top of page
  • X
  • Spotify
  • Instagram
  • Facebook
  • YouTube
  • TikTok

Por las noches las jirafas salen a pastar

Sé que hay algo escondido entre las ráfagas nocturnales de viento que juguetean entre los columpios del parque cerca de mi casa porque últimamente lo he alcanzado a notar cuando me paro en la madrugada a deambular entre calles, preguntándome si la vida es solo esto. Cuando recorro con cautela todos nuestros pasos solo para verme atrapado en un bucle sin fin. Cuando revivo nuestras caminatas nocturnas y trato de reinterpretar todas nuestras conversaciones en aquella banca de concreto en la cual nos encantaba sentarnos a charlar por horas. 

Ahora no tengo tu compañía y ya no estás tú, ahora te suplanta una colilla de cigarro a medio consumirse entre mis dedos. Tú no sabes esto, pero he empezado a agarrarle el gusto al tabaco. Me he convertido en alguien que nunca creí llegar a ser: comencé a fumar por las noches porque las siluetas de humo son las únicas que me hacen compañía cuando me siento solo. También estoy agarrándole el gusto a mi trabajo, aunque todos los días me peleo con los números frente al monitor, ya no escribo tanto como yo quisiese y poco a poco estoy alejando a mis amigos de mi persona.

Lo que escucho aquellas noches en las cuales trato de escapar, son susurros. Palabras secas que se meten entre los huequitos de las agrietadas banquetas en donde hacen un nidito con hojas secas y pedazos de césped recién cortado para aquellas personas que quieren alejarse un poco de su realidad. Aunque para mí no hay espacio, me lo han dicho reiteradas veces, me repiten una y otra vez que no pertenezco a ese lugar. Por alguna razón no creen que esté lo suficientemente cansado como para querer meterme a la fuerza a esconderme de todo lo que me rodea y me persigue. No creen cuando les menciono que a veces siento que todo va muy rápido, que todo es muy gris y que por las tardes de domingo me acechan fantasmas que traigo arrastrando de mi casa hasta el centro. 

No me dejan quedarme a jugar o platicar con los tlacuachitos que van y vienen veloces, cargando tarros de miel. Quiero creer que son para endulzar alguna taza de té o tal vez para atrapar a las jirafas que por las noches se atragantan del pasto de nuestro parque favorito, ese que estaba a dos calles de tu departamento y a donde solíamos ir cuando algún problema nos tenía atados de manos. No me creen cuando les digo que ya no puedo, que no voy tras su miel o tras las jirafas, que voy persiguiendo algo aún más grande o pesado. No sé qué es, pero desde hace años ya que lo sigo.

Desde hace semanas empecé a planear mi funeral y a reescribir el diálogo que tenía planeado para ti cuando te volviera a ver si es que cumplíamos la promesa que hicimos de volver a juntarnos un año después. Pero ya pasaron dos y no te veo ni siquiera las ganas de dirigirme la palabra o de regresar a mi vida a joderla aún más. No sé si me odias o me quieres y sé que por eso no puedes ni siquiera verme cuando te llego a topar entre las sardinas que toman el metro por las mañanas. 

Respeto tu silencio y tu espacio porque cuando éramos novios siempre te quejabas de que no lo hacía. Decías que nunca te escuchaba y al final terminaba haciendo lo que yo quería, pero yo te quería a ti y mira cómo hemos terminado. Me limito a ignorarte y a fundirme con la muchedumbre que me empuja y asfixia justo antes de entrar a trabajar. Me contengo con tanta fuerza de no ir a abrazarte o hablarte que cuando salgo a correr termino por gritar tu nombre y a odiarte. A maldecirte y pensar cómo fue que acabé en este lugar.

Como odio que yo sigo pensando en ti aun después de todo lo que me hiciste sentir, que a veces sueño con nuestro futuro y despierto llorando, perturbado, sin saber qué más hacer. Me levanto buscándote, entre mis sábanas y cobijas, debajo de la almohada y cuando caigo en cuenta que no estás ahí, opto por salir a buscarte afuera, pero siempre termino más perdido que cuando comencé. Siempre termino tratando de escapar de quien soy o quien fui, de no saber más lo que quiero o lo que me gusta, de no decidir si arrancarme los pedazos podridos de piel que cuelgan de mis brazos y rostro.

Odio que pareces normal y odio más que pareciera que no te puedo superar. Hay veces en la que la curiosidad me mata y termino caminando por tu calle para ver si logro al menos encontrarte a lo lejos, pero siempre las jirafas apartan mi atención de tu casa. Me pregunto ¿a dónde irán después de que pastan? Nunca lo sabré. Así como nunca sabré si de verdad me quisiste o solo fui un raro experimento para ti, o si me extrañas o si de vez en cuando piensas en mí. Si me recuerdas con canciones, colores o sensaciones, si recuerdas cómo se sentían mis besos sobre tu piel y tus labios colisionando con los míos. Yo a veces tengo la certeza de saber cómo era, aunque poco a poco esa idea se va desvaneciendo. Se va junto con las jirafas que parecen correr de los rayos de la mañana. Siempre te extraño de noche porque de día el mundo y la vida vuelven a girar, a avanzar. Por las noches todo parece quieto o congelado, nada parece cambiar. Pero por las mañanas, la vida real me golpea una vez más, me despierta, me arranca de mi sueño y me recuerda que tengo que continuar. Que no existe el funeral, que no me extrañas, que me odias, que no me buscas entre sueños, que no gritas mi nombre cuando cocinas y por supuesto que no ves a los tlacuaches con sus tarros de miel, ni mucho menos a las jirafas que pareciera solo me hacen compañía a mí. Después de todo, nada se queda igual, con o sin ti, la vida sigue y ya está.


Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page