Soy un animal de costumbres, aunque nunca me he acostumbrado a cosas buenas. Me gusta pararme temprano para continuar en la cama y pensar en las cosas que he hecho mal (no me puedo perdonar), después de mis labios brota un padre nuestro y con ello busco algo de comer.
Mi rutina no es nada complicada, dependiendo del día me preparo para salir a la escuela (ya de por sí es una rutina que no necesito explicar), o aplastar mi culo contra una silla durante el resto de horas que faltan para ir a dormir, aunque quiera salir en esos días en los que no tengo nada que hacer afuera. Algunas veces telefoneaba los viejos números de mi agenda para saber si alguien gustaba hacer algo, pero ya no, es complicado llenar esta soledad tanto como lo es llenar un barril agujereado.
Por un tiempo intenté salir solo, no fue tan mala idea hasta que me miraba rodeado de personas acompañadas que platicaban intensamente sobre la obra vista y de lo que harían más tarde. ¿Más tarde? Yo estaría en camino a casa con el café para llevar (porque no soporto las cafeterías en soledad, no me acostumbré), pensaría mil y un excusas para no continuar afuera: hace frío, parece que va a llover, ya es un poco tarde, entre otras muchas.
¿Cuándo fue la última vez que salí con alguien? Realmente no lo recuerdo, hay vagas sensaciones de que en verdad fue hace poco tiempo, pero ha de ser mi soledad la que me hace creer eso; no hay nada peor que la sensación de haber sido feliz hace poco, pero realmente no fue así, el buscar compañías sólo por estar con alguien trae a uno malas experiencias. Tantas, que parece que no se comprende, que hasta se disfruta el tropezar y el ensuciarse.
Pero bueno, yo hablaba de mi rutina; cuando me quedo en casa a aplastar mis nalgas sólo tomo un libro, el que me parezca menos aburrido, y me tumbo a leer con ocasionales descansos para comer algo. Durante el proceso prendo varios cigarrillos y tal vez llore un poco antes de dormir. Nada complicado realmente, si lo pienso un poco.