ACTO 1 ESCENA 1 (El Narrador se encuentra en la tabla iluminado con una luz tenue mientras camina por todo el espacio del escenario). NARRADOR (Su tono es sobrio pero burlesco; sus movimientos son lentos y tranquilos, marcha de un lado a otro como si buscase algo que no quisiera encontrar, observa al público con repudio y burla). (Inicia viendo hacia abajo, como si hablase con sus pies) En ocasiones las sombras dicen más que la afamada y tan bien vista luz en la que los bellos cuerpos, las almas puras y la perfección brillan de tal manera que deslumbran a quien se disponga a contemplarles, por capricho, admiración o curiosidad. (Alza la vista y observa a su alrededor) El alma que es capaz de alzar la vista para ver de lleno a la perfección, peca de carecer de toda gracia en contraste a la que irradian los faros solemnes que se alzan por doquier, (se pone en cuclillas y ve a su alrededor con miedo) se da cuenta pues, de que su ser es totalmente opuesto a la sublime luz (se levanta y coloca sus manos tras de sí mientras ve al público), halla en el reflejo el delirio de la mentira; trata de encontrar admiración para poder alzar sus ánimos y estos le motiven a creer que él también es portador de luz. Sin embargo, (comienza de nuevo su marcha de un lado a otro) su interior, su ser, carece de todo rayo de luz, es una pieza de carbón inservible en la que ni una chispa de luz puede emanar a pesar de que se esmere en la tarea de contemplar a las grandes iluminarias. Su alma y su ser no brillan, ni brillarán; mucho menos destacan ni destacarán, porque en él impera la total imperfección. El fétido estigma de la diferencia, la misma que le hace evidente la cruenta realidad en la que, sin quererlo ni desearlo, el vertedero oscuro donde todo lo malo, repulsivo y asqueante, es arrojado, olvidado y omitido, se hará de su ser. Le hará silencioso por más que grite y suplique ayuda, por más tormentos que viva y exprese, las farolas perfectas que circundan su mundo, las gentes normales y de buenos ropajes o modales le omitirán, le ignorarán por miedo a enfrentarse a una realidad en la que todo ser está dispuesto a pertenecer si emprende la marcha de la comparación, del autocuestionamiento, si hace caso de las miradas y frases que oscurecen el alma a pesar de que ésta pueda ser tan radiante como un sol. Son aquellas grandes y sublimes gentes que se jactan de sapientes, brillantes, conocedoras del mundo y del todo, las que reprenden a las almas que, por abominación física o gustos ajenos a los suyos, se vuelven sus sombras; se vuelven en el entorno oscuro al que tanto adoran pertenecer, porque sólo en medio de la oscuridad que ellas mismas generaron, es donde pueden brillar y destacar. (Se apagan las luces y el narrador ve de forma seria y con odio a la audiencia). ESCENA 2
En la ciudad de México, colonia Morelos (1910). (Las acciones se desarrollan en un espacio abierto).i JENARO (Su postura es encorvada, en su mirada y habla se manifiesta preocupación. Sus movimientos son torpes y arrastra los pies. En la mano izquierda porta una carta). Espero que mamá y papá me esperen para cenar, no he tardado tanto, ¿o sí? Sólo fueron dos horas, quizás un poco más, debo tener más cuidado para la próxima, aunque no creo que sea necesario, seguro no habrá próxima vez. CIUDADANO 1 (Junto a otros tres ciudadanos caminan aprisa. El ciudadano 1 y 2 cargan baldes con agua; el 3 un cesto y el 4 unos arrapos). ¡Estorbo, sácate de aquí, quítate! (los otros tres le rechiflan a Jenaro). JENARO (Al quitarse del camino por donde van a pasar los ciudadanos se cae, y rápidamente va a sentarse en una banca. Ante el llamado de atención luce asustado, pero cambia este comportamiento por uno inconforme, luego a uno melancólico y por último a uno alegre).
Sí, señor, disculpe… Estos chingados indios son como animales, se parecen a los negros, los dos creen que se las pueden de a todas, serán dueños de algo, ¡de naigra han de ser, namás sirven para hacer tortillas y jalar como mulas! (Ve la carta). Mi Mariana tan chula que está, y tan bien que escribe. Ojalá y pudiera escribir como ella, pero namás naigra, ni pa ´eso salí bueno, pero qué se le ha de hacer, con la chusma que me tocó de parientes no puedo hacer nada más que aprender lo que me enseñe mí papá, para terminar igual que él de seguro, a pasar penas y quesque pescar alguna vieja, ¿pero pa qué? Yo me las quiero ingeniar solito o seguir los pasos de Luis. (Suspira y se lamenta mientras lee la carta). Ni siquiera un terrenito pa´ nosotros dos pude conseguir; se va a ir pal norte, para ver qué pesca de seguro. Ni modo, eso me pasa por menso, por no querer hacerle un chamaco desde hace rato, ya quesque toca, pero nada. (Mira hacia arriba, toma aire y se reincorpora) Pero es que si ella supiera cuánto la quiero, (suspira) yo no quiero niños ni nada, no me nace hacer eso, me siento bien así con ella, sin escuincles que anden jodiendo a cada rato. (Guarda la carta y se va caminando, pero se detiene en la esquina del recinto. La luz le ilumina y continúa diciendo). A veces creo que no es lo mío eso de andar ahí de pica flor, pero nunca pensé cómo decírselo, no me nace tocarla ni nada, a duras penas y puedo darle un beso. (Suspira) Ojalá se pareciera más a su primo Luis, tan lindo que es conmigo siempre, lo malo es que también se irá (se frota la cara con ambas manos), voy a extrañar la chorcha que echábamos, sus canciones y todo lo que él hacía o hacíamos (ríe) quesque se va a casar dice. Está bien menso, si bien sabe que no puede ni quiere, a él le gustan otras cosas.
(Se lame los labios y comienza a jugar con la carta). Todavía me acuerdo de esa vez que tomamos harto pulque ahí en su casa, o de la vez que juimos a dar ahí con unos bien trajeados (ríe). Ay, ese Luis tan coqueto que es, pero ni modo, le quiere jugar al muy macho, a ver si le sale en la mera hora, capaz y ya hasta se le olvidó como ser machito. Yo creo que se va a rajar y se regresa (mira de nuevo hacia arriba) o quién sabe, lo mejor sería que estuviese lejos (molesto arremete mientras sostiene con fuerza la carta) porque en una de esas las chingadas viejas chismosas empiezan con sus pendejas, ¡ahí sí que los dos nos metemos en un lío, y de los grandes!, ¡no me puedo permitir eso, no soy tan recio como para aguantar si me dan en la santa! Mejor que se quede bien lejos y ya, (ve la carta maltratada) ¡ah! y pues Marianita también, ya se encontrará algo más mejor. (Guarda la carta en su bolsillo y se va con rapidez). ESCENA 3
En la casa de los padres de Jenaro. (La escena se desarrolla en un cuarto con pocos muebles). MAMÁ (Mientras entabla diálogo con Jenaro, se encuentra con las manos en una cubeta, las saca y se seca en su ropa). ¿Cómo te fue mijo, ya viniste de con Mariana?, ¿qué te dijo la niña? JENARO (Primero saluda a la mamá, y responde de forma seria-molesta. Se sienta en una silla). Bien, mamá, gracias. Pus me dijo que ya mero se va, ya le anda por irse y que siente una gran culpa por irse así sin más, que ojalá y la alcance por allá, que qué mal por no tenerle un lugar donde estar.
