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Lay Stranghitter

Susy

Su corazón seguía latiendo a una velocidad frenética después de haber hecho eso. Su sonrisa no podía ser borrada, pero mucho menos, ese calorífico sonrojo que parecía no querer desaparecer de su húmedo rostro.

 

A la vivaz luz de la acogedora y cómplice chimenea, se sentó ansiosa con una pequeña arma de punta fina lista para iniciar con lo que sería su mayor logro en la vida.

 

Felizmente acercó el cuero cabelludo de la que una vez fue la razón de sus mayores pesadillas; peinó sus hermosas hebras azabaches y se imaginó los múltiples escenarios en los que eso terminaría.

 

—Mi pequeña Susy, vas a quedar aún más linda de lo que eras, y solo así podremos completar aquella muestra de amor que tanto me pedías.

 

Rapó sin pena la cabeza de su novia y una vez terminó, besó su brillante calvicie. Estaba completamente segura de que su pequeña y tierna Susy se veía terriblemente encantadora tal cual estaba. Arrojó todo el cabello a su chimenea y su pequeña casa empezó a emitir un olor terrible, pero que a ella le encantaba.

 

Con morbo agarró su cámara Epson y le tomó múltiples fotos del antes a Susy en diferentes poses humanamente imposibles, pero que para ella eran dignas de una pasarela.

 

—Oh Susy, ¿Recuerdas lo mucho que te encantaba que te tomara fotos? Ahora serás parte de algo mucho más grande y que atesoraré por toda mi vida —Pequeñas lágrimas de felicidad descendían lentamente por su rostro—. Muchas gracias por este regalo Susy, por eso siempre te llevaré conmigo.

 

Dejó la cámara por un lado y se agachó con cuidado para tomar parte de la tela del vestido de su amada novia que ella misma había arrancado pocas horas atrás, guardándolo en su bolsillo izquierdo con cuidado, pues quería tener un tesoro latente de su Susy.

 

Depositó el cadáver bien conservado sobre la mesa de su comedor y besó aquellos labios fríos que aún conservaban el sabor a vainilla que tanto asco le daba besar debido a su dulce sabor. No es lo que ella acostumbraba, sin embargo, la repulsión que le generaba le encantaba, lo que aumentó aún más el sonrojo de sus mejillas.

 

En medio del beso, jaló tan fuerte de la pequeña boca que terminó arrancando los labios de su amada, para después comerlos crudos. Disfrutó del sabor a metal combinado con la vainilla debido a su extraño sabor amargo y dulce, algo que ninguna de sus otras novias le dieron.

 

—Oh Susy, por eso sabía que tú eras la indicada para hacerme sentir muchas sensaciones nuevas a la vez. Te amo, te amo, te amo.

 

Ella quería más, quería que Susy le enseñara de más sabores y sensaciones, es por eso que una vez sujetó bien su arma y la clavara en el glóbulo ocular derecho ajeno, lo arrancó para ver como este desprendía chorros de sangre, misma que ella disfrutó probar metiéndose el ojo verde a la boca.

 

La viscosidad que le generaba espasmos era el deleite para su corazón palpitante de emoción. Terminó por arrancar el otro ojo y comerlo de un solo bocado, provocándole ascos y múltiples espasmos que ella disfrutaba demasiado.

 

Mutiló el cadáver, dejando la cabeza únicamente, posicionando los brazos y piernas en una olla de agua hirviendo sobre la estufa para en un rato despellejar los miembros.

 

Colocó música de lo más relajante para terminar su trabajo, algo que la hacía volver a aquellos momentos en donde una vez conoció a su pequeña Susy. Volvió por un instante al parque donde vio a lo lejos a una pequeña niña rubia de ojos verdes jugando con los patos locales, sin notar su presencia que intentaba comérsela con la mirada al ver que era realmente hermosa.

 

Su sonrisa se ensanchó al recordar los buenos momentos con Susy, pues era la única que la trató amablemente en aquellos añorables años, por lo mismo, besó con amor la nariz del cadáver que se encontraba sumiso ante ella.

 

—Mi Susy, sabes que adoro todo de ti, es por eso que me encanta encontrarte nuevamente y tenerte solo para mí. No sabes lo feliz que me haces al siempre fingir que no nos conocemos y volver a jugar solo para terminar así, tú dormida mientras yo te doy todo mi amor.

 

Descendió sus suaves besos hasta donde se encontraba la herida que le dio fin a la vida de su amada, sonriendo enormemente al ver como la extensa línea marcada en rojo del cuello de su Susy seguía intensamente estigmatizada.

 

Apretó la herida haciéndola sangrar nuevamente, lamiendo cada gota de sangre que escurría de su lechoso y amorotonado cuello. El éxtasis y la euforia combinada, la hacía sentirse en el cielo, en donde sus pecados serían juzgados y enviados al infierno, pero eso no le importaba. Le importaba poco el castigo divino, todo con tal de encontrarse a su dulce y amada Susy.

 

A como pudo, arrancó la piel de su cuello, exponiendo su carne viva a múltiples bacterias y virus, pero nada de eso importaba, Susy se encontraba muerta. Su rostro se encontraba manchado de sangre que ella consideraba pura, lo que le daba la mala imagen de que su alma estaba siendo bendecida con tal regalo.

 

Tomó un machete que tenía a un lado del cadáver y le arrancó la cabeza después de varios tajos, solo para colocarla en otra olla sobre la estufa con agua apenas tibia.

 

—Susy, juro que te mantendré hermosa y pura hasta que me de la gana de volverte mía nuevamente —El vestido antiguamente blanco fue arrancado con brusquedad, dejando el cuerpo totalmente desnudo—. Estarás cómoda con mis amigas allá arriba, lo prometo.

 

Subir las escaleras con un torso era complicado, sin embargo, se las arregló para subir con él y abrir la puerta bajo llave que se mantenía siempre así. Una fría ventisca le golpeó el rostro, así como el fétido olor de putrefacción que se mantenía viviente dentro de ese congelador que ella misma adaptó para mantener a su Susy conservada.

 

Dejó el torso al lado de una cabeza en lo más alto de la litera, ahora sí su colección estaba lista. Susy por fin podría volver a estar con ella. Besó salvajemente la cabeza de la chica rubia que se encontraba a la cabeza de la cama, sintiendo el amor que alguna vez, su verdadera Susy le dio.

 

Sintió una chispa salvaje recorriendo su ser, pero debía posponer todo lo que en su mente se asentaba, pues ahora debía ir a cocinar su comida de los próximos días, por lo que bajó de la litera y mirando hacia su hermosa creación, mandó un beso al aire y cerró nuevamente el congelador, donde por lo menos 15 chicas habían perdido sus extremidades para crear a la Susy Perfecta.

 


Sobre la autora

Nací en una ciudad inmensamente poblada en el año del 2003. Mi vida no se sabe resumir, sin embargo, tras muchas noches de dolorosa soledad, los libros me acompañaron y se volvieron mi compañía más grata y una manera nueva de ver la vida; así que, ahora soy yo el que quiere cambiar ligeramente el estándar con el que se ve a los libros.

No sé vivir, mucho menos sé qué hacer, pero puedo esforzarme para intentar seguir aquí y en el anonimato.

¡Muchas gracias por ayudarme y apoyarme tanto!



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