Alejandra no duerme
- Lilian Luna
- 17 jun
- 5 Min. de lectura

Hay lecturas que se sienten como una conversación a medianoche, de esas que remueven cosas dentro de ti sin que lo notes de inmediato. Alejandra no duerme, de Joselin Carpio, llegó a mí en uno de esos momentos en los que el insomnio también me rondaba, y quizá por eso me tocó tan de cerca. Es una novela corta, sí, pero intensa, íntima y con una voz narrativa que te envuelve desde la primera línea. Leerla fue como entrar a un cuarto oscuro, donde poco a poco vas reconociendo tus propios miedos reflejados en los de Alejandra.
A lo largo de la vida vamos enfrentando retos y miedos que muchas veces definen quiénes somos. Esos temores pueden limitarnos, frenarnos o hacernos dudar de lo que realmente queremos, y con el tiempo terminamos cargando con preguntas que duelen, como ese “¿y si lo hubiera intentado?”. Alejandra no duerme nos ofrece una reflexión profunda sobre esto. Nos recuerda que, aunque solemos compararnos con los demás, no sabemos si esas personas están pasando por batallas similares. Y más allá de eso, nos muestra cómo los miedos que no enfrentamos desde jóvenes pueden acompañarnos por años, hasta hacernos sentir perdidos, inseguros o incluso como si estuviéramos fallando, en lo laboral, en lo personal o en lo emocional.
Este libro nos permite entrar en la mente de Alejandra, con una cercanía que a veces incomoda por lo real que se siente. A través de recuerdos de su infancia, su adolescencia y su vida adulta, vemos cómo esos momentos del pasado siguen marcando su presente. Como cuando ella misma descubre que “la adultez era un mundo distinto. Una tierra cruda de valentía, carente de entendimiento; llena de secretos que nadie quiere contar, porque los adultos parecían solo saber decir: ‘Eres muy chica. Cuando seas grande, lo vas a entender’”[1].
Yo, personalmente, me vi reflejada en varias de sus inseguridades. Vivimos en una sociedad que constantemente nos exige cumplir con estándares imposibles, y en ese intento por “llegar” a algo, muchas veces nos perdemos a nosotras mismas. Alejandra también lo vive así: “el fracaso era tolerable en cualquiera, menos en ella. Le removía desde adentro lo que siempre le había salido bien, odiarse. Y ya se había despreciado tanto en el pasado que ahora, entre sentir eso y no sentir nada, se quedaba mil veces con lo segundo”[2].
La forma en que está escrito es tan cercana, tan honesta, que es inevitable ponerse en los zapatos de Alejandra. Cada capítulo toca un tema distinto: salud mental, relaciones familiares, crecer, los cambios, las primeras veces, y mucho más. También habla de lo que sentimos al vivir nuestro primer amor, de esas ilusiones que se rompen, pero que nos dejan lecciones valiosas. Porque sí, a veces “no todo tiene que funcionar siempre y […] cuando algo ya no da más, no vale la pena seguir intentando. De vuelta en casa, le tocó aprender a redescubrirse a sí misma entre sus propios rincones”[3].
Uno de los momentos que más me marcó fue cuando Alejandra decide observar con otros ojos a las mujeres de su entorno. Se da cuenta de cómo muchas han tenido que renunciar a partes importantes de sí mismas al convertirse en madres. Por eso se propuso ver más allá de las etiquetas de mamá, abuela, tía o amiga. Quería saber quiénes eran realmente. Incluso se animó a preguntarles por momentos de sus vidas que no tuvieran que ver con el amor, porque “pareciera que la gente cree que eso es lo único de lo que puede hablar una mujer”[4]. Esa línea me hizo reflexionar sobre cómo muchas veces se espera que las mujeres hablen solo de ciertos temas, como si nuestra identidad estuviera reducida a ellos. ¿Qué hay de todos los otros mundos que habitamos? ¿De nuestros sueños, logros, temores, contradicciones?
“¿De qué hablan las personas si no es de amor cuando ya no hay temas mundanos que tocar?”[5], se pregunta Alejandra, y con eso nos invita a mirar más allá. A descubrir que ser mujer no significa dejar de ser una misma. Que no hay una sola forma de ser ni un solo camino para sentirse completa.
Y quizás lo más valioso del libro es que no nos da una respuesta clara, pero sí nos empuja a intentar. A comenzar, aunque sea desde el fracaso. Alejandra, por ejemplo, decide empezar a construir su propio camino a través de la música. Sabe que no todo va a salir perfecto, pero acepta que dejar sonar su miedo, como fuera que suene, es mejor que seguir callándolo. Aprender no siempre es triunfar: a veces es simplemente dejar de fingir, aceptar que no hemos podido, y seguir intentando. Porque como ella misma descubre: “Es liberador aceptar que hay más de un camino para convertirse en alguien inolvidable. Y que, incluso si no pasa, está bien. […] su futuro dependía únicamente de ella, porque nadie la podía ayudar a deshacerse de sus miedos”[6].
Un aspecto fascinante de este libro es cómo está narrado. A lo largo de toda la historia, conocemos la perspectiva de Alejandra a través de Ana, quien nos cuenta las experiencias de nuestra protagonista. Sin embargo, el giro se encuentra al final del libro, cuando nos damos cuenta de que Ana no es otra cosa que el propio reflejo de la autora, Joselin Carpio. Es como si la escritora hubiera decidido utilizar a Ana como su propia voz, para contar una historia que refleja no solo las luchas de Alejandra, sino también las suyas propias. Esta técnica de narración no solo le da un toque íntimo y personal a la historia, sino que también invita a los lectores a cuestionarse sobre la forma en que nuestras propias historias se entrelazan, las de los demás y las de quienes nos rodean. Como si cada relato de Alejandra fuera, en cierto modo, un reflejo de lo que muchas personas, incluida la autora, han vivido o podrían vivir.
A lo largo de la lectura, hubo momentos en los que sentí que la historia de Alejandra era también la mía. He vivido gran parte de mi vida dejándome llevar y manejar por mis propios miedos. Aunque soy plenamente consciente de su presencia, rara vez he hecho algo para enfrentarlos. Sin embargo, cada vez que he logrado dejar de lado uno de esos temores, la sensación ha sido increíblemente satisfactoria. La vida me ha enseñado que una vez que logre enfrentar mis miedos, podré comenzar a vivir de verdad. Pero me pregunto, ¿llegará el momento en que finalmente pueda enfrentarlos todos?
Alejandra no duerme es más que una novela sobre el insomnio, es una historia sobre el autoconocimiento, la lucha interna y el poder de reconocerse incluso en medio del caos. Una lectura breve pero profunda, que deja eco.
Sinopsis:
Es inevitable hablar del amor y la desilusión, de esos primeros vínculos que nos rompen el corazón pero que también nos enseñan a volvernos más fuertes, a descubrirnos, a reconocernos. En «Alejandra no duerme», una joven lucha por encontrar su lugar en un mundo que parece no entenderla. A través de distintas noches de insomnio, desasosiego y angustia, la protagonista se enfrenta a sus demonios internos mientras es resguardada por seres que la vigilan a lo lejos. Con un estilo íntimo y evocador, Joselin Carpio nos invita a explorar la complejidad humana y a reflexionar sobre la búsqueda eterna de la aceptación en el constante bombardeo de estándares irreales.
Notas
[1] Joselin Carpio, Alejandra no duerme, Perú: Brújula Editorial, 2024, p. 22
[2] Ibid., p. 32
[3] Ibid., p. 60
[4] Ibid., p. 74
[5] Ibid., p. 74
[6] Ibid., p. 88
Comments