MAMÁ (Le dice a Jenaro a manera de lamento). ¡Ay, mijo! Si ya te he dicho que aquí la podemos recibir sin problemas. Esta es su casita, modesta y todo, pero aquí pueden estar y tener a sus chamacos. Tu papá y yo ya vamos de salida y esto es pa ti mijo, aprovecha caray. Namás que es eso sí, la Mariana aquí se va a poner a trabajar porque pues para eso estamos, para cuidar de la casa y de los chamacos. (Ve de reojo a Jenaro) Ira nomas, ¿pos qué andabas haciendo, ¿qué te pasó? Traes bien sucios tus pantalones, a ver quítatelos, que ahorita mesmo te los lavo. JENARO (Le contesta a la mamá con hartazgo) Mamá, pero ya te dije que yo no quiero nada de eso, además ella tiene su casa, está bien con sus papás y lee mucho, ella qué va a hacer aquí con… con nosotros que tenemos esto de milagro. Además… no me gusta tanto estar con ella. MAMÁ (Le responde a Jenaro en el mismo tono de lamento) Pero mijo, es importante que ya te comprometas con alguien, mira que los años pasan y Dios no perdona, acuérdate que debes tener harta chamaca para que te cuiden. Demuéstrales a tus tíos que eres bien macho y así ya no te anden molestando, que buena razón tienen eh, nada más te conozco a esa chamaca; ve a tu primo Marco, anda ahí de coqueto con quién sabe cuánta chamaca, en una de esas se anda casando y tú nada de nada, ni novias, ni chamacos y creo que ni amigos, nada más sales para ver a Mariana o a Luis, que por cierto ya te he dicho que no te andes tanto con él, qué va a pensar su familia, ten tus distancias mijo, ese muchacho se me hace bien rarito. (Ve con pena a Jenaro) Lo bueno que también se va mijo, aquí ya sabes cómo se cuecen las habas, todo el mundo sabe todo, hasta con quién andas y dónde; no quiero que nos anden ahí levantando falsos y diciendo quién sabe qué cosas.
JENARO (Le responde a la mamá molesto). Sí mamá, voy a hacerte caso. MAMÁ (Le dice a Jenaro con visible hartazgo). Pues más te vale mijo, porque una que ya está vieja sabe lo que dice, pero ustedes los chamacos pura tarugada hacen, hazme caso y vas a ver cómo te va a ir bien en todo, mucho mejor que a tu papá, que por cierto, no tarda en llegar (le jala su pantalón) ¡A ver, presta, ira no más bien sucio que vienes, a ver cuándo dejas de actuar como un escuincle y ya te haces hombre, que el que tenemos aquí no más no convence! JENARO (Le responde con voz quebrada). Sí, mamá, perdón. MAMÁ (Le refuta a Jenaro molesta). ¡Ay, escuincle este!, ¿qué, ya vas a chillar? ¡Acuérdate que yo sí te ando dando tus buenos chingadazos, eh! No como tu padre que igual que tú anda ahí chillando por cualquier cosa. (Toma aire y ve hacia arriba y se lamenta en voz alta) Ay, diosito santo, ayúdame con estos dos. ¡Quién como tú, dios padre, que todo lo puede y todo lo hace! (Se va). JENARO (Murmura con molestia). Pinche vieja, si bien dice mi papá que nada más se la enjaretaron, ha de ser igual Mariana. (El papá entra en escena, porta una ropa desarreglada. Su voz es tranquila, pero triste). PAPÁ (Preocupado y cabizbajo se dirige a Jenaro). Hola mijo, ¿cómo estás?, ¿cómo está Marianita?, ¿todo bien?, ¿y tu mamá?
JENARO (Le responde al papá de forma tranquila). Papá, estoy bien, gracias. Mariana se va a ir y mamá anda lavando. (Ve detenidamente al papá y pregunta sorprendido). ¡Papá!, ¿qué te pasó en la cara, ¿quién te pegó?, ¿qué te pasó? PAPÁ (Se frota en la zona del golpe mientras dice). Fue Felipe, mijo, por unos problemas en el trabajo, pero todo bien. Esta vez sí le pude dar uno que otro madrazo, no dejé que me pegara tanto, para la próxima verás que vendré limpio, en uno de estos días me lo chingo bien. MAMÁ (Entra a escena. Desesperada comienza a preguntar). ¿Ya llegó tu papá, Jenaro? (ve al padre) ¡Virgen santísima!, ¿qué te pasó, Raúl, ¿quién te lastimó así? Ira nada más la camisa como la traes, ¿te vieron así por la calle? (le huele) pues tomado no andas, ¿qué pasó? PAPÁ (Se sienta en unasilla). Nada de eso, fue Felipe. MAMÁ (Le dice al papá con sorpresa). ¿Cómo que Felipe, qué se trae ese zángano ahora?, ¿por qué no te defendiste?, ¿qué pasó?, ¿sus papás se enteraron?
PAPÁ (Enojado le contesta a la mamá). No Metzli, no te preocupes, sus papás no vieron, pero sabrán como siempre, ¡y ay de mi si se llegan a enterar! No sé cómo le voy a hacer, sobre todo el papá, es el que me preocupa (ve atentamente a la mamá) ¿O es que estás más preocupada por ese cabrón que por tu esposo? (se levanta de la silla) Porque si es así, (se afloja el cinturón) lo arreglamos entre tú y yo, ya sabes. ¡Me enoja a madres que llego aquí y me recibes con reclamos y pendejadas que a ti no te deben de importar, es un asunto entre él y yo! (se le acerca de forma amenazante a la mamá) ¡Que te quede bien claro, pendeja, yo llego, me preguntas, me ayudas y te callas o te callo! (toma fuerte a la mamá de los hombros) ¿O qué?, ¿también te gusta? MAMÁ (Con temor le responde al papá). ¡No, no, no, para nada Raúl! Yo decía nomas (retrocede) pero tranquilo, ¿sí? Siéntate que ya te sirvo la comida. (La mamá se encamina a salir de escena, pero las acciones del papá se lo impiden. Tras la discusión, el papá suelta sin mayor problema a la mamá). PAPÁ (Cuando está a punto de sentarse se le cae un vaso, trata de recogerlo y se le vuelve a caer) ¿Ni para eso sirvo, entonces? (patea el vaso, se sienta, comienza a golpearse las piernas y posteriormente se enrosca y comienza a llorar) Tanta razón tienen todos en que no soy suficiente, ni para defenderme, (ve a Jenaro y a la mamá) mucho menos para defenderlos. MAMÁ (Consuela al papá por compromiso) No digas cosas así, no es tu culpa que él siempre haya sido de esa manera, ya sabes, siempre se aprovecha de quien menos puede (le abraza).
