antes de que cualquiera de nuestros familiares vivos nacieran, ya estaban ahí desde muchos años atrás. Hay libros que las distintas religiones consideran como sagrados debido a su contenido y lo que representan, o los que almacenan en sus páginas mitos de culturas ancestrales y que podemos disfrutar en nuestros días, como el “Popol Vuh”, lleno de diversos mitos legendarios de origen maya.


Los libros son un instrumento de almacenamiento de conocimiento de los que puedes aprender; están los que nos envuelven en historias de todas las índoles, desde la espiritualidad, la fantasía, el erotismo, el romance, el terror etc. Inclusive ahora la mayoría se encuentran disponibles en formato digital. Sea cual sea la forma en la que se decida sumergirse en las páginas de un libro, siendo un adulto, un adolescente o un niño, se obtendrá una experiencia maravillosa. Quiero resaltar la influencia que tiene acercar a los niños y niñas a la lectura, darles el libro correcto para ellos puede definir su relación con un ejercicio tan valioso como lo es la lectura. Preguntarles cuáles títulos disfrutarían más puede ser un buen comienzo.


No obstante, para disfrutar de un buen libro tampoco es necesario haber tenido una buena relación con la lectura desde la niñez, pues estoy segura que, si se encuentra el libro adecuado a las preferencias de cada uno, sea cual sea la edad de las personas pueden encontrar en este algo que les atrape y les haga descubrir el poder y la magia de los libros. Espero que quien esté leyendo estas líneas haya descubierto ya su libro favorito, tal vez adquirió esa característica hace años o a lo mejor hace solo unos meses o días, no importa la naturaleza de su contenido, estoy segura de que es tu favorito por una buena razón, pero cuéntame, ¿Cuál es el próximo libro que deseas leer?, espero encuentres en este una maravillosa experiencia.

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