Siento demasiado. Siento todo lo que veo y lo que escucho. Siento cada lucha, tragedia o alegría que me cuentan. Mis padres dicen que no deberían afectarme demasiado las situaciones ajenas y tendría que sentir un poco de indiferencia.
Cuando escuché por primera vez en clase de Historia acerca de la independencia de nuestro país, sentí un nudo en la garganta, y al llegar a mi casa lloré en mi cuarto porque no podía dejar de pensar en el trauma y la pena de las personas que lucharon por esa libertad o de las familias que se rompieron a causa de esas guerras. Es verdad que no puedo imaginar ni la décima parte de su dolor, pero un minúsculo fragmento lo siento en el pecho y me ahoga impidiéndome hablar.
A los once vi “The help” y no pude llorar hasta que nadie me viera. Me sorprende y me da mucha tristeza cómo algo tan cruel, como pensar que somos distintos por cualquier diferencia en raza, costumbre o país de origen, nos hace dignos de jerarquizar a las personas en inferiores y superiores, ¿en qué momento comenzó todo esto?, ¿por qué comenzamos a luchar entre nosotros?
He aprendido a tropiezos y caídas que el odio que llevamos en nuestro interior lo terminamos contagiando a las personas que nos rodean. Por eso comienzan las guerras. Por dolores que no sanamos, eso nos hace portadores de la semilla de odio y, a la vez, nos hace vulnerables ante el contagio.
No sentimos demasiado. No está permitido sentir demasiado.
La verdadera paz no va a existir si no comenzamos a ser sensibles entre nosotros y hacia nosotros. De no sanar nuestro pasado y perdonar las situaciones que hemos vivido, no podremos avanzar nunca. Todo comienza en cada uno de nosotros y desde la educación que les damos a las siguientes generaciones, porque necesitamos que sientan el dolor de las guerras para que no se repitan en su historia. Seamos libres de sentir.
Referencia:
Taylor Tate. 2011. The Help.(video) Estados Unidos. 142 Pictures, DreamWorks Pictures.
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