Las relaciones humanas conllevan algo inevitable: la confianza. La entendemos como la certeza o esperanza de que alguien se comportará de cierta manera en situaciones concretas. Sin embargo, no siempre las cosas suceden como esperamos.
Este inconveniente no es culpa del otro, sino nuestra. A menudo, presuponemos la conducta de los demás según nuestros valores y expectativas. Olvidamos que cada individuo es único y esperamos que los demás se adapten a nuestros deseos. De esta discrepancia entre expectativa y realidad nace la desilusión.
La trampa de las expectativas
Como afirma Alexander Pope[1], "bendito es aquel que no espera nada, porque nunca será decepcionado". Aunque este pensamiento puede parecer pesimista, encierra una verdad. Cuando alguien nos decepciona, suele ser porque no cumplió con nuestras expectativas, no por una intención consciente de dañarnos.
Demandamos respuestas y acciones que nosotros hubiéramos ofrecido, olvidando la singularidad del otro. No importa cuánto nos identifiquemos con ellos, su comportamiento no tiene por qué ser similar al nuestro.
Entender la reciprocidad en las relaciones
Estas diferencias se manifiestan de muchas formas, desde la disposición para compartir problemas hasta cómo alguien reacciona ante nuestras dificultades o éxitos. Dependiendo del vínculo que tengamos con la persona, estas acciones -o inacciones- pueden causar dolor. Al entregar afecto, a menudo esperamos inconscientemente recibir algo similar a cambio.
Esto nos lleva a la teoría del "Yo y Tú" del filósofo Martin Buber[2]. Buber sostiene que en las relaciones interpersonales saludables, cada individuo ve y trata al otro como una entidad única y valiosa. La relación es recíproca, basada en el respeto y la consideración mutua. Sin embargo, ¿es realmente así en la práctica? ¿Las relaciones deben ser inevitablemente recíprocas?
El desafío de amar sin esperar
Si bien me gustaría responder con un rotundo sí, la realidad es que cada uno de nosotros es único en nuestras formas de amar y dar amistad. Este reconocimiento me lleva a pensar que, aunque suene contra intuitivo, cuando uno ama debería hacerlo sin esperar nada a cambio. Esta falta de expectativas podría ayudarnos a evitar la desilusión, ya que no estamos esperando algo específico del otro.
Esto no sugiere un enfoque masoquista de entrega ciega. Más bien, sugiere que cuando se forme un vínculo afectivo, evitemos anclarlo en las expectativas que tenemos sobre el otro.
Aceptación del otro y la inevitabilidad de la desilusión
El otro podría tener una forma distinta de expresar su cariño o amistad, y eso no debería ser motivo para romper el vínculo que se ha formado. El reto está en aceptar a esa persona tal y como es, sin reclamos posteriores. No debemos condicionar nuestro afecto, por más que sintamos que ciertas acciones son lo mínimo esperable. Cuando condicionamos, no damos amor o amistad, sino que ofrecemos un contrato de compra-venta.
En última instancia, nuestras desilusiones provienen de nuestras propias expectativas. Así que, en lugar de esperar, déjate sorprender, para bien o para mal. Las personas a menudo podemos hacer cosas interesantes cuando no se nos presiona para actuar de cierta manera.
Notas
[1] WritingExplained.org. (n.d.). Alexander Pope’s Quote: Blessed is he who expects nothing, for he shall never be disappointed - Explanation. Sitio web: https://writingexplained.org/alexander-pope-quote-blessed-is-he-who-expects-nothing-for-he-shall-never-be-disappointed-explanation
[2] Martin Buber fue un filósofo judío austriaco conocido por su filosofía del diálogo, un tipo de fenomenología existencial centrada en el encuentro entre el yo y el otro. En su obra más conocida, "Ich und Du" (Yo y Tú), Buber describe dos modos de relación: el "Yo-Tú" y el "Yo-Ello". En las relaciones "Yo-Tú", cada individuo trata al otro como una entidad única y valiosa en lugar de como un objeto a utilizar o conocer. Buber sostiene que estas relaciones son fundamentales para la verdadera comprensión y respeto mutuo.