Arquitectura hostil: los elementos para la prohibición y la deshumanización
- Abigail Campos
- 5 ago
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La arquitectura es una de las Bellas Artes que podemos admirar en nuestra cotidianidad, aunque a veces no nos demos el tiempo de maravillarnos con ella pues estamos muy acostumbrados a que nos reciba, cobije y sea constante, incluso podemos pasarla desapercibida, aunque recientemente se han popularizado elementos arquitectónicos que se notan en menor medida por su discreción a pesar de que nos afecten directamente y aun así no se ven.
Se le conoce como arquitectura hostil, agresiva, antihomeless o anti vagabundos, diseño incomodo, urbanismo defensivo cuyo propósito es controlar, limitar, excluir a ciertos grupos de los entornos públicos y privados, como personas sin hogar, trabajadores sexuales, vendedores ambulantes, jóvenes y drogadictos.. Su objetivo es crear incomodidad, desalentar comportamientos, excluir y restringir el uso de los espacios públicos con un claro enfoque materialista, clasista, individualista.
Así lo considera el doctor Carlos Crespo Sánchez, investigador del Departamento de Proyectos Urbanísticos del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño de la Universidad de Guadalajara: “La arquitectura hostil son diversos dispositivos aplicables para tratar de resolver (sin planteamientos) diversas tensiones entre lo público y lo privado. El umbral público-privado genera estas tensiones y estos dispositivos que quieren ser un resolutivo superficial a temas no resueltos. Sin embargo, en estos modelos es evidente la imposición de parte de quien tiene poder hacia quien no lo tiene”[1]. En pocas palabras impide el uso que afecte el panorama, aun cuando esto afecte su funcionalidad y sin armonía.
Según el antropólogo del Observatorio de Antropología del Conflicto Urbano, José Mansilla, este tipo de arquitectura es para modificar comportamientos, para guiar el uso y acción en las ciudades, el cual comenzó como una solución que no tardó en ser un problema, además de dividir las ciudades pues un diseño urbano que quiere volver incómodos y complicados a los espacios públicos afecta a las personas sin hogar y, a todos aquellos que quieran hacer una actividad recreativa como descansar, comer o practicar deportes. Esto lo logran con componentes arquitectónicos y urbanísticos, también conocidos como elementos antipersonas, para moldear el comportamiento de sus ciudadanos y desalentar actividades indeseadas como dormir, lo cual crea espacios poco accesibles que llevan a la desigualdad.
La responsabilidad de los diseños agresivos varía, pues en espacios privados como comercios depende de los dueños al no haber una regulación que se los pida, a la vez también hay proyectos que dependen de la gestión gubernamental; cada uno con propósitos distintos: el propietario de una tienda puede querer “cuidar” la imagen de su negocio, mientras que el gobierno puede llegar a querer ocultar un problema social.
Demuestra las dinámicas de poder presentes en espacios privados, como negocios, y áreas que supuestamente son públicas como parques o banquetas, en estos últimos se suele impedir actividades para llevarlas a lo privado. Las intervenciones de espacios públicos relacionados a políticas sociales hace que estos elementos sean coordinados y no espontáneos o puntuales como en negocios privados volviéndose dispositivos violentos que reflejan la falta de comunicación ante los intereses comunes, afectando a grupos marginados socialmente, pero al final afecta a todos al imponer una falta de conciencia y de empatía, en donde se prefiere no ver al otro, mostrando como estas gestiones llevan a una política urbana basada en dinámicas de la administración capitalista y privada que desregula y privatiza servicios urbanos básicos.
La privatización de los espacios públicos convierte a los ciudadanos en clientes, restringiendo quienes pueden acceder, en lugar de a todos como corresponde. La exclusión social es por no adaptarse a los cánones de lo que se debe tener, ser y hacer. Se produce la segregación bajo una perspectiva clasista en términos económicos, lo cual provoca que la clase media tenga un pensamiento excluyente de la pobreza, que secundan las administraciones públicas, por tanto el gobierno criminaliza y apoya proyectos de higienización y de seguridad, por ello se volvió la parte más visible de la aversión a grupos no consumidores, personas sin hogar y a todo aquel que disfrute del espacio público.