PAPÁ (Con tristeza le dice a la mamá) Como contigo, aún no me perdono que te haiga hecho eso y en mi propia casa. MAMÁ (Le contesta al papá con tranquilidad y desconcierto) No fue tu culpa, sólo estábamos Jenaro y yo, y él estaba borracho, esas cosas pasan. PAPÁ (Desesperado le refuta a la mamá) ¿Pasan? Eres mi mujer, no una cualquiera y aun así no me respetó, ni a ti, ni a esta casa, ni a mi hijo, vino e hizo lo que quiso. Pero va a ver ese hijo de la chingada, acuérdate bien Metzli: ¡A ese me lo chingo! MAMÁ (Le contesta con coraje, dicha sintonía se mantiene hasta finalizar la escena, todos los personajes que entablan diálogo están enojados). ¿Y qué vas a hacer? (deja de abrazarlo molesta) ni defenderte puedes. ¿Chingártelo dices? (ríe) ni siquiera te atreves a regañar a tu hijo. El que, por cierto, necesita unos buenos cates desde hace ya mucho rato, acuérdate que si tú no lo haces, yo sí y con mucho gusto (ve a Jenaro) como cuando estaba más pendejo de niño (ríe). PAPÁ (Se levanta y se retira el cinturón) Si sigues con tus chingaderas (toma al cinturón) a lo mejor y mañana ya no amaneces aquí, (se dirige a Jenaro) tú tranquilo mijito, acuérdate bien cómo se les debe de tratar. MAMÁ (Se le encara al papá) ¡Pues entonces venga, enséñame a respetar, enséñale a tu hijo cómo se hacen las cosas, a ver si muy machito!
JENARO (Jenaro que en toda la escena solo calló y vio ahora intercede completamente fuera de sí). ¡Cállense! (Toma la roca que tapa un hueco en el suelo y mientras la sostiene llora, y enojado dice) ¡Ustedes son una mierda, primero voy a enseñarle a Felipe quién chingados soy! (ve de reojo a la mamá y al papá) Y luego a otros. (Se va a prisa. La madre y el padre se reincorporan y van tras su hijo mientras exasperados le gritan a Jenaro que se detenga). (Se apagan las luces). ESCENA IV
En una calle, donde se encuentra la casa de Felipe. Mientras ocurren los hechos, más y más personas se detienen a ver (con vestimenta basada en arrapos). JENARO (Molesto, comienza a gritar. Se mantiene enojado hasta finalizar la escena). ¡Ábreme, hijo de la verga, pero rápido, puto de mierda! FELIPE (En un tono tranquilo). ¿Qué quieres Jenaro, a qué vienes, también quieres de lo mesmo que le di a tu padre? PAPÁ (Llega junto con su esposa. Ambos se encuentran consternados por la situación. Preocupado le dice a Felipe). Buenas noches, perdón, es que mi hijo…
FELIPE (Le responde con burla al papá). Mi hijo, mi hijo, ¿mi hijo qué?, mira al mocoso este, será tan pendejo como su padre al plantarse enfrente de mí. MAMÁ (Le implora a Felipe). Por favor calma, Felipe, por favor… FELIPE (Mofándose, le responde a la mamá). ¡Ah, pero también aquí está la india más puta! ¿Qué pasó mi vida? ¿Te acuerdas de esa noche, golfa? Ni tu marido pudo detenerme, sólo veía cómo gritabas y suplicabas más verga, ¿o no, Raúl? Te hice un favor, la calmé al menos una noche. Acuérdate que ésta siempre ha sido así, ¿o qué? ¿Por haber tenido un chamaco que quién sabe si sea tuyo, crees que dejó de serlo? (El papá asiente). JENARO (Ve al papá como si esperase una respuesta, sin embargo, no emite palabra alguna y Jenaro inmerso en su cólera arremete). ¡Cállate! FELIPE (Le contesta a Jenaro con mofa, dicha actitud la mantiene en contra de Jenaro hasta finalizar la escena). ¿Por qué? (ríe) es la verdad. Qué se me hace que los tres vinieron para que me los chingue, ¿no? Que vaya pasando tu madrecita al cuarto, ya luego vas tú para ver qué puedo hacer
contigo, ahí me esperas a que acabe, y en cuanto a tu papá, mejor que siga mamando verga por ahí, si bien que le gusta.
JENARO (Le repite a Felipe, sin embargo, su coraje disminuye). ¡Cállate de una pendeja vez! FELIPE (Mantiene el tono despectivo hacia Jenaro). Ni siquiera sabes pararte derecho indio, ¿y quieres madrearme? Sí que tu papá no te enseñó nada. Aunque al menos te enseñó a jotear, maricón, (le ve de arriba abajo) y por lo que veo, aprendiste muy bien (se toca sus genitales), acuérdate que en esta pinche colonia todos nos conocemos, eh. (ríe) Que no se olvide nunca, y que te quede claro, que ustedes sólo son los mugrosos a los que nadie quiere ni aguanta. (Jenaro toma con fuerza la roca que llevaba). Ah, ¿una piedra? (ríe) sí que los indios no saben mas que gemir y lanzarles piedras a sus mayores. (Salen de su casa sus hijos (pequeños), esposa -quienes se quedan a la expectativa al margen de la puerta- y el papá de Felipe). PAPÁ DE FELIPE (DON AGUSTÍN) (Firme le grita a Felipe). ¿Qué haces, Felipe? Mucho chingado escándalo estás haciendo, ¿pues qué te traes ahora? FELIPE (Le contesta a su papá, Don Agustín, en tono altanero). Nada papá, aquí cuadrando a estos inditos.
PAPÁ DE FELIPE (DON AGUSTÍN) (Le contesta a Felipe, pero ve antes a Jenaro y a sus padres de forma despectiva). ¿Más? Esos nos los acabamos hace mucho tiempo, ¿todavía quedan? FELIPE (Le contesta a Don Agustín). (Ríe) Ya lo sé, papá, pero a éstos parece que les falta una buena para que se acoplen, aunque estos mugrosos nada más entienden cuando se les mata o hasta dejarlos más tarados de lo que de por sí están, a punta de golpes. (Más gente se reúne, ríen, cuchichean y parece que apoyan a Felipe). JENARO (La luz le ilumina a él y el resto de los actores se mantienen quietos o hacen -en el caso del público- las actividades que estaban haciendo, sin producir mucho ruido. La mamá y el papá se mantienen alerta. Felipe y su padre hablan entre si). ¿Qué hago aquí parado? Ni siquiera sé que estoy haciendo, me tiemblan las piernas y no puedo ver bien por la oscuridad, ¿qué hace tanta gente aquí?, yo, yo, yo no sé qué hacer. Jamás he peleado, ni siquiera cuando he tenido que hacerlo por mi bien. (Comienza a temblar y su voz se quiebra). Mamá y papá, debo demostrarles cuán hombre soy. Creo que otra vez fui muy grosero con ellos, saben bien que no les atacaría, me he equivocado como justo ahora lo estoy haciendo, no debería estar aquí, Felipe me va a matar, no hay vuelta atrás (llora). Tantas veces me he equivocado, tan débil he sido siempre, jamás he podido darle la cara a las peleas, siempre pierdo y termino en el piso, siempre me hacen menos. Me pregunto qué haría Luis, seguro él resolvería esto rápido, es tan perfecto, quisiera ser como él. (Se le cae la piedra. El resto de los actores se reincorporan y Jenaro actúa confundido, asustado y con las lágrimas siguiendo su camino hasta caer en el suelo).
