Otra vez acudo a mí mismo para escribir sobre el tema de este mes. Y es raro querer reflexionar sobre lo qué es ser joven en la CDMX. Bien podría escribir sobre aquellas cosas que me gustan a mí: ir a conciertos, al cine, a un museo, de cita, a beber a un bar/cantina, que ser joven es instruirse y otras tantas. Pero, ¿eso refleja la realidad de ser joven en México? Al contrario, sólo refleja un pequeño grupo nada representativo.
Porque ser joven en esta ciudad es difícil, pero es aún más en el resto del país.
Ser joven en la ciudad es ver como amigxs y conocidxs se van perdiendo a través del camino. Entre jornadas de trabajo para apoyar a los gastos familiares en condiciones precarias (trabajar en un tianguis es mucho mejor que andar recogiendo cascajo) y dejar los estudios.
Ver a otrxs tantxs perdidos entre el basto arsenal de drogas que hay: entre el alcohol y la marigüana, hasta llegar a los excesos de la piedra y los solventes. Ser joven no debería ser sinónimo de no tener control sobre unx mismx. Pero siempre es más fácil evadir la dura realidad.
Ser joven y pobre es una mala combinación en esta Ciudad. Sueños sin cumplir, metas perdidas, juventud desperdiciada. Cada arruga que nos sale es la representación de una frustración más.
Ya no hablemos de la oferta cultural que se va reduciendo día con día. Lugares verdaderamente culturales y juveniles, de ambientes saludables, de esparcimiento y que buscan generar lazos, no hay. Sólo bares con alcoholes adulterados en los que generalmente hay una pelea, dos o varias. (¿Cuántas veces han intentado cerrar el foro alicia? No porque sea el único lugar cultural alternativo, sino porque es uno de los únicos lugares en los que también he podido comprar una botella de agua).
¿Tener un buen trabajo, con prestaciones y estable, es garantía de tener mejor calidad de vida? Sí y no. Sí se puede mantener una estabilidad un poco mayor que la del grueso de la juventud precarizada de esta Ciudad, se puede salir de casa de los padres, comprarse cosas e invertir en alguna distracción. Pero a un costo muy alto: largas jornadas de trabajo mal pagado en subcontrataciones (el famoso mal del outsourcing), en las que se paga menos de lo que se trabaja para compañías generalmente gringas. Se logra salir de la casa familiar, pero hay que ir a casas subdivididas, en las que se vive con otras personas en calidad de compañerxs o el famoso "roomie". El único espacio personal es un cuarto de 2 x 2 metros en el que hay que intentar hacer una vida, con lo que todo eso conlleva: descansar (después de 10 horas de trabajo más transporte), esparcimiento (ver alguna serie, leer, estudiar, entre otras cosas), hacer el amor, muy quedito para no molestar a los demás (casi como no querer despertar a mamá o a papá en casa, pero peor, porque pagas ahora para poder hacerlo quedito).
Ahora no hablemos de una pensión ni de la edad para pensionarse. Es como hacer castillos en el aire, porque esa edad está lejana en el tiempo y (horrible spoiler) las cosas no mejoran mientras uno crece.
El grueso de la juventud, explotada e infravalorada, no ve otro escape viable a esta vida de abusos que no sean las fiestas, las pasiones, las drogas, el alcohol, etc. ¿En verdad no hay solución? La vida es algo más allá de sólo intentar sobrevivir mientras uno va perdiendo colágeno en la piel.
Algo debería hacerse, más allá, para superar esta fatalidad. Este hoyo en el que cada vez que se asoma unx, se hace más y más grande.
Y aunque algunxs piensen que hacerse consciente del hecho es más que suficiente, es sólo el comienzo del camino. Se debe buscar las rutas más próximas para transformar la situación tan precarizada en la que subsisten tantos miles de jóvenes en este país (que no es contraria a la realidad de la población total). Organizar a la juventud, encaminarlas a nuevas experiencias de análisis sobre su realidad y tomar partido por los desherados. Esos son por lo menos, los siguientes tres pasos.
Y aunque quisiera hablar aquí sobre otros tópicos, conozco los límites de los temas. Sé que no es ocasión de seguir escribiendo sobre lo que expongo. Sin embargo, me gustaría despedirme con una recomendación literaria. Porque entre todo esto la literatura puede jugar dos posiciones importantes. Por un lado, ser el medio por el cual se transmite la realidad y, por el otro, también ser un objeto de inspiración para todxs quienes la lean.
¿No es el caso de Máximo Gorky y su novela emblemática La Madre? Gorky nos muestra la realidad de un grupo de jóvenes revolucionarios rusos (que a primera vista parece no tener nada que ver con la realidad mexicana del s. XXI, pero no se engañe), desde el más hondo de los abismos del alcoholismo, en el que se encuentra uno de los personajes, hasta su unión con los camaradas comunistas y su reformación, no sólo de él, sino también de su madre. La novela no es sólo una creación literaria, es también un medio de denuncia y de inspiración para muchos jóvenes durante esa época y las siguientes.
Por esto mismo, invito a todx aquel que quiera escribir literatura, que tome postura sobre su realidad y que denuncie todo lo injusto, porque los sin voz necesitan que alguien les preste la suya. En este caso, los jóvenes de esta ciudad necesitan que volteemos a verlos y les ayudemos a salir de esa miseria en la que coexistimos.
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