Era el año 1998, a más de medio año del Congreso que me hizo Presidente de la ODET (Organización Democrática de Estudiantes Técnicos). Se habían planeado cuatro grandes movilizaciones para exigir nuestros derechos como estudiantes y dar a conocer nuestra fuerza y capacidad organizativa, una a cada de las direcciones generales de las instituciones educativas de estudios de media superior (DGETI, IPN, Dirección General de Bachilleres y Conalep). Por azares del destino se eligió el día 10 de junio para la movilización a la Dirección de Bachillerato, ubicado en el Colegio de Bachilleres 4, en Culhuacán, la cita era a las diez de la mañana, el punto de reunión eran las oficinas del Consejo popular juvenil y la ODET en Azcapotzalco; de ahí iríamos por un recorrido por los Bachilleres de la organización con el apoyo de los Cetis 4, 33, 30, 227, Vocacional 5 y 6, Conaleps e incluso gente de una secundaria Técnica. Acudieron a la cita en camiones secuestrados de la extinta R100, eran 9 o 10, con los cuales llegamos al Bachilleres 1, donde se sumaron tres más; salimos de Azcapo rumbo al Bachilleres 3 de Iztacalco, ahí, con cuatro camiones mas, seguimos hacia el Bachilleres 7, en el camino se sumaron cuatro camiones mas del Bachilleres 9. Con 21 camiones arribamos al de Iztapalapa, donde nos enfrentaron la banda contraria perteneciente a la FEP, solo fue un amago con varios petardos y de ahí se sumó banda de Bachilleres 7 y 8; ya con un convoy de 24 camiones arribamos a la Dirección General de Bachilleres, donde entregamos nuestro pliego petitorio. Decidimos aprovechar el contingente y una vez más ir a la Secretaria de Gobernación con mesura y tranquilidad. Ya había iniciado la marcha del 10 de junio. Les pedimos bajaran de los techos de los camiones para evitar accidentes, ya que Tlalpan era una zona con muchos puentes peatonales, yo iba en un taxi de uno de los chavos de la banda; a la altura de metro Xola unos camiones rompen el convoy y se atrasan, nos detenemos, y tras unos minutos de espera nos alcanzan uno de los líderes del Cetis 30, nos dice que había sucedido un percance, pensando lo peor nos regresamos en reversa solo para ver bajo un puente, un camión detenido, todos corriendo y unas chicas llorando, varios llenos de sangre. No necesito ver para darme cuenta de lo que pasó, a lo lejos se escuchaban las sirenas de las patrullas, los apremio a dejar el camión, avanzamos en desbandada y alcanzamos a decirles a varios ya cerca del centro que se desbandaran, cada quien por su lado aprovechando la marcha del 10 de junio, que nos veríamos en las oficinas.
Pocos llegan del gran contingente, solo tres o cinco camiones, no hay preguntas ni reproches, solo silencio, a la gente del Cetis 30 le hacemos la recomendación de no pararse en su plantel, nos quedamos a beber, la marcha del 10 de junio apagó toda noticia.
Al otro día en páginas del diario La Prensa, la foto de un camión, del techo se observa el cuerpo de un joven, casi un niño, con uniforme de secundaria, cubierto con una camisa blanca, no se le ve el rostro, pero un gran charco de sangre parece rodear el escudo del Cetis 30, había muerto al pegar su cabeza con un puente peatonal, no logró agacharse, le rompió la frente y se fracturó el craneo, murió de forma instantánea. La cacería de los líderes del Cetis 30 duró muchos meses, nadie fue detenido, el nombre del joven no se recuerda, solo se recuerda que el 10 de junio, nuestro 10 de junio, tampoco se olvida.
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