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¿Quién y qué chingados soy?

Actualizado: 7 oct 2022

Mexicanidad: Ficción identitaria para encubrir el modelo

de colonialismo interno y desigualdad racial sobre el que se construyó

el Estado-Nación independiente


México es una palabra de origen nahua que nombra a un país entero cuyo norte da la espalda al sur, sur y norte que se miran a los ojos a través del nacionalismo forzado que entró a base de balas, espadas, sangre, tinta y libros de “historia” en la mente de niños y niñas adiestrados en el arte de los honores a la bandera cada lunes en los colegios de todo el país. Bandera cuyo escudo es la representación de la leyenda mexica del águila parada en un nopal en medio de un lago devorando una serpiente… ¿qué pensarán los mayas, los seris o los yaquis de que el símbolo de la bandera del país al que supuestamente pertenecen nada tenga que ver con su cosmogonía y mucho menos con su historia? ¿Qué tanto se identificarán con este “símbolo” que no tiene nada de maya, seri o yaqui?

Adelantándome unos cuantos siglos y con un poco de hambre en mi mente ¿qué tiene que ver el aguachile con el pozol? ¿el cabrito con la cochinita pibil? ¿los tacos de carnitas con los burritos? ¿los pambazos con los mariscos sinaloenses? Nada, más que todos estos platillos quedaron “encerrados” en la idea y nada más que idea de un límite territorial que separa un país de otro, un México de un Estados Unidos, un México de un Guatemala, un México de un Belice. México y la mexicanidad son un accidente histórico y geográfico. No existe algo así como “la nación mexicana”, existe el orgullo por la idea de lo que supuestamente es México, es decir todo y nada, más nada que todo; existe el sentimiento de pertenencia (muy humano, por cierto) hacia una idiosincrasia de lo que significa ser mexicano para justificar valemadrismos, machismos, vicios, picarismos y así recuperar lo que nos fue robado, saqueado, conquistado, impuesto: nuestra identidad. Nos identificamos en el otro, el otro es un espejo de nos-otros, somos juntos porque solos ¿qué somos?

La mayoría de quienes habitamos México no somos ni indígenas ni españoles y sin embargo somos ambas cosas, parafraseando a Silvia Rivera Cusicanqui nuestra identidad indígena y la española no están mezcladas sino yuxtapuestas, corren en paralelo como dos líneas que contienen un espacio y el espacio es México. Lo fácil sería decir “somos mestizos”, sin embargo, el mestizaje no representa una mezcla de la que resulta la “raza de bronce” sino el blanqueamiento de nuestra identidad y nuestro pasado y presente indígena; en otras palabras: el mestizaje más que una categoría racial fue (y es) una política de Estado para sentirnos más “blancos” de lo que realmente somos y de paso justificar su propia existencia. Recuerdo que no fue hasta cuando, en un viaje a Brasil, un amigo paulistano me preguntó “¿tienes familiares indígenas? porque en tu cara veo ciertos rasgos”; y yo (quien hasta ese día me consideraba “blanco” porque en México nunca fui discriminado, impedido de entrar a algún lugar por mi color de piel, seguido de cerca por un guardia de seguridad o insultado con un improperio como “pinche indio”, como si ser indígena fuese algo negativo) entendí mucho. Entendí que era seguro que alguien de mi familia fue indígena, entendí que a pesar de ello no conservaba de esa persona más que “ciertos rasgos”, que no sabía a ciencia cierta quién había sido esa persona ni a qué pueblo pertenecía, entendí que ser “mestizo” significaba ser despojado de una identidad histórica, significaba, por lo menos en México, ser un poco “menos indígena” y un poco “más blanco”. Con el paso del tiempo, después de esta anécdota con mi amigo brasileño, también comprendí que no puedo reivindicar algo que ignoro, es decir, una historia que ya no me pertenece porque hace generaciones que dejamos de ser indígenas para comenzar a ser “mestizos”, hace generaciones que olvidamos las lenguas de nuestros pueblos originarios para empezar a hablar castellano, hace generaciones que dejamos de ser nahuas, matlazincas, mazahuas, otomíes, tlahuicas, amuzgos, tlapanecos para ser mexicanos, o sea “mestizos” por excelencia. En ese sentido la “nación mexicana” significa el borramiento de los pueblos/naciones indígenas. Nos orgullecemos de ser algo que quién sabe qué significa. Los mestizos somos los conquistados por los españoles porque los pueblos/naciones indígenas permanecen resistiendo mientras “nosotros” no pudimos resistir al blanqueamiento, por lo menos ideológico.

