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Humanidad no tan perdida

Es lunes a las 10 de la mañana en el supermercado, es un día de verano, el sol brilla como nunca, a pesar de lo temprano ya se siente el calor algo potente. En este día tienen algo fuerte la música del género reguetón. Estoy por el área de las frutas y verduras, ésta oliendo muy rico a fruta fresca y lo que más invade mis fosas nasales es la sandía recién cortada lista para empaquetar.


Me están dando ganas de ir al baño, desde hace algún rato y la verdad ya no aguanto, necesito ir ya, así voy sin avisar y vaya error. Estoy caminando por los pasillos para dirigirme al baño, pero no me doy cuenta de que el baño de mujeres era del otro lado, otro erro Alex y este es el peor, sin embargo, cuando apenas ingreso, me estoy dando cuenta que hay un señor en los urinarios, y otro error mío… es no salir corriendo.


Lo estoy viendo, estoy paralizada, se lo que va a pasar y el miedo me consume, veo cómo se está acomodando algo en su pantalón y se acerca lentamente, con una sonrisa lasciva en su rostro, me estoy dando cuenta que si no corro no podré hacer nada. Pero cuando estoy a punto de correr siento que alguien me toma del brazo, sé quién es, aun así, tengo la esperanza, la esperanza de que sea otra persona, pero cuando volteo, lastimosamente es ese señor.


Se me dificulta un poco recordar su rostro, aun así, sé que tiene una barba algo canosa, es gordo, sus ojos son negros, un negro tan oscuro, tan horripilante, su mirada parece estar muerta no tiene ningún brillo y es aterrador.


Percibo que me voltea bruscamente y mi corazón deja de latir al instante. Siento el agarre, la fuerza ejercida; dejará una marca. Cuando me da la vuelta, tengo la sensación de que me alejara de la puerta, y así es, puedo percibir el cómo se acerca y la cierra lentamente y escucho algo; veo como le pone seguro a la puerta y sé que ya no tengo escapatoria. En ese instante no la pienso dos veces, y solo grito; estoy gritando, pero nadie me escucha y todo por la tonta música tan alto, estoy pidiendo ayuda desesperadamente sabiendo que será difícil que me escuchen.


No puedo parar de llorar; ni me he percatado, que ya llevo, llorando desde hace un rato, lo sé porque ciento mis mejillas húmedas y puedo sentir el cómo el nudo en mi garganta se hace cada vez más y más grande.


Aun así, tengo en claro que no me dejare, tengo que hacer algo, pero ¿Qué puedo hacer? Soy solo una niña. Está claro que en fuerza él me gana, aunque siga gritando no me podrán escuchar y si de pura casualidad alguien se pueda percatar, dudo que me ayudaría, ya que así es la sociedad tan desalmada, tan inhumana, tan malvada…


Me percato que están intentando abrir la puerta; puedo ver el movimiento en la manija, el cómo intenta abrirla. Y en ese mismo instante, me doy cuenta de que puedo ser salvada. Por ende, solo actúo; estoy gritando nuevamente, pero algo es diferente, mi voz es más fuerte, me arde la garganta, pero no dejo de gritar. Trato desesperadamente de zafarme de su agarre, pero cada vez es más y más fuerte. Aun así, saco toda mi fuerza, de algún lado, y solo recuerdo el punto débil de los hombres. Y es donde le doy una patada con toda mi fuerza acumulada.


Cuando ya estoy fuera de su agarre trato de mantener una cierta distancia con él, aún así, no es de mucha ayuda, ya que está intentando sujetarme nuevamente del brazo. A pesar de que se está retorciendo del dolor. Por fortuna veo como es abierta la puerta; puedo percibir la sombra de alguien, puedo ver aquella persona maravillosa que ha venido a mi rescate. Siento como ingresa al baño, me percató que es un adolescente de unos 15 a 17 años de edad. Recuerdo su cara; era muy lindo, tiene cara de niño chiquito, pero se ve muy maduro, tiene un par de lentes. Recuerdo el color de su cabello; era un castaño, y lo que más era notable era su cabello rizado, algo ondulado, y sus ojos; parecen galaxias, su brillo en la mirada es sorprendente, tengo la sensación de que puedo ver a través de él.


Es raro, pero puedo sentir su verdadera angustia, de alguna forma me tranquiliza que el este aquí. Pero gracias a ese adolescente tan puro y lleno de empatía, no llego a pasar todos los horribles escenarios y esas asquerosas escenas que estaba creando mi mente, mi mente la cual me estaba haciendo una mala jugada. Y pensar que casi pierdo mi pureza. Le agradezco a esa persona que ya son pocos como él, que tienen la compasión y las ganas de ayudar a los demás, incluso si ponen en riesgo sus propias vidas.


Recuerdo el aroma de ese día, el olor que desprendían esos baños, el brillo de la cerámica recién mojada, el palpitar de las luces, el brillo de la mañana, el resplandor del sol, podía aun sentir el calor del verano. Recuerdo el miedo, el cual me va a perseguir por el resto de mi vida, el palpitar de mi corazón, la frustración.

Recuerdo todo, pero a la vez quisiera dejar de recordar…

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