FELIPE (Le dice a Jenaro mientras lo ve con pena). Mira nomás, ni una piedra puede sostener el indito (ríe él, su padre y el vulgo). JENARO (Llora más, intenta levantar la piedra, pero se le vuelve a caer. Una vez que la levanta por segunda vez, la sostiene temeroso). Yo, yo, yo, debo de… (Le lanza la roca a Felipe, pero no le da. Sino que se estrella cerca de la puerta, lo que provoca que los hijos y esposa de Felipe reingresen a la casa). FELIPE (Ve a dónde fue a dar la roca y regresa la mirada a Jenaro). ¿Ni eso saben hacer bien? (Corre hacía él, lo tira y lo comienza a golpear. El vulgo corre a ver y forman un círculo donde yace en medio la acción. Este círculo no lo integra la mamá ni el papá. La primera llora sin consuelo y el segundo empuja al círculo para querer entrar, pero no se lo permiten). (La golpiza continúa, y mientras se apagan las luces. Se oyen silbatos y gritos: ¡Alto, alto, basta ya!) Al oírse los silbatos la luz ilumina el fondo de la escena mientras el resto se mantiene en oscuridad. ACTO II ESCENA 4 En la comisaría. (Jenaro se mantiene sentado mientras se desarrollan los diálogos entre el Oficial I y II).
OFICIAL I (Le dice al Oficial II). ¿Y bien, cómo o por qué es que capturaron a este muchacho? OFICIAL II (Le dice al Oficial I). Estaba metido en una trifulca de aquellas con el platero. El muchacho lo empezó a molestar, hasta le arrojó una piedra o bueno, eso dice Don Agustín, y ya ve cómo es ese señor, nomás uno no le hace caso y arma su despapaye. OFICIAL I (Le dice al Oficial II de forma prepotente). Entiendo. ¡Ay, estos escuincles siempre haciendo de las suyas! Entre más chamacos, más sonsos de veras, nomás con una buena entienden. (ve a Jenaro) ¿Qué opinan de ti tus padres chamaquito? Estás muy tiernito como para estar metido en el desmadre. Síguele así para que veas que nada bueno te va a traer andar ahí de revoltoso, ya es hora de que te vayas acomodando bien el pantalón para hacerte una persona de finos modales y valores, aunque con lo prieto (lo ve de forma despectiva) quién sabe. (Se acerca a Jenaro). ¿No hablas o qué? (ríe) ¡Ah!, pero no sea para estar en el desmadre porque ahí si éstas bien puesto, ¿no? Sabrá quien la cantidad de peladeces que habrás dicho. (Jenaro se queda mudo por el dolor, sólo le ve con desconcierto). OFICIAL II (Le dice al Oficial I). Y bueno, entonces, ¿qué vamos a hacer con este? Las celdas están llenas y no hay cupo para otro más (burlándose), nada más sacando a las putas que tenemos ahí metidas, pero
luego cómo le hacemos, hay que entretenerse con algo, ¿no cree? ¿O sacamos a los chingados teporochos? Esos namás andan pasando sus piojos aquí (se rasca). OFICIAL I (Le dice al Oficial II). No pues en eso tiene toda la razón, luego cómo le hacemos, hay que desestresarse aunque sea con esos trapos viejos y usados. (ríe) Lástima que la indita que vende sus nopales ya se fue, sino para traérnosla, pinche chamaquita, ya está bien puesta, quién la viera, tan pendeja que se ve. (Camina y ve alrededor, suspira y molesto añade). Entonces, ¿no hay cupo verdad? Pues ni modo, a sacar a los teporochitos, ya luego los volvemos a agarrar o agarramos unos nuevos, ya ve que aquí casi no hay (ríe). OFICIAL II (Preocupado le contesta al Oficial I). Pero se van a quedar aquí pepenando, qué va a pensar la gente, ¿me los llevo a un lado?, ¿y cómo? Hacen falta más manos pa’ jalar a estos burros. OFICIAL I (Le responde molesto al Oficial II). ¡Ah, qué bien chingas, no sé!, pero rápido sácalos de aquí, acuérdate que este desmadreno lo debemos tener lleno de chusma. (Agarra unas cosas de la mesa mientras le comenta al Oficial II). Abusado, eh. Voy a hacer unas diligencias por ahí. Si llegan mis chamacos juegas con ellos de favor.
OFICIAL II (Le dice al Oficial I). Ta bueno, que le vaiga bien. OFICIAL I (Molesto regaña al Oficial II). ¿Qué te he dicho? (le da un zape) hable bien, nada de “sí señor, no señor”, pa eso éstos mugrosos (ve a Jenaro) como este que no habla. Uno tiene que hablar con decencia, con mesura, con modales y clase, así a la europea (toma el retrato de Porfirio Díaz). Así como nuestro santo patrón Porfirio, que tanto se esmera en que seamos gente refinada y de clase, ¿qué no ves que estamos haciéndonos más chingones? Ya hasta las viejas se visten mejor, menos harapientas y apestosas, compárelas con las indias que se la pasan dando vueltas como gallinas por aquí, pa’ que vea, esas sí para quitarles lo mensas y jodidas nada más encerrándolas o matándolas; uno que es más güerito lo comprende bien (ve al Oficial II) pero otros que se parecen más a ellas quién sabe, pero bueno, pónteme reata eh, nada de andar ahí con tus frasecitas indias que nada más me hacen encabronar. Esas formas de hablar úselas sólo con las indias, (le da unas palmadas en la espalda) pero acuérdese de que usted ya no está para esas, vea a cosas mejores, procúrese, trate de andar siempre bien perfumado, hablar de forma decente y actuar como todo un hombrecito. Ya verá que por lo menos una le hace caso. Figúrese usted, una güerita, de ojos claros, cabello rubio, nombre, una chingonería en contraste con las indias de por aquí, tienen jeta de hombre las pobrecitas. (Mientras se ríe y se dispone a irse, se da la media vuelta y regresa con el Oficial II). Ah mire, como que ya estoy leyendo sus intenciones y sus gustos por esas muchachas, ¿a poco ya te me estás haciendo medio mariconcito, José? (ríe). OFICIAL II (Sorprendido le responde al Oficial I). Hombre, cómo cree señor, si yo soy bien macho, tengo viejas al por mayor.
OFICIAL I (Le responde en forma burlesca al Oficial II). (Ríe) ¿Cuáles?, ¿tu madrecita y la vieja del tepache? OFICIAL II Nombre jefe, quisiera la vieja esa, tengo ahí unos pichoncitos de cerro. OFICIAL I Pura india como siempre, pero bueno, alguien se las tiene que tragar. (se encamina a la salida) Ahí nos vemos y abusado con lo que te pedí (se marcha). OFICIAL II (Acompaña a la salida al Oficial I, regresa con paso tranquilo, mientras ve a Jenaro con extrañez. Mantiene un comportamiento prepotente hasta finalizar la escena). (Se dirige al muchacho) Entonces qué, ¿tú quién eres?, ¿de qué chiquero saliste chamaco? Te separamos por la verguiza que te estaban dando y tú en lo que llevas aquí, ni las gracias me has dado. (Se le acerca a Jenaro) Qué malo eres mijito (lo ve de reojo) tan chiquito que te ves (le acaricia la cara), ¿cuántos años tienes? Te ves muy chamaco como para ya estar haciendo desmadres en la calle. (Jenaro sólo lo ve, se encuentra asustado por la situación, pero a la vez reposa aliviado en la silla). Tranquilito, aquí te voy a cuidar mientras te me portes bien, eh. Nada de andarte chingando a los otros ni dándote a las putas que tenemos encerradas, esas son para nosotros como ya habrás oído (le sigue acariciando el rostro hasta que Jenaro emite un sonido de molestia, más no se mueve). (Con un trapo le comienza a limpiar la boca).
