Es cierto que del ejemplo nace la curiosidad, la pregunta del porqué: ¿por qué mi mamá hace eso, por qué devora libros y sus ojos recorren una página a mil por hora?, ¿por qué en las noches necesita luz para leer libros que bien podrían haber sido usados de bloques de yeso o usados de tope para detener una puerta y que no se cerrara? Los libros tienen un carácter práctico, que rebasa el hecho de una simple pesa o un simple poste. Al irlos descubriendo, al irlos comprendiendo, me di cuenta que los libros son mundos enteros, extensos valles de palabras que pueden alimentar las mentes y transformarlas. Para mí, los libros clave de mi aún inexperta y limitada vida, se reducen a ocho.
Iba yo en la secundaria, falta de amigos, de autoestima y de vida social en la cual refugiarme, empecé a interesarme más en la lectura. No, les juro que no me estoy tirando al drama, pero realmente fue un periodo en el que no sabía nada de mí, era pésima en matemáticas y lo único que me gustaba hacer por las tardes era ver la tele –cosa que a mi mamá no le gustaba–, tampoco me obligaba a leer, pero su ejemplo fue el que me impulsó desde los doce a hacerlo. ¿Qué podía salir mal?, ¿qué era lo que hacía que la gente acudiera a esos pedazos de papel y los añorara con locura? Pues decidí que me gustaba la poesía, que iba a leerla todos los días y me dedicaría en serio a leer a todos los poetas habidos y por haber. ¿El resultado final? Benedetti. Para muchos un poeta comercial, para mí, un refugio, mi compañero de tardes, el que me enseñó que con palabras simples podía decir mucho y llegar al corazón de personas que se sienten ajenas entre sí. Dedicaba las tardes a leer Inventario II, leía y leía sus poemas sintiéndome contagiada de su humor, de su maravillosa prosa y de su sarcasmo sutil. “Vida en común y en extraordinario”, decía en Boda de perlas, poema que hasta el día de hoy no puedo recitar de memoria, que me cuesta trabajo recordar el principio, pero que de repente me viene a la mente de vez en cuando a pedacitos. Hace poco me compré ese mismo poemario en una versión de mejor calidad, pero la viejita reposa en mi librero, con post-it, la marca de mis resaltadores y los subrayados en el índice de mis poemas favoritos.
Le debo mucho a Benedetti, sobre todo el quitarme el prejuicio de que para escribir necesitas ser un prodigio literario, o tener el don desde el principio. Sé por experiencia que las ideas tardan tiempo en tornarse quoteables, que no porque hayas escrito un mal texto significa que seas mal escritor, y que no necesitas palabras rimbombantes para llegar al alma de cualquier lector.
Poco después o poco antes –aún esas fechas siguen borrosas en mi mente–, encontré La Evolución de Calpurnia Tate entre los pasillos de una plaza comercial. Cuando mi mamá y yo salíamos a buscar qué hacer siempre terminábamos en el pasillo de los libros, libros que hasta el día de hoy reposan en mi librero, ya leídos. Calpurnia resultó ser un personaje que me atrapó desde el primer momento, narrado en primera persona, tenía una personalidad curiosa y vibrante, con detalles familiares que me cautivaron y un abuelo fuera de lo convencional; logró llenar dos tardes mías y dejarme con ganas de más, extrañando al personaje. Mi primer duelo literario.
Uno habría pensado que ya tuvo suficiente, que un libro que te deja con dudas que no serán resueltas no tiene sentido. Que el sentido de leer es encontrar respuestas y esas respuestas deben darle sentido a tu vida, si supieran…
En la prepa leí La Tumba de José Agustín, probablemente algunos de ustedes lo habrán leído por esa época estudiantil, o probablemente no. Gabriel es un chico de clase alta, bastante atractivo tanto por escrito como en boca de los otros personajes, su personalidad es un tanto arrogante, pero lo compensa bien por la forma en como escribe. De nuevo vuelvo a caer en autores que tienen una forma de escribir sencilla, pero que atormenta.
Fui tan fan de este libro que, aunque tardé unos años, decidí investigar más libros de este autor hasta llegar con Ciudades Desiertas, mi copia la presté a una profesora y amiga querida, y aunque solo lo leí una vez, los personajes y sus discusiones siguen presentes en mi mente, el hilo de sucesos que vivieron sigue igual de fresco. Es hasta el momento uno de los libros que más risas me ha sacado, el personaje principal con su impertinencia y terquedad hacía que cayera de risa en risa. Gran libro para leerse en una tarde, para subrayar citas o simplemente para cuestionarte a la sociedad norteamericana que tenemos por vecina.
Los latinoamericanos no dejamos que nadie tome la narrativa de sus vivencias, y les aplaudo por ello. Aún me falta leer a Borges, a Mistral, a Castellanos, a Rulfo, pero aún hay vida de sobra para ello, o eso creo yo. Siguiendo con mis aventuras literarias, parando en el país español, encontramos a Rosa Montero, queridísima por mí, una, porque se llama igual que mi madre y dos, porque su apellido suena similar al mío. Leí un ensayo suyo acerca de las mil y una noches, quedé prendada de su estilo, ¿recuerdan que soy adepta al departamento de escritura en un español ordinario y hasta casi poco literario? Bueno, pues ella también sabe escribir de manera sencilla y envolvente, La hija del caníbal fue un libro que descubrí en una tienda de libros usados, y ese justamente estaba sellado por su plástico protector, evidentemente nuevo. Una de mis amigas de infancia, a quien quiero mucho –y que seguramente leerá este texto–, me lo regaló de cumpleaños, fue justo cuando iniciaba la universidad, no recuerdo si recién cumplidos los diecinueve años o los veinte, pero por esas épocas llegó a mis manos. Un personaje tan original como excéntrico, tan mañoso como chistoso, y una historia que transcurre a la par que te traslada a un pasado español, repensado por la autora. Sin duda no se pierde nada con leerlo, creo que se gana todo.
