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Foto del escritorF. R. Martínez

Un viaje en mi sueño

Actualizado: 2 jun 2022

Toc… toc…

Una puerta sonó. “Pase”, dije con voz serena pues sabía que era mi padre. “¿Ya lista?”, me dijo él mientras asomaba su cabeza haciendo viscos. Solíamos mi padre y yo salir cada fin de semana a un lugar que se le ocurriera, en donde siempre nos la pasábamos platicando de cualquier cosa.

En el transcurso del camino siempre ponemos música. Algo que me fascina de mi padre es que tenemos un gusto musical similar, por lo que ambos disfrutamos de cualquier melodía que pongamos. A veces él pone una, otras yo, pero nuestra favorita siempre será Silent lucidity de Queensryche.

Ese día me llevó a un pueblito, muy bello y misterioso a la vez, pues tenía un aspecto algo terrorífico, sin embargo, me agradaba. Tenía algunas casas muy coloridas, otras muy opacas, empero, todas hacían juego consigo mismas. Había arboles viejos y grandes. Flores en algunas ventanas. El camino pétreo hacía que fuéramos saltando un poco en el coche. Decidí abrir la ventana y la ráfaga golpeó mi cabellera, haciendo que ésta se esponjara un poco y mis bucles perdieran cierta dureza.

“Me gusta más tu cabello así, esponjadito”, mencionó mi papá mientras conducía. “Gracias, a mí no tanto, pero de verdad me agrada mucho el aire”, respondí. “No sé, yo creo que te ves hermosa, hija, muy hermosa. Recuerdo cuando tú mami tenía el cabello así… ahora lo prefiere lacio”, comentó mi papá y sonreímos ambos.

Mi papá estacionó el auto bajo un árbol, “Llegamos” dijo mi padre. Apagó el carro y comentó “Verás que te gustará este lugar, es muy hermoso y sé que nos divertiremos”. Bajamos para explorar un poco alrededor, después decidimos volver al carro para bajar las cosas. Nos gustaba acampar, pero mi papá ahora decidió hospedarse en una cabañita muy bella, estaba repleta de árboles. Se ubicaba frente a una montaña y era la que tenía más espacio, puesto que las demás podían verse a los lejos y estaban un poco más juntas.

Llegó la noche y junto a ella el grillar y una que otra ululación que se escuchaba a lo lejos, además de la madera que tronaba ardiendo. “Me gusta como luce el cielo esta noche. Mira todas las estrellas que hay. Dios mío… y pensar que para los grandes navegantes es un mapa y para mí es en donde veo a los que ya se fueron”, comenté. Mi padre me abrazó y después fomentó “Sí… es extraordinario todo esto. Para nosotros es el lugar en donde vemos a los que amamos y ya no están. Para unos es una guía, para otros solo un cielo con luces”.

Permanecimos callados unos segundos, nos envolvimos en los sonidos noctambulares y después lo rompimos con las melodías. “¡¡Oh…!! Me encanta esa canción”, grité emocionada. Luego mi papá se levantó del asiento para invitarme a bailar. “Bruce Springsteen es mi ídolo. Lo amo” dijo “No me canso de escucharlo… The rangers had a homecoming… in the Harlem late night… And the magic rat drove his sleek machine…”, comenzó a cantar mi papá.

Me uní al canto o al menos eso intentaba, pues mi inglés no es muy bueno como el de mi papá. Él tomó mi mano para darme una vuelta y después abrazarme para seguir bailando juntos. Yo no dejaba de reír al ver cómo hacíamos el ridículo bailando, debido a que realmente estábamos bailando por diversión, así que hacíamos pasos graciosos y caras que nos daban risa. Mi papá no dejaba de bailar y como yo amo hacerlo, no me detenía. Bailabamos juntos.

“Deberías de ver esa película. Tu mamá y yo la vimos hace uh…. Mucho tiempo. Sé que te puede gustar”, gritó para que lo escuchara mientras seguía bailando, “Esa canción es de esa película, Always quiet, holding hands…”, adoraba ver a mi padre bailar cantando junto a mí. Me divierto tanto con él y podría pasar así mil noches y todas serían fabulosas.

Una vez que finalizó la canción ambos quedamos acalorados, aun si el viento era fresco. Quizá era el tequila que estaba tomando o la cerveza de mi papá, sin embargo, nos sentamos a tomar el aire un poco. “Hija… te amo” vociferó mi padre. “Y yo a ti”, respondí.

Tomé el celular de él y ahora puse nuestra canción. “Nomás no llores, viejillo” comenté mirándolo y riendo. Mi papá solo sonrió esperando a que empezara la canción. Permaneció quieto en el asiento mirándome y cantó, después de unos minutos “I am smiling next to you…”, “In silent lucidity…” completé.

“Siempre, hija, sonreiré en silenciosa lucidez” comentó después de cantar. Me paré de mi asiento acercándome a él para abrazarlo. Cerré los ojos y “Despierta, me dijiste que harías ejercicio y que te levantara, así que ya, hija. Son las 9:00a,”, mi mamá me despertó y una vez más fue un viaje en mi sueño con mi papá.

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