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El vacío existencial y la soledad sin fe

Dios es lo que los creyentes suelen recurrir en situaciones complicadas y difíciles. Si bien es verdad que lo ideal sería que alguien que dice que expresa una fe hacia una divinidad, esté vinculado religiosamente con ese ser en todo momento, en realidad el sentimiento religioso suele florecer o aumentar cuando esa persona está en una situación difícil, ya sea económica, emocional o de salud. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando como ser humano no tienes un vínculo hacia una deidad? ¿Qué sucede cuando te encuentras en una situación de angustia, desolación o desesperanza y no tienes a un dios al cual recurrir porque simplemente no crees que existe?

 

Es importante mencionar que esto es una reflexión subjetiva y no pretende atentar ni cuestionar la existencia o inexistencia de alguna deidad, sino simplemente es un análisis de cómo una persona experimenta el temor y la desolación sin tener un dios al cual aferrarse.

 

Más allá de si eres creyente, ateo o agnóstico, tarde que temprano, la vida se encarga de darnos malos tragos. Normalmente, cuando nos sentimos en el hoyo, buscamos alguien con quién compatir nuestro dolor. Somos seres sociales y necesitamos compartir emociones, incluídas entre ellas el dolor1. Si bien, muchas veces contamos con la fortuna de tener alguien con quién llorar, o con quién desahogarnos en medio de una tempestad2, cada vez, entre un mundo menos humanizado y más vorágine, tenemos menos interacciones sociales3 y eso nos conduce, de una u otra forma, a un deidad.

 

Dentro del mundo occidental, la tradición judeocristiana ha sido una fuente de influencia importante en la visión que se tiene de dios. En esta concepción, él no solo es visto como un creador, sino también como un padre, mientras que la figura de María se presenta como una madre para los católicos. Ambos, de manera involuntaria, se convierten en cimientos en donde muchas personas depositan su incertidumbre. En algunos momentos, dios se convierte en el saco de papas principal en el que las personas pueden gritar, lamentarse o buscar culpables por situaciones difíciles en sus vidas. E, incluso si lo vemos de forma psicológica, sacar nuestras emociones ayuda4, y mucho. Será entonces, mediante la oración, en ese diálogo con la divinidad (no confudir con rezar, que es solamente repetir “padres nuestros” y esas cosas), en donde ante un duelo o un momento de desesperación, el fiel logra religarse con su divinidad y encontrar paz o consuelo.

 

Pero, ¿y si no crees en un dios?

 

Que estás solo, sin más. No tener con quién hablar hace más complicada la vivencia misma. Ese bache es más ondo, y la angustia perfora. La soledad, esa que tanto banaglorian Rousseau y Nietzche, por mencionar a dos5 de forma rápida, no es tan agradable. Si bien, podemos decir que en la soledad puedes tener tus momentos más preciados de creatividad, por ejemplo, incluso en este hito, compartir se hace necesario. ¿De qué sirve tener éxito en algo si no lo puedes compartir con alguien?

 

La soledad apesta, sin más. Ya sea para hacer parte a otra persona de nuestros logros o para llorar con ella, pero compartir se hace necesario, y cuando no tienes a alguien con quién hacerlo, y no hay a un dios al cuál recurrir, el sentimiento es más profundo. De repente, en un momento de inquietud, el silencio es helado, el miedo se incrementa y el vacío se vuelve imposible de llenar. ¿Es dios entonces una solución?

 

No lo sé. Como dije al prinicipio, este escrito no intenta ni argumentar a favor ni encontra de la existencia de un dios, pero lo que sí te puedo decir es que el que “exista” para ti, más allá de que te haga o no una buena persona, te brinda un hombro -espiritual- al cuál ir en un momento de desesperación. La ausencia de un dios a quien recurrir y la falta de conexiones humanas sólidas pueden conducir a un vacío existencial y un profundo sentimiento de aislamiento. Y esta pesadez emocional puede agravar la angustia y la desesperación, haciéndolas parecer insoportables e interminables.

 

Pero no por ello deberíamos justificar la "necesidad" de un dios o de las relaciones sociales. Según Schopenhauer6, los vínculos humanos a veces se basan en satisfacer nuestras propias necesidades y deseos en lugar de buscar el bienestar de los demás. Si recurrimos a un dios o una persona en momentos de angustia y desesperación, debe ser en busca de bienestar y comprensión mutuos. Si no es así, por más duro que esto sea, estar solo es la mejor opción.

 

Está de más decirte que en algún momento de tu vida, si no es que ya, vivirás angustia, desesperación y miedo. Si tienes un dios, recurre a él, pero intenta que esta búsqueda no sea solo en esos momentos; si tienes a una persona, recuerda que también ella puede pasar momentos como el tuyo, e intenta estar para esa persona así como tú esperas que ella esté. Y si no tienes a nadie, aunque sea difícil y más pesado, levanta la cara y busca en ti esa voz interna que intente animarte y hacerte seguir adelante. No te aseguro que la encuentres, pero la exploración es sin duda una aventura interesante.

 

Notas

 

[1] Bowlby, J. (1993). El apego y la pérdida. Paidós.

 

[2] Eisenberger, N. I., Lieberman, M. D., & Williams, K. D. (2003). Does rejection hurt? An FMRI study of social exclusion. Psychological Science, 14(10), 801-806.

 

[3] Redacción. (2022, diciembre 19). Reducción de amigos, tecnología y pocos amigos: un estudio explora el declive de la amistad y las relaciones sociales. Pijama Surf. https://pijamasurf.com/2022/12/reduccion_amigos_tecnologia_pocos_amigos_amistad_relaciones_sociales_estudio/.

 

[4] Janov, A. (1991). El grito primal. Ediciones B.

 

[5] Jean-Jacques Rousseau y Friedrich Nietzsche, dos filósofos influyentes, han hablado de los beneficios de la soledad. Rousseau considera que la soledad es un medio para desarrollar la individualidad y la creatividad, mientras que Nietzsche sostiene que la soledad elegida puede llevar a la grandeza y la sabiduría.

 

[6] Schopenhauer, A. (1818/2010). El mundo como voluntad y representación (J. López-Muñoz, Trad.). Trotta.

 

 

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