Mira nada más, todo mallugado quedaste, pero eso no quita que estés enterito de lo demás, ¿o no?, ¿y si mejor nos cercioramos, qué te parece? A ver si así te relajas un poquito, estás como que muy tenso. (Jenaro no emite sonido, parece ceder. El oficial le desabotona el camisón) Mira, bien dejadote, así me gustan, que colaboren. (Le quita el camisón). ¡Uy, no! Sí estás bien golpeado, ira nada más como traes tu pechito (lo comienza a acariciar mientras ríe). JENARO (Tartamudea. Luce confundido, pero logra emitir palabra). ¿Qué?, ¿qué está haciendo? OFICIAL II (Sorprendido le responde a Jenaro). Hasta que te decides por hablar. (Al decir esto levanta de la silla a Jenaro y lo pone en frente suyo, mientras lo toma de la cintura). Con que esto tengo que hacer para que hables, pues ni modo, así será (ríe). (Jenaro cede y parece disfrutar del momento). (Lo sigue sosteniendo de la cintura y lo sienta en sus piernas). ¡Ah, pero qué putito me saliste! Tan chamaco que estás.
JENARO (Cierra los ojos y dice con tranquilidad mientras sujeta al Oficial de la nuca). Luis… (intenta besar al Oficial). OFICIAL II (Burlándose) ¿Luis?, ¿y quién es ese cabrón? Ah, qué muchachito este. (Avienta a Jenaro y lo somete en la mesa mientras trata de quitarle el calzón. Ambos forcejean). ¡Tan marica has de ser! (ríe) Te voy a hacer sentir vieja entonces, tanto quieres eso, ¿no? ¡Ahorita chingados vas a ver, maricón! (sigue riendo). (Jenaro le aparta, logra empujarlo y en el acto el Oficial cae). (Molesto el Oficial le reclama a Jenaro). ¡Ah, pero qué cabrón! Primero bien pinche dejadote y ahora no quieres, a ver si muy hombre entonces, mariconsito. (Avienta a Jenaro y este cae al suelo). ¡Pónteme flojito, nada de andar de brava, pendejada! (De nueva cuenta le intenta quitar el calzón). (Jenaro en el suelo logra darle un puñetazo y le empuja mientras ambos forcejean). (Amenaza a Jenaro y procede a violentarlo más) Con que así quieres las cosas, pendejo (procede a golpear a Jenaro que yace en el suelo).
OFICIAL I (Mientras pita y corre hacía el Oficial II y Jenaro). ¡Alto! ¡Paren ya! ¡José te dije que ya estuvo bueno (le separa de Jenaro). OFICIAL I (Le grita molesto al Oficial II). ¿Qué chingados pasa aquí, José? OFICIAL II (Titubeante le responde al Oficial I). Nada señor, sólo que este pendejo se opuso a que lo metiera adentro con los demás. OFICIAL I (Enojado le responde al Oficial II). ¡Ah, cómo serás pendejo, mira cómo se hace! (Toma de los cabellos a Jenaro y lo arrastra hasta meterlo en la celda. En el proceso Jenaro grita de dolor). OFICIAL II (Aliviado le dice al Oficial I) ¡Gracias, señor! Este indio salió más bravo de lo que se le mira. OFICIAL I (Molesto le contesta al Oficial II). ¡Y tú más pendejo de lo que creía! ¡Ahora ve por la tragazón que ya hace hambre! Y de paso traes a mi chamaco. ¡Pero en chinga, que ni el encargo que te pedí pudiste hacer! ¡Ya ni la muelas! (Ve la mesa) ira nada más el desmadre que dejastes. Cuando regreses, en chinga me acomodas todo y al pendejo ese me lo dejas en paz. Por cierto, ¿ya te dijo algo?
OFICIAL II (Tranquilo, le responde al Oficial I). Como usted mande, ya sabe, en cuanto regrese con su chamaco y la comida me pongo a acomodarle todo, no se preocupe. Y no, nada más se me puso todo broncudo el pendejo ese, ha de estar medio mal de la cabeza, medio loco, viera usted a ese chamaco, estaba completamente fuera de sus cabales nada más porque le quería ayudar a curarse de la madriza que le pusieron; que se me hace que va a tocar darlo a los doctorcitos, está muy loco ese muchacho, señor, es un peligro. Además, medio mariconsito salió. OFICIAL I (Sorprendido le responde al Oficial II). ¡Ah chinga! ¿Medio mariconsito?, ¿y eso por qué? OFICIAL II (Con labia le cuenta al Oficial I lo sucedido). ¡Nombre señor, si usted hubiere estado aquí! El chamaco se encabronó porque le ofrecí un poquito de agua para que se sintiera mejor, y que en eso lo miro y estaba que echaba fuego desde su mirada ¡Bien lujurioso el chamaco ese! En cuanto di la vuelta para preparar las cosas y meterlo, lo medio vi que estaba atrás de mí, a punto de sacarse la reata el lujurioso ese. ¡A saber cuáles eran sus intenciones! Le tuve que llamar la atención, pero como el mero diablo que estaba, verdad de dios, y si no que la virgen mesma me castigue por argüendero. ¿Y pues cómo el chamaco me iba a hacer caso? Como burro necio en sus cosas andaba, así que tuve que jalarlo para meterlo, pero ¿usted a de creer? ¡Como perro en celo se me pegó! Y pues no, ¿cómo yo me iba a dejar de semejante atropello? ¡Si usted sabe que soy bien macho y no me dejo de los jotos! Tuve que acomodarle unos madrazos para que se estuviera, aunque el muy animal no se dejó y me pegó, y pues me calenté más, hasta que afortunadamente usted llegó.
OFICIAL I (Impactado por la narrativa le contesta al Oficial II). No pues si estuvo recio el asunto, le creo, además ya lo juró por Dios padre y bien sabe que él es santo y todo lo ve, nadie puede mentirle. ¡Ya decía yo que este chamaco se traía algo! Pero no tan así, ¿maricón tan chamaco?, ¿cómo se le podría quitar? A lo mejor y los doctorcitos saben cómo corregirlo, definitivamente tocará dárselos, ya ellos sabrán qué hacer, porque uno de esos no puede andar en las calles. ¡Ah, qué chingadera! Pero bueno, ya mañana se va y a ver si también se pescan a algún teporocho. Ande pues, José, vaya ya a las diligencias que le mandé y no se me demore porque lo echo ahí con su novio (ríe). OFICIAL II (Le responde tranquilo al Oficial I). Está bien, señor, no me tardo, ahorita nos vemos. OFICIAL I (Con mofa le comenta al Oficial II). Ándale pues, con cuidado, te me vas por la sombrita, no vaya a ser que te me pongas más prieto (ríe). (Se sienta en la silla, toma un libro y se apagan las luces). ACTO III ESCENA V En el recibidor del pabellón central de la Castañeda.
