Cuando llegue el verano y te adentres al jardín de higueras del edén
descubrirás el secreto de vida y amor que en su vientre lleva,
encontrarás la florecilla que ha florecido entre lo silvestre,
procreada en el vientre de Venus como flor virginal de la higuera,
por fuera estará su oscura piel cubierta con delicada tela de seda,
cubrirá aquel carnoso botón carmín de piel aterciopelada y perfumada,
sus pliegues de piel serán suaves y firmes ante su desnudez.
Al ver en la intimidad a aquella tierna florecilla de pétalos encerados
te llenarás de deseo, te humedecerás los labios
para posarlos sobre aquel fino velo de piel,
se abrirá al presionarla con tus dedos, la sentirás húmeda y carnosa,
querrás hacerla prisionera de tu boca, comerle el colorado corazón,
con tu lengua sentir su encerada piel,
mojarte con sus gotas de rocío y beber de su fresca y dulce miel.
Quizá con cierto pudor lamerás su suave y fresca piel,
y al ver su íntima flor de dulce néctar desearás sentir su textura,
descubrir el misterio indecible y cautivo de su capullo
que muchos han visto y ninguno ha comprendido,
saborear sus ricas semillas rojas que bajo tu lengua no darán vida,
con el hambre de ella en los sentidos
empaparte los labios al probar su apretado capullo y su virgen corazón,
sentir tu lengua estremecer, deleitarte con su sabor de tierna flor de higo,
extasiarte, gozar de su delicioso aroma.
Fruto femenino, elegante, cautivo y misterioso,
ante la tentación que provoca es una florecilla consagrada al placer,
al deleite de los sentidos una experiencia a flor de piel,
querrás comerlo como un fruto prohibido que tanto anhelabas probar,
sentirlo como un fruto abierto, húmedo y rendido ante tu boca,
que salpique tu lengua con sus fluidos lechosos que brotan de su cavidad
y en tu hondo gemido al morder como un manjar de éxtasis aquel higo,
sentirás un dulce orgasmo en tu paladar.
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