Las venas tienen memoria:
he decidido olvidarme.
El pecho desértico aún respira.
Las huellas de la sangre hacen mi retorno cansado:
“¿En dónde estoy, si yo ya he muerto?”
Sobre la línea que me separa del Edén
yace mi cráneo. En la lejanía
donde mis dientes son suaves perlas mentirosas
ahora he sembrado una lengua prófuga anclada a la raíz de mi garganta
La condena serpentea en el pasado,
los ríos se abren, pero el sol no nos mira.
Ahora mi cuerpo es un incendio cansado,
mi piel no se limita a los huesos.
Son estas finas escamas:
aturdido paisaje en mi crisálida de arena.
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