El precio de estar a la moda
- Brenda Mortara
- 17 jun
- 6 Min. de lectura

Lipovetsky escribió El imperio de lo efímero: la moda y su destino en las sociedades modernas en 1987, haciéndose preguntas que aplican en nuestra actualidad; en tiempos recientes, hemos visto que Donald Trump ha impuesto aranceles a muchos países, incluyendo México, y también marcando este mismo destino para China, el país asiático decidió salir a revelar las empresas manufactureras a las que empresas como Temu, Shein y otras industrias de fast fashion han decidido acudir por sus precios bajos y la mano de obra barata, sin embargo -para algunos sorpresa y para otros confirmación-, el que China haya destapado en cuánto vende una bolsa Birkin de Hermes y en cuánto la venda la firma ha hecho que personas alrededor del mundo se cuestionen lo que significa traer una marca de lujo valorada en doscientos mil pesos cuando la mano de obra está por debajo de los miles, ¿de dónde surge la necesidad de tener al alcance de la mano un bolso que vale más que un salario mínimo en México al año?
Gilles como buen francés y filósofo quiso cuestionar algo que para muchos filósofos a lo largo de toda la historia de la filosofía se ha considerado banal y frívolo, a Platón no le importaba lo que vestía, ni a Aristóteles, mucho menos a alguien tan controversial como Nietzsche, sin embargo, la moda, en especial la moda francesa -y a la que supongo se refiere el autor con más puntualidad en su texto-, destaca por lo que ahora llamaríamos tendencias: desde los corsés, los peinados, las plumas, el escote, los zapatos y las telas.
No olvidemos que la seda que venía de China era uno de los pilares importantes para mantener la economía de este imperio, al igual que muchas de las otras cosas que se comerciaban en las Indias. Pero, ¿realmente podemos poner dentro del mismo punto al fast fashion, la moda y el estatus que representan ciertas prendas? Lipovetsky nos dice “la moda no es tanto signo de ambiciones de clase como salida del mundo de la tradición; es uno de los espejos donde se ve lo que constituye nuestro destino histórico más singular: la negación del poder inmemorial del pasado tradicional, la fiebre moderna de las novedades, la celebración del presente social.”[1]
Si bien en la década de los ochentas lo que definía a la época era el progreso y la reinvención[2], fue también el momento donde más mujeres se interesaron por dos cosas: el fitness y el trabajo fuera de casa, es decir, trabajo de oficinas, donde la mayoría eran hombres.
La moda a lo largo de la vida ha acompañado a la mujer y no es novedad que durante esta época también lo hizo, de la forma que sabe hacerlo: por medio de la licra como elemento principal en las telas y los blazers o sacos con un toque diferente que ensanchaba los hombros y marcaba la cintura en cuerpos femeninos.
¿Quiénes fueron los principales exponentes en este territorio de blazers y powersuits? Theirry Mugler, Jean Paul Gaultier et Yves Saint Laurent, los dueños de las casas de moda más importantes de Francia, a donde también pertenecía Lipovetsky, quitando de lado el momento histórico que estaban viviendo las mujeres en el campo laboral, debió ser inquietante para el filósofo francés la rapidez con que las casas de moda invertía los papeles de lo masculino y lo femenino; las siluetas, las telas y los colores para sustituirlos por prendas de vestir consideradas clásicas en la sociedad francesa del siglo XX.
Dicho en sus palabras:
“La moda no ha acabado de sorprendernos: cualesquiera que sean sus aspectos nefastos en cuanto a la vitalidad del espíritu y de las democracias, se presenta ante todo como el agente por excelencia de la espiral individualista y de la consolidación de las sociedades liberales.”[3] Y es que en su texto hace alusión de que el votante se parece más a un consumidor -parecido a lo que dirá Chul-Han en tiempos más actuales con su sociedad del consumo-, ávido de experiencias que satisfagan sus necesidades lúdicas por medio del consumo, que surge a partir de las sociedades capitalistas modernas.
