“No tienes altura suficiente para agacharte”
Roberto Bolaño
Se llama Raquel María Magdalena y no se sabe cuántos años tiene. Se saben sus canas y su falta de dientes frontales, algunas muelas y no sé bien si algún colmillo. Se saben sus huesos caníbales de piel y su cabello risado, suavemente lustrado, sus labios finos y labial rojo. Se saben también sus ojos, tristes y hundidos, aunque con un extraño brillo, quizás el de la mirada a través de la demencia o quizás el de la mirada a través de la inocente esperanza. Se sabe su levedad física, un hilo en la nieve, y su pesadumbre espiritual, huracán de fuego.
*Guerra
Mi padre murió dos veces. La primera porque se fue, la segunda porque lo abandonamos. Éramos tres y él fue solo. Lo abandonamos afuera del hospital cuando una debilidad terrible causada por un virus de inmunodeficiencia le robó sus fuerzas. Sus piernas temblaban como bailando un rock & roll. Su boca sangraba como si le hubieran clavado un falo hasta que le atravesara el alma. Su mente fallaba, como falla la mente de los abandonados que así nacen. En nuestra defensa, él fue el primero en irse. Dejó a mi madre y al hermano mayor a cargo. Los dos menores mudos, gritando silencio. No se sabe su destino. Cuando volvimos ya no estaba sentado en la banqueta en donde lo habíamos dejado tres meses antes. Lo buscamos también en su departamento. Su ropa desperdigada por todo el piso. Olor a cucaracha y a mierda atascada en el escusado. Tuvimos que desalojar, pagar tres meses atrasados de renta, nadie quiso sus ropas, ni los vagabundos.
*Paz
Mi primer libro lo leí a los 8 años. Quizá ya había leído algunos otros antes, pero los libros infantiles no cuentan. Era una biografía de Porfirio Díaz, fue un regalo de mi abuelo, el padre de mi madre que es como decir “mi padre”, parte de una colección más grande de biografías sobre “mexicanos ilustres”. Recuerdo poco, algunos datos curiosos; generalmente tiendo a olvidar lo que leo, pero tengo la esperanza que en algún lugar de mi mente, en el momento adecuado, la información que he guardado a modo de archivo desde mi primer libro me sirva para ganar una trivia que me haga millonario, o, simplemente, a modo de contención para llenar otros huecos que se vayan abriendo.
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¿Quieres saber la historia de mi nombre? Me preguntó Raquel, o María o quizá Magdalena, el día que la vi por primera vez. El día en que mi vida cambió para siembre. El día que se cimbró mi ser y mi cuerpo entero después de escuchar su voz, una voz que crepita levemente. Ahí hubo fuego, me digo. No solo fuego, sino un incendio total que consumió todos los bosques del mundo y la vida contenida en ellos, un incendio que iluminó de infierno el cielo, la tierra y el agua, incluso del subsuelo. No quedó nada. Así fue su voz cuando surgió temblorosa desde su recuerdo.
*Paz
Imaginemos la luna llena y alrededor un millón de estrellas reales. Todas visibles, pero difuminadas. Para ello hay que imaginar también al cielo desnudo, sin nubes quiero decir. Imaginémonos con la cabeza levantada, la frente apuntando directamente al universo. Estamos en un lugar, el que quieran, pero con la condición de que nada se interponga en nuestro campo visible y la luna llena, la más brillante de todas. Para sentir un poco más hagamos de cuenta que sopla el aire ¿lo pueden sentir? Si no, dejemos de imaginar y recuerden cómo se siente una brisa nocturna, de esas que llegan hasta los huesos pero que no calan. ¿Listo? El final es así: Ató una soga, primero a su cuello y después a la luna, y rodeado de estrellas se arrojó al vacío. Se colgó de la luna. Ahora imaginen la sombra del difunto en el piso que clarea con la luz lunar. El suicidio es un silencio de renuncia voluntaria.
*Guerra
De la literatura se hace sociología y política, filosofía e historia, aún más en Latinoamérica. Las mejores investigaciones socio-político-filosófico-histórico-culturales las han hecho quienes escriben literatura en nuestra américa. Rosario Castellanos, por ejemplo, escribió “Ciudad Real” y sospecho que no hay nada mejor escrito para conocer la realidad de Chiapas de aquellos años y la mirada de las personas “blancas” sobre las personas “indígenas”. Roberto Bolaño trata subrepticiamente, diría él mismo, en “Los Detectives Salvajes”, “Amuleto”, varios cuentos y, por supuesto, “2666”, la prostitución y la trata de personas en México, entre muchas otras cosas. Valeria Luiselli describe como nadie más en “Los niños perdidos” y “Desierto Sonoro”, la realidad de las infancias migrantes en los Estados Unidos. Fernando del Paso, en “José Trigo”, devela la misera de un México post-revolucionario tocando con una prosa ineludible la guerra cristera, el movimiento de los ferrocarrileros en el 58 y la formación de un “México moderno” cuyo espejismo se haría más que evidente pocos años más tarde. Dicho esto, no me resta más que resaltar que la literatura, como la investigación académica, es escrita por los que desde el privilegio y la blanquitud desarrollan una pluma maestra para hablar sobre temas que no les atraviesan aunque, de alguna forma, los hayan vivido.
