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El huérfano y el perro alce

Adaptación de mito nativo americano (iroqués)

El destino traza el rumbo, y no siempre es un camino fácil de transitar. En aquellos tiempos los nativos de esas tierras luchaban por subsistir por entre el resto de las criaturas; las tribus se mantenían unidas, y solo los más fuertes sobrevivían. Los huérfanos tenían un futuro incierto, como fue el caso de dos pequeños, un niño y su hermana mayor. Ella podría asegurarse un lugar en el grupo, si aprendía a trabajar y además era bien parecida. Él no; no podía expresarse, parecía enajenado siempre, fue cuestión de tiempo y que su hermana fuera alejada de su lado para que quedara a la deriva del abandono.

Aquel niño creció, y lo hizo como un animal. Se alimentaba de los desechos de su pueblo y se resguardaba de la intemperie con harapos, imitando lo que veía en los otros de su especie, aunque nunca pudo expresarse como ellos. Incluso era ahuyentado con gritos y piedras cuando se acercaba al fuego, teniendo que lidiar con bestias carroñeras por las sobras de la caza.

Cierto día, la tribu se marchó en busca de mejores tierras y éste no hizo más que seguir sus rastros en un intento por sobrevivir. A pesar del frío pudo seguirles por algunos días, aferrándose al destino.

— ¿Ya notaste que aquella criatura alcanzó la tribu? —dijo la vieja esposa de un cazador retirado llamado Buen Corredor con desdén.

—Es increíble que haya sobrevivido allá afuera —dijo el hombre mientras le arrojaba algo de comida.

A la mañana siguiente algo despertó en aquel huérfano, algo en él era diferente. Aún estaba ahí tirado entre la hierba a las afueras de las tiendas de la tribu padeciendo las inclemencias del tiempo, pero algo había cambiado. Justo en ese momento notó que algo muy grande se acercaba a gran velocidad. Un venado casi era alcanzado por la flecha de un cazador y él gritó de asombro seguido de correr despavorido detrás de la criatura asechada.

—De modo que puede expresarse, no es tan loco como parece —pensó el cazador sorprendido; aquel cazador era Buen Corredor. Esa noche el pequeño llegó nuevamente en búsqueda de alimento a la tienda de aquellos viejos. Pero en esta ocasión, Buen Corredor le habló.

—He visto que no eres estúpido, incluso que eres fuerte. No me explico cómo pudiste sobrevivir todo este tiempo allá afuera —le dijo en un tono tranquilo mientras extendía un trozo de carne con su mano.

—¡Basta! A mi tienda no traerás esa criatura —gritó la anciana al darse cuenta.

—Esta es mi tienda, mujer, y debes respetarme. Todos merecemos una oportunidad, veamos si la aprovecha. He decidido adoptarle y llamarlo “Flecha Larga” —comentó con voz firme.

Pasaba el tiempo y el infante iba adoptando comportamientos de los otros, hasta caminar erguido. En la caza era cada vez mejor, todo ese tiempo sobreviviendo como un salvaje le había forjado fuertemente. Corría como ninguno de los otros jóvenes y en la caza del búfalo ya se desempeñaba con gran potencial como los cazadores experimentados, a pesar de eso seguían sin aceptarlo. Toda la tribu con excepción del viejo, lo rechazaban.

—¿Cómo seré digno de su respeto, Buen Corredor? —preguntaba al viejo cazador constantemente años más tarde.

—No les debes nada —contestaba con voz tajante.

—Pero si tanto importa para ti como lo dices, hay algo que puedes hacer y dar tu vida en ello —le dijo cierta noche antes de dormir.

A la mañana siguiente antes del amanecer, Buen Corredor despertó a Flecha Larga con sigilo, ya tenía víveres cargados en el mejor de sus perros de viaje. Con calma y evidente preocupación, narró al joven la travesía que había pasado de boca en boca a través del tiempo en su tribu, travesía que llevaría hasta la ubicación del misterioso ser conocido como Perro Alce para traerlo a la tribu. Viaje del cual ningún valiente había regresado una vez emprendido el andar.

—Hijo, primero aprendiste a ser hombre, aprendiste las ceremonias y oraciones del pueblo. Eres valiente, eres generoso. Y ahora deseas honrarme y demostrar tu valía a quienes no te consideran. Tienes mi bendición —dijo Buen Corredor con nostalgia y preocupación mientras sacaba su mejor cuchillo de su funda.

—Te demostraré que no fue en vano el haberme acogido en tu hogar, y llevaré tu cuchillo de caza con honor —dijo firmemente el joven Flecha Larga sin titubear.

Los días y noches transcurrieron lentamente y solo mantenía en su mente las indicaciones a seguir.

“Junto al gran lago en las tierras del sur el Perro Alce encontrarás” pensaba a sus adentros. El cuarto día encontró un pequeño estanque con un hombre parado justo a la orilla.

—¿Por qué has venido? —preguntó el extraño.

—Vengo por el misterioso Perro Alce —respondió.

—No puedo ayudarte, pero continúa tu camino hasta llegar al gran lago y conocerás a mi tío. Posiblemente él te guíe —dijo amablemente aquel extraño.

Mostró agradecimiento Flecha Larga y continuó su andar.

Cruzó cañones y altas montañas. A pesar de su cansancio y sus escasas provisiones mantenía su intensión. Sus mocasines se habían roto, al punto de preferir desecharlos. Tenía frío y por momentos recordaba cómo había vivido de pequeño, de alguna forma eso le daba fuerzas para continuar.