DOCTOR III (Cuenta al público del 6-¿? Y anota de vez en cuando, mientras el Doctor II y III conversan). DOCTOR II (Le dice al Doctor III). Como que son muchos, ¿no? No sabía que había tanto loco por la ciudad, aunque me doy cuenta de que varios no parecen estar tan mal, ¿entonces por qué nos los mandaron? DOCTOR I (Le contesta al Doctor II). Bien visto, muchos no deberían estar aquí pero nos los mandan, creen que esto es una suerte de cárcel, por lo que nos enjaretan a cualquiera; entre ricachones que por mero ocio meten aquí a su gente para no hacerles caso, por haberse comportado de forma anormal, los que no saben ni vestirse y hasta los que no han hecho nada, pero que los agarran por andar en el lugar incorrecto. Ya sabe, el que no se adapta o el que de plano por estar tan menso no puede hacerlo, nos lo traen, no pueden andar paseándose por las calles de este nuevo mexiquito. ¡Aquí tenemos de todo, de todos lados nos traen gente, del norte, sur, de donde sea! Creen que aquí hacemos maravillas o no sé, yo creo que nos toman como el basurero de la sociedad. Ten bien presente que nosotros debemos de arreglarles sus esquizofrenias y actitudes irracionales, casi nos exigen educarlos y reformarlos, es mucho a mi parecer. DOCTOR II (Le responde al Doctor I). Sí, yo también creo eso, pero qué nos queda más que acatar las órdenes como siempre y ver qué hacemos con todos éstos. Aunque para serle sincero, no entiendo muy bien la razón de que justo ahora don Porfirio haya hecho todo esto, ¿con qué afán? Digo, por ahí se dice que andan viendo cómo quitarlo, ¿no?
DOCTOR I (Inconforme le responde al Doctor II). Sí caray, eso dicen, pero quién sabe, a lo mejor y es puro cuento nada más, a saber si sea cierto. Y en efecto no tiene mucho sentido, con lo fácil que sería meterlos en un hoyo o encadenarlos, pero ya son otros tiempos, debemos ver cómo hay que sanarlos y medio normalizarlos. DOCTOR II (Le contesta al Doctor I). Pues sí, ya las cosas son bien distintas, quién sabe cómo será todo esto en unos años, a lo mejor y nada más es una moda esto de tratar con personas loquitas. Quién sabe, puede ser que en unos años ya todo esto de querer aliviar los males mentales o, como dice el filósofo, “del alma” queden como un recuerdo de que alguna vez se les quiso corregir a estos mal nacidos. DOCTOR I (Confundido le contesta al Doctor II). Me sorprende mucho su disertación, acuérdese bien que nosotros estamos para aliviar a la gente y esa debe ser la premisa que rige nuestra labor. Y sí, esto es algo bien nuevo para nosotros, sin embargo, me opongo a su opinión, yo creo que esto va para largo. Nosotros aquí en México somos primerizos en este asunto, pero allá en Europa ya tienen su buen rato en estudiar y tratar todos estos asuntos que aquejan a estos infelices, y ya ve que nosotros siempre llegamos tarde al ruedo. ¿Quién los manda a ser así o nacer así de mal? (Ve al público) son un pecado por el simple hecho de existir, ahora que lo pienso, nosotros somos como una clase de evangelizadores, ¿no cree? DOCTOR II (Le dice al Doctor I. Doctor III deja de contar). Pues verá, no sé qué decirle con respecto a eso, ¿evangelizadores de qué? No hay alguien superior que tenga el conocimiento absoluto en comparación a Dios. No hay
alguien que nos diga cómo debemos hacer las cosas, esa es una gran diferencia si nos comparamos con los religiosos. Sólo hacemos las cosas que según consideramos mejor y que creemos ayudarán a contener enfermedades o aliviar almas desahuciadas. DOCTOR I (Le responde con sorpresa al Doctor II). ¡Precisamente, ese es el punto! Nosotros tratamos con almas desahuciadas como usted dice, y los clérigos y demás noble gente también, tratan con las inmundicias de la humanidad, con su egoísmo y su avaricia, en el afán de que ellos sean aceptados en el reino de nuestro señor Jesucristo, y de cierto modo nosotros lo hacemos en aras de poder integrarlos con el resto de las personas, que no sean tan nefastos y se comporten como debe ser, ¿lo ve? DOCTOR II (Sorprendido le contesta al Doctor I). Pues vaya, viéndolo así tiene razón. DOCTOR III (Con notable fatiga revisa su cuaderno y en voz alta interrumpe la conversación del Doctor I y II). Ya son todos, ¿les hago pasar?, ¿en qué orden? Uno viene muy tocado, ¿qué hago con ese? Ya lo tengo sentado cerca. DOCTOR II (Le dice al Doctor III). Del más joven al más viejo, los divide entre hombres y mujeres, que se esperen ahí afuera, y dígale al resto de trabajadores que los vigilen, hay unos palos por cualquier cosa, y si alguno se pone mal, lo aíslan en chinga para que no se nos arme un alboroto, por favor. Y al que está más malo me lo hace pasar ya, para curarle y evaluarlo.
