El surgimiento del covid-19 en el mundo nos generó incertidumbre, preocupación y hasta ansiedad, pero nos dio el tiempo que necesitábamos para ponernos al corriente con nuestras películas y series favoritas, al igual que descubrir nuevas.
Gambito de dama fue una de esas series que llegó a la plataforma de streaming para quedarse y hacernos partícipes de la vida de la huérfana llamada Elizabeth Harmon (Beth, durante la mayor parte de la historia), quien vive en la década de los sesenta. Su historia comienza cuando su madre sufre un accidente y tiene que vivir en un orfanato hasta encontrar una familia que la acoja, mientras tanto, descubre en el señor Shaibel a un mentor poco convencional: serio, malhumorado y de pocas palabras. ¿La pasión en común? El ajedrez. Para la época en que se nos presenta la serie, las mujeres jugaban ajedrez simplemente como afición, no como algo a lo que podrían dedicarle su vida y mucho menos eran valoradas por sus contrincantes masculinos.
Beth desde el primer episodio se hace notar, con su corte de orfanato desaliñado, pero también con su mirada sagaz y aguzada. Sabe lo que quiere y hacia dónde quiere llegar, las críticas no le importan pues solo tiene un objetivo: ganar en los torneos de ajedrez y demostrarse que es la mejor. Su confianza reside en la adrenalina que le genera el mover cada pieza, proyectando en su mente un tablero en el techo todas las noches donde hace miles de jugadas sin poder dejar de pensar en ellas, “¿no es en lo que piensan todos?”, alguna vez escuchamos decir a su rival Benny Watts, y comprobar lo lejos que puede llegar la obsesión por el juego e involucrarse en las partidas que sus contrincantes quieren que siga.
¿Obsesión o locura? Esto se preguntan las personas del entorno social de la protagonista: si realmente puede hacerlo, porque, aunque no lo parezca, ella se encuentra en estados vulnerables gracias al juego que es su pasión y su vida, aunado a la espiral de adicciones y problemas de la infancia que sacan a relucir a esta Beth trastornada por las pastillas y el dolor de la pérdida que la acompañan desde su primera partida de ajedrez profesional “Vamos, pedazo de basura. Puedes vencer a ese… hijo de puta”, la escuchamos decirse justo antes de enfrentarse a su rival más importante hasta ese momento.
Las críticas constantes que tiene hacia su persona, el hecho de no sentirse bien consigo misma si no gana y la poca estima en la que se tiene si no toma pastillas para concentrarse, hace que a lo largo de la serie se ponga en duda si al final puede llegar a concretarse un final feliz dentro de esta historia. “La creatividad y la psicosis van de la mano. O, para el caso, la genialidad y la locura.” Es algo que aparece en repetidas ocasiones a lo largo de la serie, su genialidad pegada a su adicción y si es posible que esa misma adicción termine por volverla loca.
Cuando me senté a verla por primera vez, tuve esta sensación de que iba a ser una historia que iba en picada, y es que podemos ver estos momentos donde Beth no tiene control de sí misma, Harry lo nota en un par de ocasiones, “¿Sabes cómo le decían? «El orgullo y la tristeza del ajedrez»”. Refiriéndose a un jugador tan inteligente como Beth, pero con los mismos dilemas mentales. Durante toda la serie, se juega con la idea de la genialidad y la locura, un recurso considerado dentro de productos culturales donde el protagonista posee un talento nato para hacer las cosas, y al mismo tiempo, lidia con sus propios demonios, algo que nos deja en vilo desde el principio de la serie: ¿será que Beth se deje consumir por las pastillas verdes?, ¿será capaz de escapar de su pasado?, ¿podrá perseguir su sueño a pesar del mundo en el que ha decidido vivir?
Nos intriga el hecho de que tanto sus pesares, que la llevan a volverse adicta a los sedantes y al alcohol, su carácter y su obsesión por el ajedrez, detonen dentro de Beth recuerdos donde está su madre y por medio de sus acciones nos hace saber que ella se siente loca como ésta, una incomprendida por las personas de las que se enamora y la mayor parte del tiempo, con una sensación de soledad de la que no logra escapar. Todo parece indicar que Beth puede perderse dentro de su mente, y por momentos así lo hace. Despertando en el espectador la duda de si es posible conciliar sus problemas personales con su pasión por el ajedrez o si se verá inmersa en la espiral de adicciones en la que vive.
Lo cierto es que este contraste en Gambito de Dama, podría volverla una serie clásica para épocas posteriores y no solamente por hablar de ajedrez, sino también por presentarnos a una protagonista que se desarrolla dentro del complejo de la locura y el de la genialidad. Cuyo único objetivo es ganar, no para complacer a otros, sino para demostrarse a sí misma que puede, aun cuando ella misma es su propio obstáculo.
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