Finalmente, entre la neblina notó que se aproximaba a un gran lago, enorme y cristalino situado entre montañas escarpadas y pinos. Junto a la orilla estaba un hombre delgado muy alto y portaba una lanza con una piedra de gran filo en su punta.

—Hombre joven, ¿por qué has venido? —dijo el hombre mientras miraba hacia el lago, sin verle a la cara.

—He venido en búsqueda del misterioso Perro Alce —respondió titubeante.

En ese momento el hombre giró lentamente hacia Flecha Larga y con una mirada penetrante le dijo:

—¿Acaso no me temes? —dijo frunciendo el ceño.

—No, no te temo —respondió el joven firmemente.

Entonces el hombre hizo una mueca y luego sonrió. Ya que los hombres pequeños como el joven solían temerle y Flecha Larga no. Aun así, no pudo ayudarlo. En su lugar lo guió hacia su abuelo, quien posiblemente pueda ayudarlo si continuaba su camino por cuatro días más en la misma dirección.

—Tal vez lo encuentres, pero probablemente no —dijo el extraño de gran altura, seguido de desvanecerse entre la niebla.

Flecha Larga siguió caminando, descansando periodos más largos cada vez, estaba débil y su perro lucía enfermo y moribundo. Las horas de noche eran eternas y ya evaluaba si debía matar a su compañero para sobrevivir comiendo su carne. Entre más avanzaba mayor era la nieve a su alrededor y ya no creía encontrar aquel gran lago, hasta que sucumbió del cansancio y cayó.

Cuando el sol se encontraba en lo alto, Flecha Larga despertó del que parecía haber sido el sueño más profundo. Cuando abrió sus ojos un pequeño niño de vestimentas coloridas estaba frente a él.

—Te estuvimos esperando por mucho tiempo. Mi abuelo te invita a su tienda. Sígueme —dijo el pequeño a Flecha Larga mientras hacía señas al perro para que esperara a su amo ahí caminando directo al lago.

—¿Cómo puedo seguirte hacia el gélido lago? —preguntó. Sin embargo, sabía que su camino podía ser más difícil y aunque no sabía lo que le esperaba, sentía que podría estar cerca de encontrar el Perro Alce.

Flecha Larga caminó detrás del niño sobre el agua, hasta ver una tienda forrada con piel de búfalo y plumas de aves de colores. En su interior estaba un hombre viejo de vestimenta oscura y pelo largo y blanco como la nieve, el joven viajero se encontraba frente al Gran Espíritu.

El viejo sabio dio la bienvenida a Flecha Larga y luego de invitarle de los más exquisitos manjares, le dijo: “Sé a qué has venido, joven viajero”.

Seguido de esto caminó hacia el exterior de su tienda, un gran prado se perdía al horizonte y detrás de él le seguía Flecha Larga. Fue entonces que los vio con sus propios ojos, el Pono-Kamita, los Perro Alce.

Eran elegantes e imponentes y galopaban con tal vigorosidad que la tierra se movía con su andar. El pequeño le invitó a montarles, mostrándole como dócilmente accedían a transportarles en sus lomos sin esfuerzo.

Al paso de las horas el niño le dijo a Flecha Larga: “Hay una forma para que el Gran Espíritu acceda a darte todo lo que deseas. Solo debes ver sus pies desnudos”.

Los días pasaban y el joven no conseguía su cometido, el viejo siempre vestía ropajes largos y cuidaba mucho su andar. Hasta que la mañana del cuarto día, mientras el viejo ingresaba a su tienda, su túnica se enganchó con unas ramas justo en el momento que Flecha Larga despertó, y pudo notar con asombro que tenía pezuñas como aquellas criaturas, como el Perro Alce. El Gran Espíritu sorprendido por su descuido miró fijamente a los ojos del joven.

—Ahora debo hacerte un presente, no seas tímido, dime lo que quieres —dijo con voz tranquila.

—Quiero tres cosas: tu cinturón colorido como el arcoíris, tu túnica negra y el rebaño de tus Perros Alce —dijo con firmeza.

—Veo que no eres nada tímido —dijo el Espíritu sonriendo —. Pides mucho y no puedo acceder a todo, solo te daré la mitad de mi rebaño y el resto de lo que quieres. Pero tienes que aprender de ellos, ganarte su confianza y finalmente domarlos. Cuando lo hayas conseguido podrás marcharte.

Flecha Larga cumplió diligentemente la encomienda del Gran Espíritu hasta lograrlo, para finalmente emprender el camino de regreso a su tribu. Los días de regreso transcurrieron rápidamente, incluso pudo llevar a cuestas a su perro sobre alguno de aquellos Perros Alce.

Cuando finalmente llegó a su tribu, estos le temieron y reaccionaron con rechazo. Pero fue Buen Corredor quien reconoció su voz y salió a su encuentro.

—Creí que habías muerto, nunca debí dejarte ir —dijo el anciano llorando.

—Pero he regresado, viejo. Tú que me adoptaste cuando nadie daba nada por mí y creíste que podía ser alguien. He regresado y he traído conmigo al Perro Alce para que viva entre nosotros y nos sirva como sus amos —dijo al viejo cazador con orgullo y en voz alta frente al resto de la tribu que ya se había acercado al lugar.


Bibliografía

Pearce, Q.L. «Native American Mythology.» En Native American Mythology, de Q.L. Pearce, 76. Michigan: GALE Cengage Learning, 2012.

Red Path. firstpeople.usd. 17 de 11 de 2021. https://www.firstpeople.us/FP-Html-Legends/TheOrphanBoyAndTheElkDog-Blackfoot.html (último acceso: 17 de 11 de 2021).

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