DOCTOR III (Mientras dice su diálogo va por Jenaro). Está bien, doctor, permítame un momento, ya se lo traigo. (regresa con Jenaro) Ya está, es este muchacho, no ha hablado desde que nos lo trajeron, parece que tiene la mandíbula fracturada, no ha abierto la boca para nada y parece ido. Me informaron que lo detuvieron por hacer un desmán ahí en la Morelos y se le insinuó a un oficial mientras estaba recluido. Usted sabe cómo son los oficiales, a veces por cualquiera cosita andan haciendo todo un alboroto, a lo mejor y ellos fueron quienes lo dejaron así, pediré los detalles y les hago llegar la información (se va). DOCTOR II (Le dice a Doctor I). Bueno, doctor, nos vemos en un momento, prepararé lo necesario para ir archivando los expedientes de los pacientes (ve a Jenaro) al parecer cada vez llegan tantito peor (se va). DOCTOR I (Se sienta en la silla que yace atrás del escritorio, saca unas hojas, ve de reojo a Jenaro y le ofrece sentarse). Buenas tardes joven, yo soy Carlos Alberto Rivera Palacios y como verá, soy doctor de este lugar, ¿sabe dónde está y qué hace aquí? JENARO (Se le nota confundido, cabizbajo y es incapaz de expresar palabra alguna; sólo niega con lacabeza). DOCTOR I (Le dice a Jenaro con notable preocupación). Me doy cuenta de que usted viene golpeado, solicitaré informes precisos del porqué se encuentra en estas condiciones a los oficiales que le retuvieron. Le comento que esto es un centro psiquiátrico y como finalidad aspiramos a mejorar a los de su calaña, espero no me lo tome a mal, pero me limito a lo poco que sé de usted, quizás no esté tan mal, quién
sabe, eso lo veremos al paso de los días. Se le harán evaluaciones sobre su peso, altura y salud física en general al término de esta entrevista. JENARO (No expresa más que desconcierto e incomodidad, no asiente ni expresa sonido alguno) DOCTOR I (Le dice a Jenaro con cierta molestia) Verá, entiendo que no quiera hablar, ninguno de los nuevos quiere hacerlo, además usted viene mal, le daremos la atención correspondiente y le suministraremos lo necesario, hasta cloroformo le suministraremos para que descanse y nos cuente las razones de su estadía. Debo y tengo que preguntar, ¿usted tiene dinero o viene de una familia adinerada? Como verá, a pesar de que las instalaciones son nuevas siempre es necesario un ingreso extra, de ser así, usted asienta o niegue con la cabeza, eso hará con el resto de las preguntas que le realizaré por favor. JENARO (Niega con la cabeza). DOCTOR I ¿Sus familiares saben dónde está? JENARO (Toma aire y la emoción le invade, ve al Doctor a los ojos, no asiente ni niega y así se mantiene por un buen rato). DOCTOR I Si sólo me ve de esa forma no puedo registrar algo, ¿qué le parece si le registro como “abandonado por familiar”? Digo, si fuera lo contrario ellos estarían aquí, además, por lo que me respondió no son adinerados, así que usted será un mantenido más. De gracias a
Dios que hay gentes que aún tienen fe en personas como usted, también debería ser agradecido con nosotros, que tendremos que lidiar con ustedes a diario. JENARO (Sigue viendo al Doctor I, esta vez con coraje). DOCTOR I (Le dice a Jenaro). ¿Por qué me ve así? Usted fue abandonado a su suerte, muchos no cuentan con la buena de estar en su lugar. De acuerdo, entonces anotaré lo que antes le dije, ¿o tiene algo qué decir? JENARO (Se levanta de forma violenta y golpea la mesa, se acerca al Doctor I, pero rápidamente es interrumpido por los Doctores III y IV). DOCTOR I (Le dice a los Doctores III y IV de forma seria). Bueno, queda claro que este incidente lo tomaremos muy en cuenta, duérmanlo y cuando despierte le aplican un baño frío, a ver si así se tranquiliza; la dieta la limitaremos a agua y un pedazo de hogaza, lo aíslan del resto de los pacientes. JENARO (Sale de la escena arrastrado por los Doctores III y IV). DOCTOR I (Se reincorpora totalmente tranquilo). ¡El siguiente! (Se apagan las luces).
ESCENA VI En el recibidor del pabellón central de la Castañeda. DOCTOR V (Le dice a Jenaro mientras ambos toman asiento). Camine con cuidado, vamos llegando al Pabellón central, será canalizado y posteriormente se le asignará un espacio fijo donde permanecerá el tiempo que estimemos sea conveniente, por favor sea totalmente honesto en sus respuestas. Hace un par de semanas usted tuvo un altercado con uno de mis colegas, por lo que le solicito de la forma más atenta que mantenga a raya sus impulsos o tendremos que suministrarle un sedante, es importante enriquecer su expediente, espero lo comprenda. JENARO (Le dice a Doctor V con dificultades). Está bien, pero yo no hice nada malo, el doctor fue quien dijo… DOCTOR V (Molesto le contesta a Jenaro). Le exhorto a limitarse en sus respuestas y comentarios, limítese a ser breve en sus respuestas y respetar a mis colegas, no olvide que somos sus autoridades, por lo que usted debe guardarnos respeto absoluto. JENARO (Asiente). DOCTOR V (Le dice a Jenaro). Bien, comencemos entonces: ¿nombre, edad y ocupación?
JENARO (Le responde con dificultades al Doctor V). Jenaro Cruz Ramírez; 16; herrero. DOCTOR V (Continúa con el cuestionario a Jenaro). ¿Residencia? JENARO (Confundido le responde al Doctor V). Cerca de la Parroquia San Francisco de Asís, en la Morelos, no recuerdo el lugar en específico, pero es una casa muy bonita, vivo ahí con mis padres, somos personas sencillas. DOCTOR V (Desesperado le contesta a Jenaro). ¿Tan mal andas? Necesito el lugar mínimo para ver cómo nos ayudan, ya que viniste a dar aquí, algo deberían de aportar. No pregunté con quién vive, ni a qué se dedican sus padres, ni quiénes son o cómo es su casa. Una vez más, limítese a responder lo que se le pregunta: ¿Casado, ¿hijos? DOCTOR III (Entra en escena, le da unos documentos al Doctor V). ¿Casado? (ríe) Si ya me dijeron lo que hizo. Marquitos pon a este solito, a los jotos hay que tratarlos como a los maniacos, hay que dejarlos solos para que lidien con sus problemas. En el reporte los oficiales comentaron que el muchachito intentó violar a su custodio, y en el intento lo golpeó múltiples veces para someterlo, el oficial en defensa obviamente tuvo que responder. De hecho, este muchacho fue detenido por alborotar el orden, al golpear a un comerciante en plena calle, seguro por los mismos motivos, para abusar de él; así que estamos frente a un depravado, tocará el tratamiento que le damos a los esquizofrénicos, este se ve peligroso, ya viste que hasta el Jesús tuvo líos con él cuando llegó, hay que tener cuidado.
DOCTOR V (En son de burla le responde al Doctor III). Ya entiendo, con que es eso, con razón no me quita la mirada de encima. Ve poniéndole una venda para que no vea a otros hombres, seguro todos se le antojan a este mugroso. DOCTOR III (Le coloca un trapo viejo en los Ojos a Jenaro). DOCTOR V (Le comenta al Doctor III). Te dije venda, no trapo, pero supongo que da igual. ¿Entonces qué toca, lo dormimos o le damos sus choques? DOCTOR III (Le contesta al Doctor V; colocan a Jenaro en medio del escenario y ambos se retiran de la escena). Propongo que primero los choques, lo dormimos y le vamos tomando las medidas para su lobotomía, a lo mejor así se corrige. JENARO (En medio de la escena, poco a poco baja la cabeza y su cuerpo queda en posición fetal; las luces se vuelven cada vez más tenues hasta apagarse. Se oyen gritos y sonidos de electrochoques. Una vez terminado el efecto se enciende la luz - de preferencia de otro color- para iluminar a Jenaro, quien dice con tranquilidad lo siguiente). Y al paso de los días no me quedan muchas ganas de sentir ni una briza de viento, odio el ruido de mis alrededores, detesto las injurias de estas personas con vestido blanco que, en lugar de darme esperanzas, me matan cada día más mientras ríen enfrente de mí, y yo sin siquiera poder mover un dedo para defenderme, no por capricho, sino porque simplementeno puedo (se ve las manos) sólo siento sus manos que tocan mi piel, la desgarran como si tuviesen garras muy afiladas y un apetito insaciable por verme morir. Por lo menos tuvieron compasión de mí y me dieron el regalo de no ver sus rostros mientras me matan poco a poco (se toca el trapo que cubre sus ojos). Dicen hacerme un bien, hablan de ciencia, hablan de milagros, hablan de progreso, los he escuchado en los pasillos gritar sus hazañas que no consisten mas que en atormentar a personas a las que consideran inferiores. Ellos se creen la gran cosa, piensan que son inteligentes sólo por saber cómo torturar a una persona, son iguales a los oficiales de los que tanto se burlan y hacen menos por usar la fuerza, no se dan cuenta de que ellos son iguales. Ambos nos clasifican por color y por la cantidad de recursos de los que disponemos, con el único fin de saber a quién le sacarán un provecho económico o de otro tipo. (se abraza) Ojalá pudiera volver a oír a mis padres, a Mariana y en especial a Luis, a quien extraño cada vez más y envidio. Creo que han fallado estas personas en sacarme de la cabeza el sentimiento que le guardo a él, sólo han triunfado en hacer de mi existencia un calvario del que pronto espero salir. Puede ser que me vaya al infierno como lo dicen los doctores, el filósofo y uno que otro religioso que está por aquí sólo para ver a los niños. Todos, ellos y yo, nos iremos al infierno, no hay perdón de Dios. Todos iremos al mismo hoyo frío y oscuro. (Jenaro se sienta en una silla que se encuentra en la esquina. Las luces se encienden). DOCTOR I (Le dice a los Doctores II, III, IV y V). Vamos a alistar todo, en dos semanas vienen unas personas importantes a ver a los enfermos y nuestra gran labor, quiero que encierres a todos estos y adviertas a nuestros visitantes que son de lo peor. A los que no están tan mal, los teporochos, borrachos, epilépticos y a las putas, les vistes bien para que no den tanta pena (ve a Jenaro) y de este acuérdate bien que debes dejarlo aquí, solo.