El diseño urbano lo han influenciado las preocupaciones sobre la seguridad, ordenanza pública y orden social por ello entre los 50´s y 60´s empezaron las ideas y teorías para promover la segregación y control social, realizando proyectos de renovación urbana para limitar la circulación en espacios públicos. Paralelamente empezaron las perspectivas críticas a este tipo de arquitectura cuestionando el impacto en la inclusión social, la calidad de vida de los ciudadanos y de los mismos espacios, llevando a nuevos enfoques más inclusivos y concientizados en las necesidades de la comunidad. Aunque comenzó plenamente en el diseño urbano y gestión de espacio público en 1990, sugiriendo que la ciudadanía viene del consumo o del trabajo únicamente. Las pioneras fueron las cadenas de comida rápida, para promover el movimiento de clientes implementaron sillas en las que no se puede permanecer mucho tiempo, un ejemplo de los muchos del sector privado para el control del comportamiento como el mantener focos encendidos para evitar comportamientos delictivos.
Es un control poblacional mediante elementos inofensivos como la arquitectura, intervenciones sensoriales de luz y sonido, lo cual lo ha vuelto un controvertido enfoque que plantea varios desafíos sobre la accesibilidad, inclusión y equidad, lo peor es que los ciudadanos no se percatan del control en el que viven cotidianamente. Estos diseños muestran la creciente división social, dañan la estética urbana y crean problemas en la ciudadanía pues “según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la falta de espacios acogedores en entornos urbanos puede contribuir al aislamiento social y a problemas de salud mental. La arquitectura hostil, al hacer que los espacios públicos sean menos acogedores, puede exacerbar estos problemas, afectando negativamente el bienestar de las personas.”[2] La exclusión puede causar inseguridad y desconfianza pues promueve la incomodidad y la segregación, reforzando la discriminación en la sociedad.
La arquitectura antipersonas afectan las relaciones grupales pues la incomodidad lleva a que las personas decidan hacer sus actividades recreativas en espacios cerrados como restaurantes, además se da en las zonas de mayor turismo para eliminar comportamientos incívicos y ahuyentar a las personas sin techo. “¿La arquitectura puede generar odio hacia ciertos colectivos? Por supuesto que sí, el diseño es una forma de control y restricción de la cultura postmoderna, que pasa totalmente desapercibida ante la mirada de los incautos miembros de una población.”[3] Puede haber lugares modernizados que usen dos tipos de arquitectura: la hostil y la tradicional, el último para favorecer la socialización y el primero para limitarla, puede darse al mismo tiempo o en momentos diferentes.
Lo principal que quiere evitar es el sinhogarismo, según el director de Arrels Fundació, Ferran Busquets, esos elementos los estigmatiza y culpabiliza, para él es una agresión que desplaza el problema, no lo soluciona, además de dificultar el seguimiento de este grupo de personas, pues solamente se van a otro lado. “Al final es un método disuasorio impulsado por particulares que no están sensibilizados con la realidad social y que solo consigue que unos vecinos estén tranquilos para que otros estén más nerviosos”[4]. Son una vulneración de los derechos de las personas sin hogar pues vivir en la calle es un constante desconcierto al no tener un lugar propio y un gran peligro, este diseño provoca sentimientos de rechazo y estrés de tener que buscar nuevos lugares seguros para descansar. Esto invisibiliza el problema social, en lugar de poner albergues y recursos para la prevención.
El sinhogarismo es un término de Estados Unidos (“Homelessness”), esto implica factores individuales y estructurales que llevan a esa situación. Siempre han existido junto con la exclusión social y la marginalización, lo novedoso son las formas de combatirlo sin tocar el problema de las personas que necesitan de la ayuda del sistema, sino verlos como seres a eliminar de las calles pues, según la visión más consumista que intentan fomentar, afean el mobiliario. “Desde el punto de vista de la ciudadanía no excluida socialmente, existe un pensamiento anclado y estereotipado sobre las personas sin hogar, conocidos desde siempre como “maleantes”, “personas de la calle”, “alcohólicos”, “vagabundos”… poseen una visión individual del problema, es decir, que es algo ajeno a la cultura o a la sociedad, es un fenómeno debido a problemas del individuo”[5], se les ve como intrusos, como parásitos sociales.