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Y su voz pequeña voz crepitante dijo como haciendo eco el corazón, necesito que me ayudes. Luego me contó la historia más cruda que jamás alguien haya contado, y si no lloré fue porque si lo hacía no iba a parar más. Pero miento, sí lloré, y lloré con todas mis fuerzas, con toda mi alma, con toda mi vida que se me cayó a pedazos de las manos como arena mojada, para luego darme cuenta que lo que se estaba deshaciendo era mi cuerpo mismo, cuerpo de arena que se deshace. Solo que las lágrimas no me salieron de los ojos en forma de gotas de mar, sino del corazón en forma de gotas de sangre, y no he parado de llorar desde entonces. Y desde entonces mi corazón late como un accidente permanente. Y ese entonces es el día en el que nos morimos todos. Y desde entonces la vida me parece un laberinto, pero no un laberinto de arbustos, ni siquiera de concreto, sino un laberinto de lo perecedero.
*Guerra
1. Un elevador cualquiera se atasca después de un crujido, a cualquier hora del día. La luz se apaga, se escucha otro crujido y comienza a temblar el aire. En la oscuridad, en la fragilidad y en el miedo, inicia la guerra contra nosotros mismos. 2. Camino escuchando música con mis audífonos y para cruzar una avenida bastante transitada y no ser atropellado por las máquinas, comienzo a subir las escaleras de un puente “peatonal”. Una, dos, tres. Cambio la canción. Cuatro, cinco, seis. La vuelvo a cambiar. Siete, ocho, nueve. La tercera en el aleatorio tampoco me convence. Diez, once, doce… ¡Por fin! Esta música es la que buscaba. Termino de subir las escaleras y me encuentro con una vista casi envidiable por en medio y encima de los coches, sin embargo no la alzo, mi corazón empieza a latir más fuerte, siento su presencia, camino más rápido, mis piernas no responden, tengo taquicardia, quiero gritar, me toma por el brazo y entonces sé que ya no me puedo resistir al atraco. 3. Salgo de la casa de mi pareja en la madrugada, o de mis amigas. Reviso las placas, corresponden. Me llaman por mi nombre y abro la puerta. Volteo a despedirme, mando un beso, me recuerdan compartir la ubicación. Arrancamos…
*Paz
Mis recuerdos en el planeta tierra son un poco difusos, por no llamarles aneblinados, pues viví pocos años, aunque los suficientes para poder contar esta historia. Era un bebé cuando se apagó la luz y el aire se cortó por miles de cuchillas simulando un corazón. Luego crecí en la oscuridad y adquirí el don de la memoria y de la lengua. Recuerdo que era el mes de enero, el frío arreciaba con el paso de las noches y mis huesitos me dolían como si de ellos brotara una nieve ardiente. Cada noche, en medio de la madrugada, mi voz aún no formada salía de mi boca en forma de lamento. Lloraba, balbuceando. Un día tras otro, siempre en las madrugadas. Era el mes de enero y además del frío, solo recuerdo el abrazo eterno de mi madre que me pegó al pecho con todas sus fuerzas y me suplicó furiosa con su voz tan dulce “ya no llores”. Y ya nunca más volví a llorar.
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Me dijo, la historia de mi nombre es la siguiente. Mi madre quería llamarme María Magdalena, pero mi padre estaba enamorado de una puta, una bailarina llamada Raquel. Fueron al registro civil dos veces y no consiguieron ponerse de acuerdo hasta que el juez, a la tercera vez, sugirió el nombre con el que me presento: Raquel María Magdalena. Me arruinaron la vida, ¿verdad, joven? Qué nombre tan horrible, uste’ me puede decir Raquel, o María, o Magdalena, o María Magdalena. Ayúdeme por favor a encontrar a mi hija. Ella sí tiene nombre bonito, qué se va a andar comparando con el mío, se llama Lucelly. ¿Está bien bonito, verdad? Y también a mis nietos, joven. Ellos yo sé a dónde están. Marcelo se los vende a unos señores, pero no completos, sino nada más por partes. Sí, por ejemplo, una córnea vale doscientos mil pesos, entonces la vende, pero el niño aún tiene el riñón, esos andan como en cuatrocientos mil. Ahí mero en el hospital los curan, les sacan las córneas, los riñones, o lo que se necesite, luego los doctores los curan hasta que ya pueden entregárselos otra vez a Marcelo para que los siga cuidando mientras sirvan. Yo quiero llevarme a mis nietos, pero míreme nada más, tan flaca que estoy, más flaca que la muerte, y así no puedo, joven; ellos tienen hasta pistolas, aunque a mí no me dan balazos eh, les he de dar lástima así como me ven, pus qué les va a hacer una viejita como yo. No, a mí no’más me ignoran. Todos me ignoran, joven. Uste’ no me vaya a ignorar por