El andar siguió al llanto y con ello la frustración de no ser lo que ella desea…
Habían pasado ya algunas semanas desde la última llamada, la cual hubiera ignorado si no estuviera constantemente buscando la aprobación de todo cuanto me rodea.
—“Calma, no seas tan cruel contigo”.
Pintor, cineasta, adepto lector de filósofos alemanes ni pensadores alternativos…tan solo poseo una extraña afección a montañas.
La pila de libros pendientes denota mi nula paciencia por la lectura y eso nunca te importó, pero dejaste de llamarme para pintar y las charlas del café se redujeron a largas pausas entre recuerdos distantes.
El paso constante por caminos inhóspitos retarda la vida, al ritmo del sol de otoño.
Como aquel día en que molestos por los planes fallidos permitimos que el silencio llenara nuestro espacio, y luego una rabieta tuya despertó mi orgullo al punto de gritarnos. Que infantiles fuimos.
El dolor en las rodillas y las plantas de los pies son caricias comparados con tu ausencia en mi pecho.
No hay un día en el que no extrañe tu sonrisa tras mis anécdotas elocuentes, tu cálido aroma por las mañanas, incluso el rastro de pelos en mi ropa luego de jugar con tu collie. Que estúpido fui al creer que estaríamos juntos para siempre, cuando nada lo es.
Ahora que el final de mis pasos estará a días de mi partida no puedo más que continuar y retenerte en mi memoria.
Admiro tus pinturas, sus colores y texturas, como si de tus ojos se tratasen; llego al llanto pues sé que no estaremos más allí, en la complicidad del silencio. Pero debo abrazar mi soledad como lo hacías, y aceptar que siempre podré revisitar nuestros recuerdos.
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