Mis conocidos, y amigos íntimos saben, o hasta repelen a este otro autor que estoy por mencionar, pero sin duda también representa uno de los pilares importantes en mi vida. El Anticristo de Nietzsche, ¿controversial? Sin duda. Leí primero Genealogía de la moral, el tercer apartado no me pareció del todo encantador, pero resultaba bastante bueno en las dos primeras partes, no me sorprendió. Cuando me pidieron leer el Anticristo para una de mis clases de filosofía, tuve que forzarme a leerlo, algo que deben de saber de mí es que si la sociedad dice que es muy bueno y que debería leerlo, justamente yo haré todo lo contrario y hasta lo repudiaré por ello.
Descubrí que el dolor, el asco y la intensidad pueden usarse para crear una de las mejores críticas de la historia. A modo de parágrafos, Nietzsche nos descubre la imagen del sacerdote mientras va contraponiendo al hombre y sus deficiencias, deficiencias que son producto de una moral de dudosa procedencia, curiosamente planteada por la Iglesia Católica. Creo que hay un antes y un después en mi existencia cuando menciono a Nietzsche.
Una segunda cosa que deben saber de mí es que los libros juveniles, iniciando con Los juegos del hambre, fueron también uno de los motores que me impulsaron a seguir leyendo. Katniss es el mejor personaje de libros juveniles: resuelta, decidida y calculadora, capaz de dar su vida por los que quiere. Sé que muchos consideran el triángulo amoroso innecesario, pero realmente es para contrastar con lo que ella en ese momento estaba sintiendo; mientras los problemas de Peeta o Gale (sus intereses amorosos) se centraban en babear por ella o preguntarse a quién elegiría, ella tenía cosas más importantes, ¡el presidente quería matarla a toda costa! ¿Era mucho pedir dejarla en paz un rato para que pensara cómo le iba a hacer para salvar a su familia y después discutir si le gustaba Gale o si Peeta realmente era el amor de su vida? Creo yo que la autora traza un antes y un después en la construcción de personajes femeninos juveniles, que no centraban su única fortaleza en amar a un chico y babear por él todo el tiempo.
Realmente creo que podría hablar de Katniss y las alegorías en su mundo referentes a los romanos, como el panem et circenses, la mención del Capitolio, o la Cornucopia. También el hecho de que está basada en el mito del laberinto del Minotauro, donde siete doncellas y siete varones eran enviados para cumplir el destino de ser devorados por esta bestia, y al final, Teseo, con ayuda de Ariadna, lo mata, librando a todos de ser enviados a la muerte. Suzanne Collins hizo un buen trabajo al traer de nuevo a la vida este mito, juntándolo con hechos de nuestra época como los programas de telerrealidad.
Con los libros he logrado apasionarme y desvivirme, he encontrado lágrimas y melancolía en sus páginas. Descubrí en este otro libro algo que me marcó lo suficiente como para considerarlo mencionar aquí, es uno llamado La niña que perseguía la luna, de Sarah Addison Allen, en español creo que se consigue poco, y si lo encuentras seguramente es por la edición de Selecciones, la copia que poseo. Reunido junto con otros tres extractos de libros, no recuerdo ni el porqué llegué a la conclusión de que ese libro debía leerlo, ni siquiera me puedo fiar de las reseñas para leer un libro, suelen ser muy engañosas.
La paz que me transmite esta historia es irreal. Pocos libros he releído en mi vida, contando a este. Cada personaje es importante dentro de la trama, cada descripción es igual de valiosa, y al final, aunque quisieras que tuviera más detalles, estás feliz con el cierre y con lo que han alcanzado los personajes a lo largo del relato. Nunca se tiene suficiente de los libros, nunca terminas de enamorarte por completo.
Recuerdo que este último libro que les voy a mencionar me hizo sentir como una gran lectora, aunque solo contara con los dedos de las manos los libros que había leído en aquel entonces. La princesa de hielo, de la autora sueca Camilla Lackberg, fue uno de los primeros libros que decidí copiarle a mi madre en leer; contando ya con más de seis libros (hasta donde me quedé yo), este thriller de suspenso comienza con un asesinato –díganme qué serie no comienza en estos días así–, y la protagonista, volviendo a su pueblo natal, tiene que ayudar a descubrir quién fue el culpable.
Con estos libros mencionados no les quiero presumir cuánto he alcanzado a leer en toda mi vida, porque, aunque suena a que soy una prolífica lectora, ha habido veces que dejo de lado los libros para concentrarme en otras cosas. Me veo arrastrada hacia una vida social que, aunque sigue siendo poca, es bastante satisfactoria. Y sumada a la vida de adulta, hace que nuevas responsabilidades se añadan a mi lista de tareas. Los libros no llenan los espacios en blanco de mi vida, sino que los pintan y los construyen, me dicen a gritos que por esto es por lo que tengo que seguir luchando, esto es lo que soy y no puedo renunciar a ellos, de la misma forma que ellos no podrán deshacerse tan fácilmente de mí.
Las palabras fluyen ahora con suficiente agilidad, se entremezclan en mis pensamientos y se vuelven una constante dentro de mí, quizá llegue el día en que no recuerde ninguno de estos títulos u olvide la trama que los caracteriza, pero para eso tengo una respuesta de Benedetti: “somos otros, habrá que serenarse, habrá que escucharnos latir y empezar otra vez a conocernos”.
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