Otra idea que me parece importante retomar es a la que me refería cuando escribí que no podemos reivindicar algo que ignoramos, y con eso me refiero a que no podemos hablar de algo que no vivimos, que no atravesamos, de algo que no somos; es decir, muchas veces, en el ánimo de recuperar “nuestras raíces indígenas” terminamos cometiendo lo que se conoce como apropiación cultural. No porque nuestros antepasados hayan sido indígenas significa que podamos realizar ritos, vestirnos con “prendas indígenas” sin ningún respeto e ignorando completamente el proceso de elaboración, los significados que puede contener cada prenda y, el colmo, sin siquiera saber a qué pueblo/nación indígena pertenece; lo que significa que no por tener antepasados indígenas significa que no podamos cometer apropiación cultural y mucho menos que no podamos ser racistas: una de las formas en la que normalizamos más el racismo es cuando cada 15 de septiembre nos “disfrazamos” de mexicanos usando huipiles o rebozos sin tener en cuenta el origen y el proceso de elaboración de los mismos, pero eso sí, orgullosos de nuestras “raíces” mientras el resto del año, cuando miramos a alguien perteneciente a algún pueblo originario usar dichas prendas llegamos a expresar “qué hace aquí, que se regrese a su pueblo, pinche indio”.

Tenemos que reflexionar y comprender el lugar que ocupamos en la sociedad con base en nuestros privilegios de clase y la forma en como somos leídos por los otros. Yo, por ejemplo, no puedo pretender que por tener antepasados indígenas no voy a ser leído como “blanco” por otras personas cuyo color de piel es más oscuro que el mío. Ser “blanco” en México no significa que tu color de piel sea “blanco” como en Estados Unidos o Europa, que no tengas antepasados indígenas, que seas de cabello rubio y ojos claros, ser “blanco” en México significa que en relación con la mayoría de la población tienes un color de piel ligeramente más claro y que tus rasgos no son “tan indígenas”. Es por ello que, aunque para mi amigo brasileño sea obvio que tengo antepasados indígenas no puedo simplemente comenzar a usar prendas tradicionales, collares, pulseras y realizar rituales sin caer en la apropiación cultural, pues en México mi lectura racial es completamente distinta a la que se tiene en el extranjero. ¿Qué dirían de mí en Europa o en Estados Unidos si digo que soy “blanco”?

En este vacío identitario la idea de México y de lo mexicano se vuelve tan potente, donde el nacionalismo se instala en la sangre y te hace gritar cada 15 de septiembre ¡Viva México! acompañado de un tequila o mezcal, de un pambazo o un taco dorado… (Bueno, eso en el centro de México, no sé cómo sea en el norte o en el sur; no sé lo que signifique ser mexicano en Nuevo León ni en Chiapas, no sé cómo se vivan y se festejen culinariamente “las fiestas patrias”) Es en el vacío identitario donde el símbolo mexica del águila sobre un nopal devorando una serpiente se vuelve el símbolo principal de nuestra mexicanidad junto con los colores verde, blanco y rojo. Es en el vacío identitario donde cada cuatro años, en las olimpiadas y en los mundiales, cantamos a todo pulmón el himno nacional y esperamos llegar al quinto partido o ganar alguna medalla de oro. Pero realmente ¿qué chingados es México y qué chingaos significa ser mexicano?

En 1994, cuando los zapatistas se levantaron en armas en Chiapas y después de todo el eco y resonancia que encontró el movimiento en el país entero, pronunciaron la frase “Nunca más un México sin nosotros” ¿y si para superar nuestro vacío identitario comenzamos por cambiar el sentido de esa frase para empezar a cuestionar nuestro a veces rancio nacionalismo? Un “Nosotros sin México”. ¿Qué sería México sin ese “nosotros”, sin ese nacionalismo exacerbado que nos ha blanqueado y despolitizado a más no poder en todos los sentidos?


*A quien este texto le haya resonado o dejado alguna inquietud recomiendo ampliamente leer a Yásnaya Elena Aguilar, ella ya lo ha dicho casi todo al respecto.



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