La globalización ha llevado a las leyes antihomeless que penalizan y criminalizan comportamientos para erradicarlos en núcleos urbanos para movilizar a colectivos marginales a zonas alejadas, una de esas medidas es limitar el uso de ciertos espacios a aquellos considerados “marginales”. El aislamiento social y el estigma llevaban a que se le deshumanice, viéndolos casi como animales que no pertenecen a la sociedad, sumado a sus propios sentimientos de vergüenza y su deplorable situación económica. “Son culpabilizados de su situación individualmente, no como un fracaso de la sociedad. En esta línea parece coherente que se deban limpiar las calles de “indeseables” ya que el urbanita corre un gran peligro de ser contagiado o de ser agredido por esta gran lacra, sin caer en la cuenta de que excluir a las personas que más lo necesitan, no es ni lo más ético ni lo más acertado para cambiar la situación.”[6]
Lo cual lleva a que un elemento urbano puede volverse hostil al ponerse en donde no se necesitan sólo para alejar a ciertas personas, a la vez implica un uso irresponsable de los fondos públicos, pueden dar excusas como piedras en la calle siendo decorativas pero son para evitar que se asienten personas sin hogar, mientras que poner reposabrazos en bancas alargadas como un apoyo para personas de la tercera edad, pero en realidad son para evitar que cualquiera se acueste. Puede parecer evidente, pero en realidad no lo es pues no todos se relacionan igual con la ciudad, ya que cosas como bolardos (postes castor en las orillas de las banquetas) y pinchos afectan a las personas en sillas de ruedas y hasta a las personas mayores.
Es común encontrar elementos para que las poblaciones callejeras no usen espacios públicos o privados: “Puntas o pinchos sobre los bordes de las banquetas, bancas con reposa brazos para evitar que alguien se acueste sobre ellas, texturas pronunciadas, jardineras de gran tamaño, rejas, barrotes, elementos posteriores al diseño original, con una intención intimidatoria y agresiva. A veces se trata de elementos que se presentan como “soluciones” a otros problemas.”[7] No se limita a espacios privados, sino que está muy presente en espacios públicos, los elementos varían según el lugar y el contexto pero tiene en común los componentes puntiagudos, superficies deslizantes, espacios irregulares.
El diseño se divide en dispositivos (aquellos que pueden transmitir o grabar información, sistemas de vigilancia, instalaciones de luz y sonido para controlar) y objetos (instalaciones, intervenciones y modificaciones para desalentar, son más estéticas). También conocidos como dispositivos hostiles.
En los dispositivos se encuentras las luces de color azul para evitar el consumo de sustancias intravenosas, también usadas por la compañia ferroviaria Keihin en Japón para evitar suicidios pues se supone tiene efectos calmantes. En el apartado de sonido se ha usado la música clásica en estaciones de metro para ahuyentar a la juventud. Mientras que los operadores de sistemas de vigilancia han demostrado detectar amenazas por raza, género, centrándose en minorías.
En los objetos: los bancos que pasaron a ser sillas individuales y estrechos o con divisiones y respaldos bajos para evitar que se pernoctara, obstáculos “anti-skaters” que impiden el deslizamiento, en los elementos disuasorios están los pinchos para evitar asentamientos de los sin techo, pero algunas barreras no son tan evidentes, colocadas a discreción donde solían descansar como hidrantes con picos en sus superficies para evitar que se sienten en Nueva York. También se implementa la pintura-antiescalada que no se seca y se mantiene grasosa para evitar la escalada, el graffiti y la adhesión de publicidad, además de el estuco anti-cartelería para superficies de farolas, semáforos, buzones entre otros para evitar que se peguen carteles o pegatinas, vallas y cercas anti invasores para evitar a los vendedores ambulantes, iluminación inadecuada que causan sensación de inseguridad y para disuadir de su tránsito o uso, el poner botes de basura lejos de las bancas para que las personas tengan que levantarse de ellas, también la ausencia de árboles que den sombra en meses calurosos, cuyo propósito es que ciertos lugares sean de paso y no de estancia. También entran las vallas metálicas para proteger monumentos o estatuas, pues vulneran el derecho al espacio público, llevando a la exclusión y segregación social.
Al final está la eliminación de estructuras de descanso o comodidad como bancos, baños públicos que pasaron a ser de paga, zonas verdes para sentarse muestran cómo “la arquitectura hostil también abarca el no replanteamiento de las necesidades humanas, tales como baños o espacios de recreación más íntimos y complejos; esta falta de concientización proyectada en los espacios afecta a toda la sociedad, pero en los grupos socialmente apartados se visualiza una especie de resistencia u oposición a lo dictado por el espacio”[8] Estos elementos indican por donde se puede caminar, sentarse, ser bienvenidos.