ESCENA VII La escena se desarrolla en un espacio abierto, con sillas. Organizado a modo de presentación donde sobresale precisamente el presentador, que en este caso es el Doctor I. (Se abre con aplausos la escena, mientras se retiran unos enfermos del patio. El Doctor I lee de vez en cuando su discurso). Agradezco la presencia de éste elegante y distinguido público. Como habrán visto, esta muestra de talentos es producto de nuestra praxis eminentemente científica basada en los grandes saberes provenientes de Europa que han sido traídos a México gracias a los deseos modernos y bien intencionados de nuestro representante máximo, el general Díaz; un hombre del que no me cansaría de enlistar todas y cada una de sus cualidades formidables, ejemplo para nuestros jóvenes y nosotros los no tan jóvenes (risas). Tales saberes han sido sembrados en estas tierras y han germinado tan bien, que creció un inalcanzable árbol de conocimiento que ha dado un precioso fruto: nuestra Castañeda. Hemos procurado el bienestar, cuidado y protección de nuestros enfermos, que con tratamientos modernos y comprobados científicamente, hemos hecho posible que estas almas poco iluminadas se liberen de las ataduras que su propia naturaleza les ha impuesto. Les hemos acogido en nuestras instalaciones con todo el cariño para hacer de esta gente un vulgo capaz de, tan siquiera, entablar un diálogo fino y fluido con cualquier gente. Tal cualidad junto con los modales de altos vuelos, se han convertido en una necesidad para nosotros en la Castañeda, puesto que así nos lo exige nuestro México, el cuál está en pleno vuelo hacia la modernidad que tanto necesitamos. (Aplausos). Los medios necesarios para el sostén y crecimiento de nuestro templo del saber han sido enviados desde presidencia, así como por parte de personas que se encuentran aquí, quiénes poseen un corazón enormemente benefactor. Muchas gracias por contribuir a esta noble causa, la de llevar luz al escondrijo donde éstas pobres almas penan.
Como han visto en esta breve actividad deportiva, nuestros pacientes, gracias al actuar de mis colegas, tan brillantes, responsables e instruidos, han podido hacer gala de su notable mejoría, lo que significa un triunfo para nosotros, para los enfermos y sobre todo para ustedes, nuestro eminente público, ya que, sin ustedes y sus contribuciones, estas gentes no estarían así de aliviadas. (Aplausos). Nuestra Castañeda fue producto de las celebraciones del centenario de nuestra independencia. Tal festejo fue liderado por el eminente general Porfirio Díaz. Nuestro recinto representa una luz dentro de todo este feroz revés al que se enfrenta el mandato de nuestro general. Se enfrenta nuestra tranquilidad y normativa a fuerzas mínimas, pero que buscan encarecidamente inquietar los ánimos de la capital, sin embargo, seguramente serán parte de una anécdota más de mal gusto, la cual sólo los ociosos que ven en el pasado un mundo por descubrir, conocerán. A pesar de ello, exhorto a todos los aquí presentes, a permanecer unidos ante las contrariedades que se asoman por diversos frentes; ser conscientes de que esta tempestad pasará y con fe en Dios, en nuestra santísima madre María y en la ciencia misma, nuestra vida seguirá su curso sin alteración alguna, y podremos cumplir con éxito nuestra ensoñación común de estar a la par que la gran, sublime y ejemplar Europa. Sin querer agriar nuestra celebración, finalizo estas palabras con un gracias en nombre de quienes trabajamos aquí y de los enfermos. Les invito a pasar a nuestro comedor donde se les ha preparado una comida de gala, para que después podamos dar un recorrido por las instalaciones, muchas gracias. (Más aplausos y se apaga la luz). JENARO (Se encienden las luces tenues, iluminan a Jenaro, quien ahora tiene un vendaje en la cabeza y ojos, se mantiene ido, pero con cara de frente al público, baja la mirada. Comienzan a
escucharse sonidos de disparos, gritos, trenes, teléfonos, silbatos, sonido de máquinas, de discursos políticos. Se apaga la luz al escucharse un fragmento del Informe Presidencial de Adolfo López Mateos seguido de las palabras dichas por Días Ordaz en su informe de gobierno referente a las manifestaciones del 68: “Hemos sido tolerantes, hasta excesos criticados, pero todo tiene un límite” al término de estas líneas se escucha el sonido de un edificio que se derrumba).
Finaliza la obra.
Bibliografía
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- García, Alejandro, Los 41: el baile que escandalizo a México, México, Mar de Sirenas, 2012, 131p.
- Guillermo Figueroa, Juan y Alejandra Salguero, ¿Y si hablas de...de tu ser hombre?: violencia, paternidad, homoerotismo y envejecimiento en la experiencia de algunos varones, México, El Colegio de México, 2014, 493p.
- Gutiérrez Martínez, Daniel y Karina Felitti coordinadores, Diversidad, sexualidades y creencias: cuerpo y derechos en el mundo contemporáneo, Estado de México: El Colegio Mexiquense, 2015, 510p.
- Ríos Molina, Andrés, Los pacientesdel Manicomio La Castañeda y sus diagnósticos: una historia de la clínica psiquiátrica en México, 1910-1968. coordinación: Andrés Ríos Molina, Alejandro Giraldo Granada, Ximena López Carrillo, José Antonio Maya González, José Luis Pérez González, Andrés Ríos Molina, Cristina Sacristán, Alejandro Salazar Bermúdez, Daniel Vicencio. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2017, 448p.
- Ríos Molina, Andrés, La locura durante la Revolución Mexicana: los primeros años del Manicomio General La Castañeda, 1910-1920, México: El Colegio de México, 2009, 254p.
- Rivera Garza, Cristina, La Castañeda: narrativas dolientes desde el Manicomio General, México, 1910-1930, México, Tusquets, 2010, 332p.
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