¿Alguna vez has sentido que todo se conecta de maneras extrañas y diversas en el tiempo?
Hace algunos años, me senté en el pasto a medio día, mi abuelo tocaba su guitarra y yo como un curioso me acerqué a oírle. Pasados unos minutos él detuvo el sonido de las cuerdas y me miró con esa mirada de que los años son solo una ilusión, unos ojos tan vivos que me hacían olvidar sus canas y arrugas.
- Abuelo, ¿por qué has detenido el sonido de tu guitarra?
- Lo que importa no es el sonido, lo importante es lo que dices con él.
- No entiendo, abuelo…
- Lo entenderás. Anda y ve a buscar al caballo que se está comiendo mis plantas.
Y obedientemente partí a buscar a ese caballo que acababa con las plantas del abuelo. Busqué y busqué, pero jamás encontré nada. A pesar de eso, yo escuchaba las risas del abuelo y eso me hacia sentir feliz.
Pasados algunos días me pidió ayuda para cazar a una rata que estaba matando a sus gallinas, nuevamente me aventuré y estuve toda la semana buscando la rata, pero lo único que conseguí fue que una gallina me picara. De nuevo el abuelo reía…
Pero un día esa risa se detuvo, sus ojos se apagaron y ya no hubo más caballos ni ratas qué buscar, las cuerdas dejaron de emitir sonidos. Una pesada tristeza inundó mi alma y con nostalgia pensaba que jamás podría escuchar de nuevo a mi abuelo y sus consejos. Curiosamente al revisar algunas de sus pertenencias, logré dar con un diario. ¿Quién pensaría que el abuelo disfrutaba de escribir?
Como buen curioso que soy, comencé a leer el diario, en él había registros de diferentes acontecimientos, desde las cosechas hasta las canciones que tocaba en su guitarra, pero algo me hizo detenerme, en algunas de sus páginas estaba escrito cómo un niño buscaba un caballo que no existía, en otras, la rata que jamás tocó a sus gallinas y, en algunas otras más, bromas que me hacía. Pero lo importante no era eso, lo importante fue la última nota que encontré en ese diario:
“Querido nieto, sé que vas a leer esto y caerás en cuenta de mi broma, pero esta vez quiero responder a cuando te dije que lo importante no es el sonido, si no lo que dices con él. Así como nuestras acciones no tienen relevancia si no tienen impacto, lo mismo sucede con la música, las palabras y la vida… en este momento te comparto un secreto: he robado un antiguo secreto egipcio, ellos descubrieron que la clave de la inmortalidad está en la palabra escrita, y es justo eso lo que comparto contigo. Cada vez que me leas me recordarás y sabrás que esas bromas que te hice, fueron la manera de hacer que nuestra vida y nuestros días no se volvieran efímeros. Seguiré aquí cada vez que leas mi diario y de la misma manera es como podrás conocer a Julio Verne, aprender a tocar las canciones de Bach, viajar al país de los enanos de Gulliver y un sinfín de personas y lugares. Nunca cierres tu mente, es la llave para abrir la imaginación, y los libros la puerta para entrar a ese mundo, ¿me acompañas?”
Desde ese momento comencé a leer y aventurarme a un sinfín de aventuras y posibilidades, el tiempo perdió el sentido y la distancia se convirtió en un simple número que mi mente podía recorrer al instante.
Fue de esta manera que volví a los libros mis acompañantes y amigos, pues en cada página se ocultaba un diálogo con alguien diferente, otras ideas y culturas, otros mundos que ahora podía conocer.
Finalmente comprendí que el abuelo vivía y me sonreía, se robó un antiguo secreto y se volvió eterno como su mirada y el sonido de su guitarra.
¿Aún no me crees? Entonces dime, ¿en quién pensaste mientras te presentaba a mi abuelo? Encontrarás en la respuesta que realmente los libros y la escritura nos vuelven inmortales.
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