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Aquella extraña noche de octubre

Cierta noche del décimo mes del año, la brisa empezaba a colarse más fría que de costumbre por las hendijas de las ventanas. Los árboles mecían sus ramas soltando hojas al viento, silbaba la noche entre las calles desoladas. Sin embargo, una pareja vagaba por las avenidas, formando alboroto. Ebrios bailaban, corrían, gritaban y coreaban a viva voz una canción, y otra y otra. Era muy tarde ya.

Esa noche no era igual a otras y nunca más lo sería. Había un silencio de muerte, se respiraba una quietud abominable, como si todo estuviera apagado, desconectado, inerte. Entre tanto seguía aquel par deambulando por la ciudad, sólo querían divertirse, pasarla bien. De pronto se oye un estruendo al final de la calle, algo se cae de forma aparatosa, inesperada. Los jóvenes, visiblemente asustados, se quedan callados, inmóviles, expectantes; pero a los pocos minutos se deshacen en carcajadas, recuperando el aliento. Han sido dos gatos, jugueteando entre la basura. Estaba más oscuro que lo habitual.

El aire parecía enrarecido, sin embargo, Alex y Aby seguían caminando, sin rumbo; dejando correr las horas compartiendo un cigarrillo, quizás el último. Inesperadamente todo se torna muy confuso; Alex está tendido en medio de la calle inconsciente, un hilo de sangre resbala por su frente, su pálido rostro brilla bajo la plateada luna. Aby se encuentra inmóvil, impactada, sin entender mucho lo que ha sucedido. El tiempo transcurre, pasan los minutos mientras Aby cae en cuenta y Alex agoniza. Un conductor irresponsable lo arrolló. Se ha dado a la fuga. La chica pide a gritos ayuda, no hay nadie cerca. Está todo más solitario que nunca.

Aquella extraña noche de octubre aún no culmina, reina el silencio de forma total, la brisa arremolina con fuerza las hojas secas que han caído, ha empezado a llover. De la nada, se acerca un hombre alto, no muy joven, quien les indica que él es médico y que no hay tiempo que perder. El sujeto trae consigo un botiquín, Alex aún respira, el golpe en la cabeza ha sido muy fuerte. El desconocido le atiende, sutura y reanima, sacándolo de en medio de la calle hasta llevarlo a la acera; les hace saber que está a salvo y les aconseja no salir en noches como esa, advirtiéndoles que él ha podido ayudarles ya que trabaja en el hospital que queda bastante cerca, pero que pudieron no tener la misma suerte otro día. Ya casi amanece. La sórdida noche terminó.

Han pasado ya varios días de aquella insólita noche y la pareja no puede creer aún lo vívido. Acuden al hospital en busca del hombre que le salvó milagrosamente la vida a Alex. Sin embargo, se quedan atónitos, pues les informan que hace muchos años laboró en el hospital un doctor cuya descripción coincide con la dada por ellos, pero que lamentablemente fue embestido por un chofer distraído que huyó.


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