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Kinn

Rotten

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Recuerdo la primera vez que lo vi, yo era nueva en este lugar. La enfermera que me estaba intentando decir quién era quién y los chismes en los que algunos se habían visto envueltos, movía incesantemente sus manos en un intento por dramatizar de mejor manera las anécdotas, pero yo había dejado de escucharle, prestando atención a otra cosa. Unos segundos después, ella notó hacia dónde estaba dirigida mi mirada, su sonrisa no se hizo esperar.


—¡Vaya, el doctor Velasco lo hizo de nuevo! Aunque debo decir que no esperaba que te deslumbrara de inmediato, pensé que quizá después de un corto intercambio de palabras con él quedarías flechada.


¿Esta mujer de qué habla? Es cierto que me quedé observando a la persona a unos metros de nosotras, pero en definitiva está malinterpretando la razón por la cual le miro. Él ha notado que ambas estamos paradas mirando en su dirección, medio sonríe, pero rápidamente regresa su atención al señor que tiene cerca, al parecer le está explicando algo.


Todos en el hospital me molestan diciendo que estoy obsesionada con el doctor Velasco, que soy la definición de sufrir por un amor inalcanzable. Me preguntan y observan cada que él está cerca; que por qué me pongo nerviosa, que si le miré por más de 10 segundos, si me quedo callada cuando llega a una habitación, o por qué pregunto si no notan algo raro en el doctor en ciertos días. Han pasado algunos meses desde ese primer día y creo que debo hablar de la razón por la cual me distraje cuando noté la presencia de ese hombre y qué me mantiene en esta continua vigilancia a su persona.


Antes, debo hablar un poco acerca de Roman Velasco. Si hay alguien que destaca en este hospital, es él. Todos los médicos, enfermeras, pacientes y, en general, todo quien llegue a conocerlo, termina adorándolo. Fascinados por sus conocimientos, su forma de expresarse, la gran amabilidad que posee, el siempre estar dispuesto a ayudar a otros. “El hombre perfecto” expresaría la doctora Margarita. A decir verdad, tú lo miras y a primera vista sí pareciera como el espécimen perfecto. Pero, verán, hay algo extraño en el doctor Velasco.


No es que yo quiera buscar e insistir siempre en un motivo para desconfiar, algo que me obligue a alejarme y no dejarme embelesar como los demás. Realmente no tendría problema en caer en los encantos de un hombre así, el mundo sabe que no sería la primera vez, pero hay algo en él y lo que quiere reflejar que no me termina de convencer. Le observo insistentemente no por un enamoramiento, le observo porque le temo, y a mí nunca me ha gustado sentirme así.


Desde el día uno, reconocer su presencia me hizo sentir extraña, nerviosa y un poco intimidada. No lograba entender por qué, si Roman siempre se ha mostrado como la persona más carismática y confiable, pero dicen que la intuición nunca falla y yo decidí hacer caso a esto. Desde hace ya un tiempo suelo seguir sus rondas por el hospital, ahora, entiendo cómo suena esto, pero confien en mí.


No pude notarlo hasta algunos meses después de que se me hizo costumbre el observarle. El doctor Velasco va siempre con una sonrisa confiada pero amable, explica a cada paciente y familiar de una manera que te hace sentir que tú también estudiaste la carrera de medicina, nunca se niega a ayudar con otros casos e incluso trabaja muchas horas más de las que debe. De nuevo, al inicio no pude descifrarlo, e incluso llegué a pensar en desistir, quizá Roman Velasco no era “un hombre demasiado bueno como para no tener algo malo”, quizá simplemente era bueno. Pero un día me di cuenta que esa fachada se veía un poco desgastada, parecía cansado, ojeroso y malhumorado, me pregunté si quizá tanta benevolencia le estaba pasando la cuenta; fue la primera vez que pregunté si notaban algo raro en el hombre, todos concluyeron en que se veía igual de inmaculado que siempre, palabras de la doctora Margarita. Si se lo preguntan, puede que ella sí esté algo enamorada. Con el pasar de los días, noté que habían ciertos momentos en los que se veía igual que en aquella ocasión. Muy extraño que nadie podía notarlo.


Y si también se preguntan esto, no, el doctor Velasco y yo no hemos entablado ni una sola plática. Sé que conoce de mi existencia, pero también mantiene su distancia. A veces creo que nota que sospecho de él, también me vigila, sabe que no puede engañarme como a los demás. En ocasiones me sonríe a la distancia y yo le saludo agitando mi mano, sonriendo también. Sí, lo sabe.


Pasa muy a menudo que las personas suelen tener dos máscaras: quienes realmente son, y lo que quieren hacerle creer a los demás que son. En este caso, puedo ver que Roman realmente lo intenta, busca vivir de manera fiel a la idea que ha construido de su persona, pero en ocasiones esa máscara es difícil de mantener. Y, es en esos momentos, en que yo puedo notar que bajo esa perfecta idea, hay algo pudriéndose. Algo tan peligroso y aterrorizante que busca disfrazarse de luz para atraparte en oscuridad.


Aún no sé cómo es aquella máscara que tan bien se oculta detrás de aquel hombre aparentemente perfecto, pero ese sentimiento de desconfianza no me deja tranquila. Por como suena todo esto, bien desearía que esta situación se convirtiera en algo parecido a Crepúsculo; creyendo que tanta intriga en algún momento pase a ser amor. Ese pensamiento me causa risa, sí, claro, amor…


Las cosas dieron un vuelco en el hospital cuando, un día, la doctora Margarita fue descubierta en el almacen, inconsciente y con el rostro completamente desfigurado, si no hubiera sido por su celular, habrían tardado en identificarla. Todos quedaron horrorizados. En los próximos días las cosas fueron bastante tensas, incluso la enfermera, tu amiga chismosa por excelencia, dejó de serlo en esos momentos. Los únicos comentarios que circulaban, era la duda de si el hospital ya no era un lugar tan seguro, qué le había ocurrido a la doctora, quién le había hecho daño y cómo viviría ahora. ¿Sería muy loco de mi parte sospechar de Velasco? ¿Sería acaso ese lado podrido y despreciable que él no deja ver?


Entre más pensaba y observaba, más sentía que Roman comenzaba a observarme también. Incluso un día por la tarde se acercó a mí, su comentario no fue relevante, pero después de ello sentí un fuerte mareo que no me dejó por completo durante todo mi turno. Sentía que en cualquier momento podía salir herida. Y claro que he cuestionado mi salud mental, decir que al menos una vez al día pienso en que he perdido la cabeza y me he obsesionado con esto, es quedarme corta. Puede que Velasco sea tan solo un hombre extraño, pero si existe esta posibilidad, nada hace imposible la existencia de la otra.


Es curioso, es muy curioso como podemos confiar en alguien de manera auténtica, decir que le conocemos incluso mejor que ellos mismos, pero, ¿realmente cómo podemos estar seguros de que nunca nos han mentido? ¿Podríamos apostar la vida a que no hay secretos, ni máscaras múltiples? Una persona podría asegurarte y jurarte que dice la verdad sobre algo, ¿pero qué tal si no es así y solo es un muy buen actor? Roman Velasco me parece a mí un muy buen actor. Y no me detendré hasta descubrir por completo aquella otra máscara.


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