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Sonia Liliana Bruno Rosas

Memoria y cultura como origen de la identidad en el ser

La cultura es, sin duda, la marca distintiva del mundo, en general, es lo que nos permite distinguirnos, como mexicanos, españoles, estadounidenses… y si queremos ser más específicos, los que nos deja saber si somos o no parte de un lugar. No existe persona, incluso objeto u objetos que no posean cultura, dado que es gracias a la misma y al pasar del tiempo (memoria) que la misma se forma. Es gracias a este análisis que podemos darnos cuenta que no existe cultura sin memoria.

Por consiguiente, aunque suene complejo y paradigmático a lo dicho anteriormente, tampoco existe la memoria sin la cultura, es decir, sin cultura no tendríamos nada que transmitir, entonces ¿Dónde queda la memoria? Me atrevo a afirmar que una está ligada a la otra y viceversa, algo bilateral, no unilateral. Convirtiéndose, de este modo, ambas, en la esencia del ser humano, dando así, origen a la identidad.

Para comprender esto de un mejor modo, me gustaría hablar de la cultura por sí misma, la cual, desde Molano L. (2007), quien cita a Verhelst (1999, p. 42), se “trata de algo vivo, compuesta tanto por elementos heredados del pasado como por influencias exteriores adoptadas y novedades inventadas localmente”, el concepto, por sí mismo, alude desde el inicio a la memoria y nos muestra como esta se liga directamente con la cultura, permitiéndonos conocer, o bien, observar ya desde otro ángulo, la unión que ambas poseen.

En otras palabras, y, siguiendo la línea de Molano L. (2007), la cultura es todo lo hecho por el hombre a través de los años, sin ir más allá y sin quitar merito por nada de lo que ha ocurrido desde el uso de razón del hombre por primera vez al, ahora, actual presente. Llegando a este punto, me atrevo a preguntar, entonces… ¿la memoria es hecha por el hombre por sí solo, quien, a su vez va creando la cultura?, la respuesta más factible y corta sería un sí, pero no. Porque, ¿Cómo estar realmente seguros?

Para responder ambas interrogantes es imperativo conocer el concepto de memoria y hacer un análisis del mismo, la memoria, según Pérez-Taylor es simplemente “el acto de recordar actos o sucesos acaecidos tiempo atrás” (Pérez-Taylor, 2002, p. 32). Sin embargo, cuando hablamos de recordar esos actos o sucesos debemos tener en cuenta que estos no solo se van a instaurar en nuestra memoria, tendrán lugar en la memoria de los demás actores del momento, acercándonos de este modo a la memoria colectiva.

La cual Magaña Mancillas (2014), define como una reconstrucción de un pasado, misma que se hace desde un presente en determinados momentos, dándole sentido en ese instante, sin embargo, no se habla de cualquier pasado, sino de aquel que ha logrado generar impacto a una sociedad o un grupo social, ya sea mediante de hazañas, celebraciones, momentos trágicos, dolorosos. Lo que vuelve diferente a la memoria de la memoria colectiva, es que una prevalece o es concebida por un solo individuo, mientras que la segunda tiene lugar en la memoria de un grupo.

Tanto la memoria como la memoria colectiva, se unen a la cultura para formar el principio del ser: la identidad. La cual, es lo que nos permite ser quienes somos, y, es gracias a los dos componentes mencionados anteriormente que se nos permite nuestra búsqueda, la memoria y la cultura, son parte inherentes de nosotros mismos, tal es el caso que yo no me podría asumir Oaxaqueña si un día viajo a Oaxaca cuando no crecí en ese lugar, ¿por qué?

Desde mi punto, crecer en un lugar específico es lo que determinara el modo de ver y vivir la vida, la manera en la que deberé o no desarrollarme socialmente, acercándonos ya a los juicos de valor, que como todos sabemos en ellos recae la visión y la importancia con la que concebimos nuestro día a día. Es gracias tanto a la cultura, misma que hemos definido, como todo lo hecho por el hombre; que estos tienen lugar en la razón del hombre.

Por ejemplo, alguien de Estados Unidos no tendrá la misma percepción que alguien de México hacia la comida picante, sin embargo, ambos sabrán cómo comer la comida y sabrán que lleva picante por las sensaciones que la misma ocasiona en el paladar, el primero no estará acostumbrado, mientras que el segundo lo estará. Aquí vemos como juntas, la cultura y la memoria interaccionan para formar la identidad de la persona. Demos un ejemplo menos complejo y a su vez más en comparación con el anterior.

Dentro de una comunidad hipotética a la que denominaremos C1, existe una celebración el 3 de agosto, por mencionar una fecha. Ese día todos dentro de C1 asisten y conocen el valor que tiene dicha festividad, muestran señal de respeto y la veneran, desde personas mayores hasta niños y niñas, ahora, existe otra comunidad hipotética llamada C2, para nosotros, que no tiene ninguna festividad ese día, así que cuando alguien de C2 asiste a C1 por cuestiones del destino el 3 de agosto y se encuentra con esa festividad, no comprenderá que sucede y tampoco podrá participar o sentirse parte, porque en C2 eso no existe, por ende no existe una cultura para esa persona que se asemeje a la C1 en ese momento, dado que en la memoria del habitante del C2 el 3 de agosto no sucede nada en su comunidad, en ninguna memoria de los habitantes de C2 lo hará.

Lo mismo ocurrirá si alguien de la C1 asiste a la C2 cuando tenga una celebración única de esa comunidad, sin embargo, no solo aplica para celebraciones, hablamos de la comunidad en general y la cultura de la misma, pese a que compartan rasgos de familiaridad no compartirán la cultura del mismo modo, podemos compartir cultura, sin embargo, la cultura no será la misma, porque no está impregnada desde la misma memoria colectiva o individual. De este modo podemos ver como la cultura ha sido transmitida mediante la memoria, y, al mismo tiempo como la memoria ha creado a la cultura.

Para finalizar, podemos afirmar que memoria y cultura, juntas, dan origen a la identidad del ser humano, dado que esta depende de factores tanto externos como internos, mismos que nos permiten tener una concepción a partir de nuestra reflexión. No obstante, ¿son estos los que nos limitan como seres?, nos dan la concepción de lo bueno y lo malo a través del tiempo, determinados por la memoria y manipulables por la cultura, la misma que nos permite hacer o no, entonces ¿fungen como controles en nuestro desarrollo o es que son estos dos componentes los que no dan pautas para nuestro desarrollo óptimo? Y de ser así, si ya hemos visto que una depende de la otra, ¿Quién lo ha decidido por nosotros? ¿somos nosotros mismos, en realidad?



Bibliografía

Magaña Mancillas, M. A. (2014). Memoria colectiva: Procesos psicosociales. Región y sociedad, 26(59), 303-310. Recuperado en 26 de febrero de 2023, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-39252014000200011&lng=es&tlng=es.

Molano L., O. L. (2007). Identidad cultural un concepto que revoluciona. Revista Opera, (7), 69-84.

Pérez-Taylor, R. (2002). Entre la tradición y la modernidad. Plaza y Valdés de C.V.



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