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Panza llena corazón contento

Lector ¿Te ha pasado que cuando comes el primer bocado de cualquier alimento, te sabe tan delicioso que te hormiguean las mejillas? Si no es así, lamento informarte que nunca has probado algo tan rico que te haya hecho encontrar el sentido de la vida, pues no hay dicha más grande que degustar un manjar tan lleno de pasión. Sabiamente, Federico Fellini (director de cine y guionista italiano), dijo que “la vida es una combinación de magia y pasta”, imposible desmentirlo, quizá modificaría su frase por “la vida es una combinación de magia y tacos” pero cada quien la puede adaptar según sus preferencias culinarias.


La gastronomía es el arte de alegrar el corazón mediante el alimento, sin ánimos de ofender a los gastrónomos del mundo diré que todos podemos practicar este arte siempre y cuando le agreguemos técnica, disciplina y amor. Recuerdo que mi momento favorito del día cuando era niña era llegar a mi hogar después de la escuela y probar los guisos de mi mamá, a quien ningún chef reconocido le ha llegado a los talones; ella es la mayor exponente del arte de hacer lentejas y albóndigas, cada bocado que le das a sus guisos es como un abrazo, y ese amor característico de las madres se podía oler desde la acera cuando hacía sopa.


Crecí entre aromas y sabores, deleitándome del arte y probando el mundo mediante platillos, no crea que me gusta toda la comida; en alguna ocasión mi mamá preparó sopa de cebolla y no me dejó pararme de la mesa hasta que la terminara, pero no soporté el sabor. Actualmente puedo comer una Zwiebelsuppe suiza sin problema. A mi pensar, la comida, al igual que los libros, te eligen en ciertos momentos de tu vida, cuando no se está listo para el encuentro simplemente no se disfruta y mientras más intenten forzarte a degustarlo, peor será la relación con ese platillo o libro, es por eso que odié la sopa de cebolla por más de diez años hasta que llegó el momento, estando en un lugar lejano y extrañando a mi familia, mi cena accidental fue esa acuosa sopa. Era el destino, yo no hablaba alemán y pedí lo que tenía el nombre más corto del menú, ahora la Zwiebelsuppe es parte de mi vida.


Soy una catadora de alimentos, nací con el don de elegir los platillos más deliciosos sin siquiera verlos u olerlos, es mi séptimo sentido y lo exploto como puedo, termino compartiendo mi comida con mi familia porque lo suyo no sabe tan bien. Pruebo comida de todas partes, sin embargo, no tengo un lugar favorito para comer y no me he creado la costumbre de ir al mismo lugar cotidianamente, lo que sí hago y me disculpo por ello, es desayunar siempre lo mismo, molletes de aquí y de allá (sin albur), chocolatín y café americano. Por lo regular cuando escojo algún lugar para comer no me fijo tanto en su aspecto, sino en su olor, puede ser un lugar muy elegante y hermoso como La casa del lago en Chapultepec, pero su comida no le ganará a la de Doña Sol, es por eso que no debemos fiarnos de cómo se ven los lugares, aunque si están dentro de nuestro presupuesto y tienen las características mínimas de higiene estaría mejor.


Puede que usted, mi estimado lector, piense que me dedico a cocinar ¡más equivocado no podría estar! Ya le mencioné que soy una catadora y, por lo tanto, me dedico a probar hasta encontrar los mejores platillos, ¿que si sé cocinar? Si sé y lo hago bien, me gusta experimentar, en ocasiones quemo las tortillas, pero puedo preparar un ratatouille muy rico como el que descongeló el corazón de Anton Ego, mis hijos en el futuro no pasarán hambre, de todas formas prefiero deleitarme con lo que los demás preparan. Debí haberme casado con un chef, pero el amor de mi vida prepara el cereal con leche que los ángeles codician y eso es mucho mejor que una estrella Michelin.


El pecado de la gula me ha corrompido; sin embargo, antes de sufrir los males profetizados por Dante, he tratado de moderar mi consumo de amor y variado mis catas, ya también soy experta en ensaladas y cocteles de frutas, recomiendo aquella ensalada con queso de cabra, arándanos, mango, uvas, tocino y lechuga, es una buena celebración del sabor. No quisiera corromper a nadie, solo intento animarle a usted, mi querido, a probar nuevos platillos y explorar el mundo de la gastronomía. Antes de decir “no me gusta”, pruébelo y luego júzguelo como se debe, y hágase, si gusta, un catador de alimentos como yo lo soy. Prometo no se arrepentirá, encuentre aquellos sabores que le hagan sentir hormigas en todo el cuerpo y solo así podrá ser feliz.


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