El anochecer que nos sumergió

La luz del sol se iba desvaneciendo tras la ventana, fue así como entró aquel azul que pintó todo tu cuerpo haciéndolo ver más llamativo. Tus tatuajes en los brazos tornaron un azul más fuerte; tus labios opacaron siendo celeste; tu cabello azul rey posaba en una almohada pintada de turquesa y al final, vi aquellos ojos cafés que ahora estaban de un azul profundo.

​ Esa sonrisa que poco a poco fue oscureciendo hasta solo mirar tus dientes es aquella en la que encuentro sosiego. Tus manos sumergidas en mi enredadera y aquel ligero suspiro que entra por la ventana es lo que eriza mi piel, o quizá es tu voz al decirme “te amo”.

​ Ambos esperando ser abrazados por la noche nos encontramos jugando. Nuestras tonalidades cambian de amarillo a distintos azules que se terminan convirtiendo en negro, y solamente una luz tenue ilumina tu rostro haciéndolo lucir más bello. Me gusta cuando intentas encontrarme en aquella oscuridad, cuidando por donde tocas para hacerme cosquillas o una caricia.

​Nuestra distancia entre los labios es esa línea iluminada que se intenta esconder entre nosotros que nos vamos acercando poco a poco. Nos traspasa e ilumina el beso que la luna puede ver perfectamente. Jugando, poco a poco nos vamos consolando entre risas, caricias, el ronroneo de nuestro gato y el anochecer que nos sumergió en el cuarto.