El fast fashion o el sistema de úsese y desechese a la brevedad
En tiempos recientes, hemos visto lo que puedes conseguir en páginas como Temu o Shein, prendas básicas y a la moda que cumplen con este rito social de pertenecer pero también con el diferenciador al que se refiere Lipovetsky con la espiral individualista a la que aspira también la persona. Por un lado tenemos lo que nos dicta la moda, que está ligado con el capital que posee una sociedad o gobierno y el aspecto que vuelve a una persona única e interesante por medio de lo que viste y cómo lo viste. No es lo mismo llevar un anillo heredado por la abuela a comprar diversos anillos de diversos tamaños y traerlos en la mano listos para acompañar el atuendo del día. De ahí que muchas influencers o en épocas de los dosmiles, las revistas nos dijeran qué estaban vistiendo las celebridades y cómo es que teníamos que vestir nosotros para pertenecer, para estar un paso más cerca del ídolo y menos del anonimato.
La moda ha traído tendencias que Paris Hilton o Britney Spears nos hicieron llevar: pantalones de mezclilla a la cadera, tops corts y pegados al cuerpo, teñirnos el pelo de rubio o los famosos conjuntos deportivos de terciopelo al que asistían a eventos y eran considerados icónicos.
Como indicador temporal, ha hecho su labor la industria de la moda; así como también indicador de riqueza de una sociedad, pero quizá la parte que ha descuidado y a dejado que siga su curso es el fast fashion o moda efímera y los medios de producción así como los materiales no renovables que requieren estas mini colecciones que son lanzadas al mercado y se producen en masa, nadie en estos tiempo ha podido seguirle el ritmo a lo que pareciera que requiere la moda actualmente.
“El cambio ya no es un fenómeno accidental, raro, fortuito, se ha convertido en una regla permanente de placer para la alta sociedad, lo fugaz funcionará como una de las estructuras constitutivas de la vida mundana.”[4]
¿Realmente existen clásicos o todo puede dejar de estar al día cuando se trata del vestir?
Cuando la moda se vuelve inalcanzable, para favorecer a los corporativos
Una bolsa Gucci o una bolsa Chanel puede significar dos cosas: que aprecias la calidad de la prenda y apoyas la industria de Italia o Francia o que realmente necesitas demostrarle al mundo que has alcanzado cierto estatus dentro de la sociedad.
Las series también han contribuido en este aspecto, una persona clásica y old money lleva siempre lujo silencioso, más relacionado con marcas como Chanel, Burberry o Ralph Lauren. Aquellas que se atreven a ser más sensuales y provocativas llevan Versace y aquellos cuya riqueza es reciente tienden a llevar bolsas Birkin; las cuales son difícil de conseguir y tratan de demostrar solo una cosa: no solo que tienes dinero, sino que tienes suficiente tiempo siendo leal a la marca que puedes acceder a comprar una de ellas y pertenecer al club.
Cuando empresas de fast fashion han facilitado la adquisición de prendas que se asemejan a las de marcas de lujo, ¿qué le queda a la marca de lujo por ofrecer? Exclusividad.
La exclusividad no se vende, es algo con lo que naces -literalmente- u obligas a que te lo den. China más que exponer la mano de obra barata, los lugares inhóspitos donde tienen a sus trabajadores y el margen de ganancia que tienen las marcas ha expuesto también de lo que en estos últimos años se han beneficiado las casas de moda: el lujo como objeto de lo exclusivo.
¿Qué hacer con la moda entonces?
No estoy diciendo que la moda sea todo lo que está mal en la sociedad, tampoco es lo más condenable. Pero si hay que replantearnos nuestros gustos personales con aquello que vemos allá afuera: en pinterest, en revistas digitales y en la joya de la moda mediática: instagram. Puede o no gustarte vestirte para otros, ni siquiera vestirte para ti, pero no hay que negar que la moda nos ha acompañado y nos seguirá acompañando por lo que reste de nuestra existencia. Habrá gente que la use como herramienta para dar algún mensaje, o gente que la porte para expresar su personalidad. Hazle caso a tu intuición, usa la ropa que quieras, compra de segunda mano y pregúntate siempre al comprar una prenda: ¿la necesito o es la sociedad quien la usa?
Notas
[1] Lipovetsky, 1987, El imperio de lo efímero: la moda y su destino en las sociedades modernas, Anagrama, p.11.
[2] De acuerdo con Vogue de México y Latinoamérica.
[3] Lipovetsky, p.13.
[4] Lipovetsky, p.31.
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