favor, es que ya fui a la policía y Marcelo compró a todos, dicen que estoy loca, tiene mucho dinero, es muy malo. ¿A uste’ no lo va a comprar, verdad, joven? Si luego luego se ve que uste’ es buena persona, uste’ sí me cree, ¿verdad, joven? A Lucelly se la robó, joven. Estaba bien chiquita, tenía como veinte años, ya hace mucho de eso, pero yo sé que sigue viva. Marcelo la prostituía, joven. Ahorita todavía, pero no es lo mismo una prostituta tiernita que una ya grandecita. Pues no sé quién sea el papá de mis nietos, joven, yo creo que son varios, pero no me importa, son mis nietos, en una de esas hasta Marcelo es papá de alguno ¿y uste’ cree que le haga eso a sus propios hijos? Pues Lucelly se embarazaba y no la obligaban a abortar, sino al contrario, joven, la obligaban a tenerlos para juntar más niños. Se embarazó como veinte veces, pero que yo sepa no’mas tuvo siete. Muchos se los llevaban al otro lado. Allá en Tijuana tienen casas de seguridad, compró una privada completa, joven. Son cuatro casas. La primera es para los que obligan a trabajar en el campo. La segunda es donde hacen sus películas cochinas con los niños. La tercera es donde tienen a los que prostituyen. ¿Y la cuarta? Ah sí, la cuarta es donde tienen a los que trafican con sus órganos… Yo hice toda esa investigación solita porque los policías no me hacen caso, ya se las conté a ellos, pero le digo que Marcelo tiene mucho dinero. ¿La última vez que vi a Lucelly? Hace como una semana. La tienen en un rancho en Almoloya junto a otras muchachas, yo me mudé para el fraccionamiento que está ahí al lado desde donde se puede ver para dentro del rancho. Marcelo no sabe, pero yo lo estoy siguiendo de cerca. Es que la última vez se puso muy borracho y se puso a disparar al aire. Yo me desperté bien asustada y vi que andaba corriendo desnudo atrás de las muchachas, pero estaba bien enojado, joven, y le pegó bien feo a mi Lucelly. ¡Ay, tengo mucho miedo, joven! Tengo mucho miedo de que la haya lastimado mucho y que yo no pueda estar con mi hija. Ella sí tiene un nombre bien bonito, ¿verdad? No como yo que tengo nombre de puta.
*Paz
1. A veces el reflejo puede ser tan intenso que no permite ni siquiera vislumbrar lo que hay detrás. 2. Los diarios son muletas para la creación literaria. 3. ¿Qué hacer cuando la lluvia nos sorprende en el camino? La persona que se viera asaltada por la lluvia debía cavar un hoyo, meterse dentro y luego cubrirse de tierra. 4. La experiencia juega unas malas pasadas cuando la luna menguante se instala como un halo de luz sobre la tinta que aún no se ha escrito en la memoria. 5. Tratándose del tiempo todo pasa por primera vez. 6. La experiencia generalmente es un fraude. 7. Cuando uno está feliz, o presiente que la felicidad está cerca, se mira en los espejos sin ninguna reserva. 8. A veces los espejos se empañan de tanto mirarlos. 9. El concierto de los ruidos de la noche.
*Guerra
1. “Elige la paz en lugar de la confrontación, excepto cuando no podamos obtener, cuando no podamos proceder, cuando no podamos avanzar; entonces, si la única alternativa es la violencia, usaremos la violencia y elegiremos la guerra”. 2. La emoción juvenil del inicio de un viaje, la amargura de su final. El viaje siempre es, más que un viaje, un espejismo. 3. Cuando alguien dice que una palabra no existe y le molesta su uso, lo que realmente le molesta es la existencia de aquello que la palabra está nombrando. 4. La prueba más irrefutable de que Dios no existe es que si existiera, las puertas automáticas siempre estarían abiertas. Como no siempre están abiertas, por lo tanto, Dios no existe.
*Paz
Pasajera en trance. Ella también. No soy un extraño. Alma de diamante. Ojos de videotape. Los libros de la buena memoria. Viernes, 3AM. Canción para los días de la vida. Promesas sobre el bidet. Muchacha (ojos de papel).
*Guerra
Cerca de la revolución. Rezo por vos. Yendo de la cama al living. Barro tal vez. Los dinosaurios. Cantata de puentes amarillos. Nos siguen pegando abajo. Durazno sangrando. Canción para mi muerte. Perdonado (niño condenado).
*Guerra
2666. José Trigo. Desierto Sonoro. Ciudad Real. Crónicas de una muerte anunciada. Las batallas en el desierto. Furia. Nuestra parte de noche. Los días terrenales. Las muertas. Entre los rotos. Temporada de Huracanes.
*Paz
Papeles Falsos. Álbum de familia. Cien años de soledad. Estas ruinas que ves. Carta a Sor Filotea de la Cruz. Casas Vacías. Los muros de agua. Pedagogía del Oprimido. Distancia de rescate. Lectura fácil. Amuleto. Palinuro de México.
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