Un ejemplo concreto de la capital mexicana es en la calle Revillagigedo esquina independencia, donde se instaló un bastidor para bicicletas en un espacio donde pasaban la noche las personas sin hogar. Comunes esas intervenciones en la Ciudad de México y muchas grandes ciudades para impedir que personas sin hogar permanezcan mucho en ciertos lugares o poner puestos ambulantes, por ejemplo.
A pesar de la constante imposición de estos elementos hostiles no todos se muestran indiferentes pues “el sacerdote Júlio Lancellotti, defensor de los derechos de las poblaciones callejeras, denunció activamente la creciente presencia de elementos hostiles en la arquitectura urbana de São Paulo, Brasil.”[9] Impulsó una ley para prohibir materiales, estructuras, técnicas de construcción hostiles en zonas públicas que los afecta.
Comprender y visibilizar este diseño urbano hostil es una llamada a crear espacios accesibles, amables pues los diseños urbanos inclusivos mejoran la calidad de vida, la interacción social y el sentido de comunidad. Hay que crear conciencia sobre los espacios para que arquitectos y urbanistas futuros entiendan las necesidades de todo grupo social, además se debe educar a todos los ciudadanos para que se comprenda que todos merecen usar el espacio público sin discriminación y accesibilidad porque los espacios públicos deben ser accesibles para todos, lo que implica eliminar barreras arquitectónicas, poner rampas, elevadores, con señalización clara y comprensible.
El diseño urbano inclusivo está en contraposición a la arquitectura hostil para crear entornos urbanos accesibles, seguros para todos y a la vez sostenibles para el bienestar social y del medioambiente. Este tipo de diseño tiene múltiples beneficios como favorecer el bienestar comunitario mediante la interacción social, participación y sentimiento de pertenencia, además la calidad de vida mejora con áreas verdes o espacios abiertos para el esparcimiento y recreación, además de fomentar la movilidad sostenible, pues cada ciudadano tiene el derecho de vivir la ciudad a su manera y conforme a sus necesidades.
Referencias
arrels fundació, “Arquitectura hostil”, https://www.arrelsfundacio.org/es/arquitectura-hostil/
Barrera, Brenda, “¿Qué es la arquitectura hostil? El diseño en las ciudades que limita el espacio público”, El Sol de México, 19 de julio de 2023, https://oem.com.mx/elsoldemexico/tendencias/que-es-la-arquitectura-hostil-el-diseno-en-las-ciudades-que-limita-el-espacio-publico-15508889
Cid, Sara, “La arquitectura hostil como método de control social”, Letra Global, 18 de febrero 2022, https://cronicaglobal.elespanol.com/letraglobal/artes/20220218/la-arquitectura-hostil-como-metodo-control-social/651184914_0.html
Elizondo Corres, Anashely Fernanda, “A la orden del día la arquitectura hostil”, Universidad de Guadalajara, 31 de enero del 2025, https://www.udg.mx/es/noticia/la-orden-del-dia-la-arquitectura-hostil
Facultad de Arquitectura/Universidad ORT Uruguay, “Arquitectura hostil: retos y alternativas para un diseño urbano inclusivo”, https://fa.ort.edu.uy/blog/arquitectura-hostil
Giménez Lorenzo, Clara, “Arquitectura para expulsar a los sin techo: de bancos redondos en Tokio a las piedras y hasta picos”, sinembargo, 20 de febrero del 2020, https://www.sinembargo.mx/3734303/arquitectura-para-expulsar-a-los-sin-techo-de-bancos-redondos-en-tokio-a-las-piedras-y-hasta-picos/
Molina, Angela, “Arquitectura hostil: Una Ciudad de México diseñada para excluir socialmente en espacios públicos”, Milenio, 17 de noviembre del 2024, https://www.milenio.com/politica/comunidad/arquitectura-hostil-una-ciudad-disenada-para-excluir-socialmente
Raya, Brenda. “Arquitectura hostil: Cuando la CDMX deja de ser un espacio de convivencia”, máspormás, 30 de mayo del 2024 https://www.maspormas.com/cdmx/arquitectura-hostil-cuando-la-cdmx-deja-de-ser-un-espacio-de-convivencia/
Revista digital Arqzon, “Arquitectura Hostil ¿Cómo el Diseño Urbano Está Cambiando Nuestras Ciudades”, https://arqzon.com.mx/2024/07/25/arquitectura_hostil/
Romero Riquelme, Luisa Cristina, (2019). “Ciudades del control y la restricción: las personas sin hogar y la arquitectura hostil”. La Razón Histórica, 42, 163-178. https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/67200/1/LRH%2042.10.pdf




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