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Regalos de sabor

En aquella tarde lluviosa de Julio,

Evolet entraba por la puerta que estaba en la cocina,

su vestido rosado estaba pegado a su hermoso cuerpo,

traía una canasta con mermelada, queso y alfajores,

las ollas en la estufa comenzaban su hervor,

entre los aromas a guisantes, pan, tostadas y sopa

la observé por los cristales de la alacena,

yo sentía como mi pecho se inflamaba de deseo,

como aquel que se siente al probar un rico guiso de suave cordero,

el calor se colaba por mi vestido, mi vientre y mis pechos,

los aromas se evaporaban y se esparcían para despertar los sentidos,

sin motivos yo quería besarla y probar sus dulce boca,

como cuando pruebas el primer bocado y te muerdes los labios,

se sentía el calor y la tensión en todos aquellos rincones

que guardaban charlas, secretos, caricias y recetas,

yo continuaba buscando los pistachos en la alacena,

en la repisa estaban guardadas en cajitas de metal las especias,

azafrán para aromatizar las galletas y la fresca crema,

canela, sésamo, jengibre, vainilla y cardamomo para la repostería,

laurel, sal, tomillo, romero y ajos para perfumar y sazonar los guisos,

al encontrarlos en una cajita azul al voltear la vista la deje caer,

acercándose rápidamente me ayudo a recogerlos,

nerviosamente rosaba por accidente mis manos con las suyas,

sostenía su mirada sobre mis ojos y yo tensaba mis hombros,

con ganas de comernos y deleitar nuestros sentidos,

repentinamente la cafetera con un fuerte pitido

nos anunciaba que el café estaba listo.


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